La práctica de cualquier deporte genera aprendizajes que después permiten ser capitalizados en el deporte principal que elija cada uno. Y cuando ese deporte se transforma en una profesión, claramente todos esos conocimientos, esas habilidades mentales y corporales adquiridas de otros ámbitos juegan un rol sumamente importante. Son habilidades enriquecedoras que se empiezan a unir, a combinar y van desarrollando a ese jugador. Son destrezas que muchas veces son muy difíciles de encontrar en una sola persona. Para Jannik Sinner, ese deporte fue el esquí, una de sus principales disciplinas practicadas de niño.
Foto: AP / Kirsty WigglesworthFue campeón italiano y reconocido a nivel europeo entre los 8 y los 12 años, pero a los 13 tomó la decisión de dedicarse al tenis, deporte que también practicaba cuando se lo permitían las condiciones del clima en la localidad donde vivía en la montaña.
El tenis era claramente una de sus pasiones, como él dijo. Se decidió por él porque sentía que el esquí conllevaba un riesgo demasiado alto y no se terminaba de sentir muy cómodo. De ahí tal vez sacó esa enorme concentración, ese gran enfoque que le permite que todas las cosas fluyan con una enorme naturalidad en una cancha de tenis.
En el esquí, Sinner entendía que para no tener ninguna caída peligrosa y ningún accidente, era casi una necesidad mantener un alto nivel de concentración y de atención. Así se mostró el italiano en la final del Abierto de Estados Unidos, uno de los partidos en el que se mostró infranqueable, impenetrable. Y eso que enfrente tuvo a uno de los grandes pegadores del circuito.
Con el nivel mostrado en esta final, Taylor Fritz hubiese sido claramente el vencedor frente a la mayoría de los jugadores del circuito. El tema es que el rendimiento de Sinner fue sencillamente espectacular. Se sintió como en una montaña. Esa montaña llamada Arthur Ashe, difícil de dominar, difícil de descender. Pero el italiano lo hizo con esa naturalidad propia del que parece ir flotando, casi sin dejar huellas, pero por otro lado poniendo un ritmo, una intensidad y por sobre todas las cosas una regularidad que se hace muy difícil de enfrentar.
Vayamos a la esencia y a los mandamientos de este juego para entender un poco por qué Sinner tiene una supremacía indiscutida. El tenis es claramente un deporte de precisión en el que la disputa y la lucha que se juega a través de una raqueta y una pelota es por tiempos y por espacios. Quitarle tiempo al adversario significa darse la oportunidad de jugar con un poquito más de margen para pensar y para acomodarse. Y también generando espacios se atenta justamente contra la regularidad y se favorece la inconsistencia en el adversario. De ahí surge la iniciativa, que viene de estar en una posición dominante y que te da la ventaja de ir mentalmente decidiendo adelante en la jugada.
Imaginen tener a Sinner enfrente como lo hizo en esta final del Abierto de Estados Unidos, en la que su gran coordinación y su gran velocidad hacen casi imposible poder quitarle tiempo. A Fritz le negó prácticamente durante toda la tarde tener la iniciativa. Sinner fue implacable. Y podrán dimensionar lo difícil que se hace jugar contra alguien al que no podés doblegar y que desde una posición de contención, cuando llega a una de las puntas, casi como en un slalom de esquí, clava la pierna de afuera y se afirma. Y con esos brazos largos y sueltos, delgados pero poderosos, genera una velocidad descomunal.
Foto: AP / Seth WenigSinner tiene un poco de todo y de todos. Esa soltura en sus brazos que generan una enorme velocidad. Ese equilibrio corporal que le permite llegar a las puntas y no solamente no fallar, cosa que es lo más probable muchas veces, sino que desde esos lugares sorprende porque juega con una velocidad y una precisión con las que toma por sorpresa a sus adversarios, que esperan otro nivel de respuestas.
La sensación que pudo haber tenido Fritz en esta final del Abierto de Estados Unidos es la impotencia. Dudar si realmente su pelota estaba yendo a la velocidad correcta y necesaria para lastimar o si era mérito de todas estas virtudes y cualidades que estamos describiendo del italiano.
Su mentalidad le dio a Sinner la posibilidad de hacerse notar desde muy chiquito, ganar su primer Challenger y estar con solo 18 años entre los 100 mejores del mundo. Es la misma que lo llevó a ser dos veces campeón de Grand Slams.
Recordemos que tuvo en el comienzo de este Abierto que ser centro de atención por su control antidoping positivo y los procedimientos posteriores que no vienen al caso describir. Lo cierto es que, como hacía en pleno slalom de esquí, abusó de la concentración y del enfoque para no salirse de pista y no darse un golpazo. Lo mismo tuvo que aplicar para no irse de su tenis por todo lo que tenía que ver con aquel caso.
Jannik Sinner vuelve a demostrar su supremacía y su jerarquía, y que en él conviven una cantidad de virtudes que le permiten posicionarse como el posible gran dominador de los próximos años en el circuito de tenis.