16 diciembre, 2025

El enemigo silencioso que invade al cuerpo humano de los pies a la cabeza

Nuevas investigaciones alertan sobre cómo microorganismos invisibles, presentes en alimentos cotidianos, pueden ralentizar nuestras funciones vitales, provocar enfermedades crónicas e incluso la muerte. La clave está en la prevención y en lo que sucede en nuestra cocina.

¿Siente un cansancio que no se va con el descanso? ¿Sufre de problemas digestivos, dolores musculares o una especie de “niebla mental” que le impide concentrarse? Durante años, hemos atribuido estos síntomas al estrés o al ritmo de vida acelerado. Sin embargo, la comunidad científica advierte sobre una causa mucho más concreta y sigilosa: una invasión silenciosa de parásitos.

Lejos de ser un problema exclusivo de zonas remotas o con escasa sanidad, las parasitosis representan una amenaza creciente y subestimada en todo el mundo. Nuevas indagaciones revelan que estos microorganismos son maestros del sabotaje biológico. Una vez dentro de nuestro cuerpo, no solo provocan las conocidas molestias intestinales, sino que inician un proceso lento y progresivo de deterioro que puede afectar al organismo de los pies a la cabeza.

Más que un simple malestar estomacal

El paradigma tradicional de que un parásito solo causa diarrea ha quedado obsoleto. Hoy se sabe que su presencia crónica en el cuerpo funciona como un freno de mano para nuestra salud. ¿Cómo lo hacen?

Robo de nutrientes: Se alimentan de las vitaminas, el hierro y los minerales que ingerimos, dejándonos con un déficit nutricional que se traduce en fatiga crónica, anemia y un sistema inmunitario debilitado.

Inflamación constante: El cuerpo lucha permanentemente contra estos invasores, generando una inflamación de bajo grado que, con el tiempo, puede derivar en dolores articulares, problemas de piel y otras enfermedades crónicas.

Liberación de toxinas: Sus desechos metabólicos son tóxicos para nuestro sistema, afectando la función del hígado y pudiendo causar síntomas neurológicos como la confusión o la irritabilidad.

Un ataque a todo el sistema

El concepto “de los pies a la cabeza” no es una exageración. Si bien su puerta de entrada es el sistema digestivo, muchos parásitos tienen la capacidad de migrar y enquistarse en otras partes del cuerpo, con consecuencias devastadoras:

En los músculos: Larvas como las de la triquinosis pueden causar dolores musculares intensos.

En el cerebro: La cisticercosis, causada por la larva de la tenia Taenia solium, puede provocar convulsiones, daños neurológicos severos y la muerte. El Toxoplasma gondii, por su parte, ha sido asociado con cambios en el comportamiento.

En el hígado y otros órganos: Pueden formar quistes que comprometen gravemente su funcionamiento.

La puerta de entrada: nuestra comida

La principal vía de contagio es la ingesta de alimentos o agua contaminados con huevos o quistes de parásitos, que son increíblemente resistentes. Los focos de riesgo más comunes son:

Carnes crudas o mal cocidas: Especialmente la de cerdo, vaca o pescado, pueden albergar larvas de tenia o triquina.

Frutas y verduras mal lavadas: Si fueron regadas con aguas contaminadas o estuvieron en contacto con tierra con restos fecales, pueden transportar huevos de parásitos.

Agua no potable: Beber o usar para lavar alimentos agua de fuentes no seguras es una de las principales causas de giardiasis y otras infecciones.

Mala higiene: La contaminación cruzada en la cocina, a través de tablas de cortar, utensilios o manos que no han sido debidamente higienizadas.

La prevención: nuestra mejor defensa

La batalla contra estos invasores se libra, fundamentalmente, en nuestra propia cocina. Adoptar hábitos sencillos es la herramienta más eficaz:

Lavar: Higienizar exhaustivamente las manos antes de cocinar y después de manipular carne cruda. Lavar frutas y verduras con agua segura, incluso si se van a pelar.

Cocinar: Asegurarse de que las carnes alcancen la temperatura interna adecuada para eliminar cualquier posible parásito. No consumir carnes crudas o poco cocidas de dudosa procedencia.

Separar: Utilizar diferentes tablas y utensilios para alimentos crudos y cocidos para evitar la contaminación cruzada.

Hidratarse de forma segura: Beber siempre agua potable o embotellada.

La amenaza es real e invisible, pero no invencible. La conciencia sobre lo que comemos y cómo lo preparamos es el primer paso para proteger nuestro organismo y evitar que estos enemigos silenciosos tomen el control de nuestra salud.

Últimas Noticias
NOTICIAS RELACIONADAS