26 junio, 2025

La política exterior argentina, un barco sin timón

Horas antes de que Rusia invadiera Ucrania, el presidente Alberto Fernández se reunía en Moscú con Vladimir Putin y se ofreció a ser el guía calificado para que la Rusia de Putin –que no es la Rusia de los rusos– pudiera ingresar en América latina. Horrible papelón e imprevisión absoluta.

El presidente Javier Milei se reunió con Benjamin Netanyahu la semana pasada, precisamente el día anterior a que el primer ministro israelí iniciara nuevos ataques, esta vez a Irán. Horrible papelón de la diplomacia argentina, que no le previno al Presidente lo que estaba por suceder sólo unas horas después, con la triste imagen de nuestro presidente aclamado en el Parlamento israelí cuando los aviones de ese país ya habían empezado a enfilar hacia Teherán.

Esa foto, por supuesto, no habrá pasado inadvertida en Gaza y en el resto del mundo árabe, ni por supuesto en Irán.

Política

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La historia se repite; baste recordar los ataques a la Amia y a la Embajada de Israel, con la diferencia de que ahora no necesitan mandar a células terroristas para hacernos daño, porque con los misiles balísticos guiados por computadoras te colocan el proyectil en la mesa del Presidente mientras almuerza, desde miles de kilómetros de distancia, con la sola asistencia de un avión o de un submarino.

Todos queremos a Israel; para empezar, a su pueblo, tan lleno de argentinos. Además, desde un comienzo, Argentina reconoce al Estado de Israel, y siempre hemos reconocido el derecho a su existencia.

Ese afecto quedó demostrado en la solidaridad de nuestro pueblo por el ataque artero a la población civil que sufrieron los israelíes el 7 de octubre de 2023.

Pero de allí a darle un cheque en blanco a un gobierno ocasional, que no representa al Israel eterno y que es realmente genocida, como lo ha demostrado con la muerte de 54 mil civiles habitantes de Gaza, bombardeados y hambreados hasta la exasperación, hay un abismo.

Por ello, la foto de Milei, autotitulado defensor de la vida y aclamado en el Parlamento israelí mientras los civiles mueren en Gaza, es sencillamente horrible.

Tampoco nadie le avisó a Milei que, desde 1948, Argentina forma parte inveterada del consenso internacional que determinó el statu quo de la no capitalidad judía de la Jerusalén oriental, y se empecina junto con Donald Trump en llevar la Embajada argentina a una Jerusalén hoy unificada bajo el control israelí. Todo mal; todo improvisado; todo muy loco. Todo a la vista de los países árabes que siempre votan a favor de nosotros en la causa Malvinas, causa que parece no preocuparle al Presidente.

Opinión

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Si Milei quiere jugar semejante partido, me surgen dos preguntas. Primero: ¿no hay en la Argentina inmensos problemas socioeconómicos y políticos por resolver antes de ocupar el esfuerzo en guerras y, encima, en guerras que no son nuestras y en las que tampoco podemos incidir para la pacificación? Y segundo: ¿no entiende el Presidente que la diplomacia de un país debe ser lineal y consolidada en el tiempo, y que no puede estar sujeta a la idea de un solo gobierno, ni mucho menos ser fruto de un pacto con las Fuerzas del Cielo? El cielo, hasta donde sabemos, siempre busca la unidad.

Que el Presidente nos someta a experimentos económicos y sociales sin precedentes es entendible para un pueblo que vota por desesperación, buscando siempre un camino de esperanza, a lo cual tiene todo su derecho.

Pero hay que recordarle al Presidente que con la política internacional no se hacen experimentos; simplemente se trata de seguir líneas maestras, siempre en la misma dirección, gobierne quien gobierne.

Ideal sería también buscar consensos básicos en la cuestión económico-social, porque siempre hay que recordar que el antecedente más próximo de experimentos economicistas unilaterales en la Argentina lo llevó adelante Domingo Cavallo, y no hubo inflación por una década. Inflación cero o casi cero durante 10 años, pero, mientras ello sucedía, se incubaba la tragedia social más severa de la historia social argentina. Mientras los logros inflacionarios nos obnubilaban, no veíamos los otros componentes de la realidad económica que debieron ser retocados. Y el resultado de 10 años de una ruta equivocada y artificial fue la explosión socioeconómica de 2001, que esparció a miles de argentinos por el mundo en búsqueda de nuevas esperanzas.

De aquel experimento unilateral con la esperanza de los argentinos, sólo quedó miseria y más miseria, sin perjuicio de viajes al exterior y compras de electrodomésticos.

Editorial

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Apoyo, como todos los argentinos, el intento del Gobierno de estabilizar la economía; lo que trato de decir es que, con soberbia, agresividad y algo de mesianismo, sin la unión de las fuerzas sociales y productivas del país, el resultado de 2001 siempre estará a las puertas. Las Fuerzas del Cielo requieren la unidad y no la división.

Para decirlo más simple, como el refrán: “… cuando al burro le estaban enseñando a vivir sin comer, se murió en la última clase…”.

  • Magíster en Derecho Internacional Público

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