Vestido con una camiseta del “Grinch” –un personaje infantil que odia la Navidad– y con el rostro tapado por una capucha y una braga, Andrés G. C. fue conducido poco antes de las once de la mañana de ayer al Tribunal de Instancia de Infiesto (Asturias) por dos agentes de la Guardia Civil, tras pasar la noche en los calabozos del cuartel de Langreo. El hijo de Sara Coto Espinedo, la mujer de unos setenta años que fue hallada en una vivienda del barrio del Orrín de la capital piloñesa, muerta desde hacía unos días, declaró ante la magistrada del Tribunal de Instancia de Cangas de Onís, ejerciendo como responsable del de Piloña.
Llegada del detenido bajo custodia de la Guardia Civil. / Fernando Rodríguez
La Fiscalía no interesó prisión, por lo que la jueza dictó un auto acordando la libertad provisional del hombre, con obligación de comparecer los días 1 y 15 de cada mes. En principio, y sin perjuicio de lo que se pueda ir avanzando en la instrucción, las diligencias judiciales se han abierto por maltrato domestico y atentado a personal sanitario.
El edificio donde se produjeron los hechos, en la primera planta. / Fernando Rodríguez
Según fuentes del TSJA, la causa del fallecimiento no es posible, de momento, conectarla directamente con el maltrato, ya que el informe preliminar de autopsia refiere que esa cuestión queda pendiente de estudio. El hombre habría negado ante la jueza haber agredido a su madre, como sostiene la Guardia Civil.
Al filo de la una de la tarde, Andrés G. C. salía del Tribunal de Instancia en libertad, precedido por su abogado de oficio, quien no quiso hacer manifestación alguna sobre el tenor de la declaración de su defendido. A continuación, el abogado llevó en su propio coche al investigado a la vivienda de la avenida d’Espinareu donde se produjo el terrible drama.
El día de Navidad fue el propio Andrés quien avisó al Centro de Salud de Infiesto. Acudieron a la vivienda una médica y una enfermera. La facultativa comprobó que la mujer llevaba muerta varios días y así se lo dijo al hijo, quien comenzó a dar voces y golpes, encerrando a la médico en la habitación. La enfermera pudo escapar y avisar a la Guardia Civil.
Madre e hijo proceden de la Cuenca del Nalón, donde Rosa Coto enviudó en 2009, y se desplazaron a Infiesto hace unos tres años, según los vecinos. Rosa, además, tiene una hija. La mujer se desplazaba en una silla de ruedas por sus problemas de movilidad. Los vecinos dicen que no salía de la vivienda, donde residía en situación de abandono, según la Guardia Civil. Fue vista en contadas ocasiones, en su silla de ruedas y muy deteriorada.
Andrés G. C. sí salía bastante de casa. Un vecino aseguró que trabajaba transportando paquetería con una furgoneta, en horario nocturno, entre Asturias y Madrid. Según añadió este mismo vecino, la escasa higiene del hombre había hecho incluso que le vetasen la entrada a algún establecimiento hostelero de la capital piloñesa. Su presencia incomodaba mucho a los vecinos y algunos confiesan abiertamente que le tenían miedo.
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