Tiene 96 años, más de 80 de trayectoria, una lucidez envidiable, batió varios récords, lleva ganados 26 Martín Fierro y en la gala de este domingo, cuando subió a recibir su estatuilla como mejor conductora, Mirtha Legrand hizo público su deseo de volver a estar en pantalla. Única. Y glamorosa, firme detrás del micrófono. Y, sin embargo, algunos se preguntan por qué no se la vio subir ni bajar del escenario.
Si bien la Chiqui siempre fue defensora de abrir la vida personal de los personajes públicos, contando cómo son (y cómo es ella) cuando la cámara se apaga, desde hace unos años decidió que no la «ponchen» (que la cámara la muestre) cuando se está ubicando a la cabecera de sus almuerzos televisados o se traslada por el estudio.
Un pedido más que lógico -lo otro sólo alimentaría el morbo sobre el deterioro que producen los años- para una diva que debutó artísticamente a los 14 años y, ya cerca del siglo de historia, no tiene la movilidad que tuvo. Entiende que no hay necesidad de mostrar cierta lentitud al caminar o los cuidados en el acompañamiento de sus asistentes para evitar riesgos.
Siempre que pudo, tanto en la Alfombra roja como en la ceremonia, hizo gala de «las cuatro generaciones en esta fiesta». La mayoría de 600 invitados a la fiesta de APTRA se acercó a su mesa para saludarla, sitio del que sólo se levantó tres veces: dos para subir al escenario y una para irse, del brazo su nieto y de su hija. No olvidemos que hace menos de dos meses le colocaron un marcapasos.
La Chiqui, a lo grande
«Nunca imaginé subir tan seguido. Quiero saludar a mis competidoras también, porque son, cada una en lo suyo, maravillosas», dijo Mirtha cuando se impuso en la terna de conducción a Verónica Lozano, Carolina «Pampita» Ardohain y Georgina Barbarossa.
Luego, enfundada en un vestido bordado azul francia, con un detalle de plumas en el escote, dijo, fiel a su estilo autorreferencial: «Quiero que sepan, no es vanidad y no lo tomen a mal, pero les voy a decir cuántos Martín Fierro tengo… Éste es el 26 y tengo el de Oro, el de Brillante y el de no sé cuánto«.
A su lado estaba Juanita, como un sostén afectivo, más que físico. Mirtha no quiere usar bastón ni que la vean «frágil», por eso ni ella ni sus familiares les gusta que se enfoque en primer plano cierta limitación de movimientos acorde al paso del tiempo.
«Tengo ganas de hacer televisión (…) Ahí está Nacho, pregúntenle a él… que va a América, que va a El Trece, que va a Telefe… no sé nada, me parece que no voy a ninguno. ¿Quieren que vaya o no?«, jugó con los invitados, como hacía Carlitos Balá con sus locos bajitos y el gusto de la sal. Acá la respuesta no fue «salada», sino un «sí» rotundo.
Lleva casi un año sin pantalla y no dudó en aprovechar los 25 puntos de rating que en ese momento hacía Telefe para reclamar por un espacio.
La primera trabajadora
«Ya es hora de que trabaje, me encanta mi trabajo, me hace mucho bien», explicó la mujer que hasta el año pasado salió desde la pantalla de El Trece: «Gracias a Adrián Suar y Pablito Codevilla. He sido muy feliz en Canal 13, pero ahora es un impasse. No sé dónde voy, no sé si vuelvo… ya se los diremos».
«Para mí es un honor que me hayas entregado este premio y que hayas dicho cosas tan lindas, tan cariñosas», devolvió Susana, quien hace uno años le dio la misma estatuilla de homenaje a Mirtha: «Somos familia, somos parte de la familia de la televisión».
Hija, ¿a qué hora nos vamos?
Es cierto, no se la vio subir. Se la vio arriba, un sitio al que pocos tienen acceso. Y, menos, a los 96 años. El resto es anécdota y una dosis innecesarias de morbo.