6 noviembre, 2025

Venden la casa heredada de su padre, pero aparece un tercer hijo secreto y tienen que darle la razón

Las herencias son, en prácticamente cualquier lugar del mundo, uno de los mayores focos de conflicto familiar. La mezcla entre emociones, dinero, recuerdos y vínculos personales suele ser explosiva. No es raro que al abrir un testamento salgan a la luz viejas rencillas, desacuerdos o incluso secretos que nadie esperaba.

Cuando se despliegan los testamentos (o cuando no los hay), los problemas no siempre vienen del valor de los bienes, sino de lo que representan. Llegar a acuerdos se convierte en una carrera de fondo donde cada hermano o familiar puede tener una visión distinta de lo que “es justo”. Y en algunos casos el tablero cambia por completo cuando aparece alguien más con los mismos derechos.

Un caso paradigmático lo ha contado Le Figaro en Francia y tiene todos los elementos de un drama familiar inesperado. Una herencia aparentemente sencilla (una casa valorada en 120.000 euros y unos 20.000 euros en efectivo) terminaba convirtiéndose en una auténtica sorpresa legal y emocional.

La notaire Élise Mabille, en Pagny-sur-Moselle (Meurthe-et-Moselle), recibía a los dos hijos de un hombre viudo que había fallecido hacía poco. Todo parecía normal: los documentos estaban en regla, no existía testamento y el livret de famille confirmaba que eran los únicos herederos. “Sur la dévolution, il n’y avait pas de doute”, explicaba la notaire. La casa pasaba entonces a nombre de ambos hermanos, a partes iguales.

Un tercer heredreo inesperado

Durante dos años, todo siguió su curso. Hasta que un día, Mabille recibió una llamada inesperada. Al otro lado del teléfono, un hombre aseguraba ser el hijo del difunto y mostraba un acte de naissance y un livret de famille que lo probaban. “Il a attendu deux ans avant de venir me voir car il ne savait pas que son père, avec qui il n’avait aucun contact, était mort”, contaba la notaire al medio francés.

El golpe fue doble: para la profesional, que tuvo que revisar el expediente, y para los dos herederos, que descubrieron así la doble vida de su padre. Existían, de hecho, dos libros de familia: uno con los hijos conocidos y otro con el “fils caché”.

La reacción de los herederos fue de incredulidad. “Ils étaient choqués”. La situación no dejaba mucho margen. O podían contestar la reclamación e ir a juicio (un proceso largo y con pocas posibilidades de éxito), o aceptar la realidad y rectificar la sucesión.

Finalmente la razón se impuso. El “fils caché” fue reconocido como heredero legítimo y la propiedad tuvo que repartirse de nuevo, esta vez en tres partes iguales.

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