2 febrero, 2025

Pipazo, la droga que avanza sin freno en Córdoba: en qué consiste y sus efectos en la salud

El consumo de drogas es una realidad cruenta que se cuela entre los habitantes de diferentes barrios de la ciudad de Córdoba. Pega con fuerza y no discrimina edades ni género.

En los últimos años, el “pipazo”, una droga de efecto rápido, duración fugaz y muy adictiva, viene haciendo estragos tanto en jóvenes como en adultos, quienes consumen a toda hora y, en muchos casos, roban lo que sea para comprar más dosis.

Pero ¿de qué se trata este tipo de droga y qué efectos produce en la salud? ¿Cuáles son los factores asociados al avance del consumo?, y ¿qué medidas de prevención se deben tomar? Especialistas en la temática, referentes barriales, instituciones oficiales y personas abocadas al trabajo de rehabilitación respondieron estas preguntas a La Voz.

Qué es el “pipazo”

La jefa de toxicología de Hospital de Urgencias, Andrea Vilkelis, con 30 años de experiencia, explicó que el “pipazo” es lo que en Buenos Aires se conoce como “paco”.

No se trata del conocido “polvo blanco” o cocaína en su estado “puro”, sino que es su ingrediente principal (clorhidrato de cocaína) “cortado” con otros componentes.

“No es un residuo, sino un precursor del clorhidrato de cocaína mezclado con permanganato de potasio (químico que se usa como desinfectante), bicarbonato de sodio, querosén, tíner, ácido sulfúrico y otros tipos de hidrocarburos”, detalló la experta.

El ingrediente principal del “pipazo” es el clorhidrato de cocaína “cortado” con otros componentes. (Javier Ferreyra/ La Voz)

Las sustancias son prensadas en forma de ladrillos de color amarillento. “Esa mezcla es la pasta base de coca. En algunos lugares lo llaman bazuco; en otros, paco, y acá, pipazo”, explicó Vilkelis.

El nombre refiere a la forma de consumo: el uso de una pipa artesanal elaborada con un pedazo de metal, de caño o con tubitos de lapiceras. También se puede fumar con bombas de agua o con narguiles, pero esto no es lo habitual ya que se trata de un consumo precario de la cocaína.

La médica advirtió que, en los últimos años, el consumo de esta droga aumentó. En el hospital reciben pacientes de todas las edades, en su mayoría hombres. Aunque también se incrementó la atención de mujeres.

Infografia: Efectos del “pipazo” en el cuerpo humano

Efectos en el cuerpo

Los efectos que produce esta droga son múltiples –afirmó Vilkelis–. A los trastornos neurológicos que causan los alcaloides, propios de la hoja de coca, se les suma el resto de los ingredientes, que “a ciencia cierta” no se sabe cuáles ni cuántos son.

Algunas de las lesiones que genera en el cuerpo humano son isquemias; infartos cardíacos, cerebrales y de distintos órganos; ACV; trastornos circulatorios, renales y gastrointestinales, y hepatitis fulminantes. Las consecuencias de los efectos en el cerebro son estar perdidos, paranoicos y con alucinaciones. Los consumidores tampoco duermen y por eso parecen “zombis”.

“A veces dejan la droga y están tan estimulados neurológicamente que, en algunos casos, llegan a tener convulsiones o edemas cerebrales”, sumó Vilkelis.

Estas consecuencias también ocurren al consumir la cocaína “limpia”, pero de forma más progresiva. El “pipazo” provoca daño con mayor rapidez. Es más potente y más adictivo, y su efecto es fugaz, dura aproximadamente 15 minutos.

Infografia: Efectos del “pipazo” en el cuerpo humano

“Desde que empiezan a consumir, entran en un estado de euforia progresivo y a los 10 minutos llegan a su pico, en el que permanecen entre tres y cinco minutos. Luego, se produce un bajón y no vuelven al estado normal anterior. Entran en una depresión, y entonces buscan conseguir nuevas dosis”, señaló.

También influye el estado de salud inicial en el que se encuentre el consumidor: si es una persona malnutrida o deshidratada, el efecto será un descenso de peso abrupto, mayor a 10 kilos. “En general, los consumidores no se preocupan por comer, ni por tomar líquidos, sólo buscan drogarse”, remarcó.

Con respecto a la expectativa de vida, en el caso del paco es de seis meses, “hay que ver si en el pipazo es igual. Este tiempo depende de cómo se encontraba la persona antes de empezar a consumir”, dijo la toxicóloga.

Cuando el tejido social se rompe

El “pipazo” está presente en la mayoría de los barrios periféricos de la ciudad y en algunos céntricos. Maldonado, Müller, Argüello, San Vicente, Bella Vista, Villa Urquiza, Güemes, Yapeyú, San Martín y Guiñazú son sólo algunos en los que la droga causa estragos.

“El consumo de pasta base comenzó sobre todo en barrio Maldonado, donde había cocinas de cocaína; ahora ya no quedan muchas. En cambio, el “pipazo” depende de los lugares en los que haya ‘transas’”, expresó el psicólogo Fernando González, coordinador de Red Puentes, asociación que trabaja con adicciones en los barrios San Vicente, Argüello Lourdes y San Ignacio.

Muchos de los consumidores son personas que no tienen hogar ni contención familiar, por eso uno de los barrios donde se los ve trabajando y pernoctando es Güemes. Algunos son recolectores, otros cuidan autos o son changarines.

Lautaro Celayes, presidente del centro vecinal, contó que este barrio dejó de ser seguro. “Hay 20 bocas de expendio. Y ahora la venta y el consumo de drogas avanzan como una mancha de aceite”, señaló. Lo relaciona con la indigencia en la que viven al menos tres generaciones de personas.

Red Puentes trabaja en la recuperación de consumidores del “pipazo”. (Pedro Castillo / La Voz)

González observó que los autodenominados “piperos” suelen “ranchar” entre ellos. “Lo hacen porque están solos o aislados de sus familias, las que tienen estructuras muy complejas y conflictivas. No les brindan estabilidad emocional o presentan mucha violencia. Por eso, cuando empiezan el tratamiento, es muy difícil revincularlos”.

Otra mirada es la de Sebastián Acuña, integrante del centro vecinal de barrio San Martín, quien relató que desde hace meses ven con mayor frecuencia a chicos convertidos en “zombis”. “Para comprar la droga roban cables, llaves de agua y de gas, y hasta los timbres de las viviendas. Los vecinos estamos preocupados”, aseguró.

Lo mismo argumentó la trabajadora social Luz Villegas, subdirectora del centro municipal de acompañamiento Las Aldeas, de Argüello Lourdes. “Hay quioscos de narcomenudeo. El consumo está mucho más expuesto en las calles y vinculado a la inseguridad, a la violencia y a necesidades básicas insatisfechas”.

En este punto, González se mostró en desacuerdo: “Hay un estigma que se debe trabajar en torno al consumo del ‘pipazo’. Se asocia al adicto con la peligrosidad y eso no es tan cierto. Los hechos delictivos no siempre tienen una relación tan directa con el consumo, se deben a una multiplicidad de factores”.

En Las Aldeas funciona un centro de atención y escucha con el que acompaña a consumidores. La mayoría de las personas tiene más de 40, y en los últimos meses aumentó la atención de mujeres, que ya se equipara con la cantidad de hombres.

El perfil del consumidor

La Red Puentes trabaja con jóvenes que alguna vez probaron o están consumiendo cocaína fumable. En su mayoría, son personas que ya “pasaron” por otras sustancias, no tienen vivienda y sus vínculos son precarios o sus relaciones afectivas están rotas.

Los relatos reflejan que estas personas buscan en la droga la manera de abstraerse de las realidades que atraviesan, de interrumpir por un rato el malestar social que viven.

“Son personas que ya vienen con un diagnóstico en salud mental; a ello se le suma un diagnóstico de adicción, y además están en situación de calle o en riesgo de estarlo. Tres variables complejas que no permiten acceder a la estabilidad necesaria para sostener un tratamiento”, precisó González.

“No hay marcha atrás”

El padre Mariano Oberlín, quien creó un centro de acompañamiento comunitario en el sudeste de la ciudad, expresó que el daño que hace el “pipazo” no se compara con otra droga.

El sacerdote manifestó que este tipo de consumo “no tiene marcha atrás”, y ya es algo muy visible en la ciudad. “Son los mismos chicos quienes la preparan, ni siquiera los narcos la venden así. Antes se sabía quiénes eran los que vendían, ahora es cualquier transa. Todos venden las mismas porquerías”, subrayó.

El panorama es complejo: “Para los jóvenes es muy difícil conseguir un trabajo en blanco, entonces el transa les ofrece vender droga”, remarcó Oberlín.

Para suplir el desempleo, Oberlín armó una cooperativa de trabajo donde emplea a 45 chicos para darles una oportunidad. Actualmente, en el centro viven alrededor de 100 chicos; 40 están en proceso laboral. Y otros 600 realizan talleres de oficios, deportivos y culturales.

Un proceso adictivo, no repentino

Gabriela Richard, psicóloga y directora de la Fundación para la Promoción de la Salud Humana (ProSalud), explicó que las situaciones de consumo no son repentinas, sino que se gestan lentamente. Tienen que ver con un proceso que se conoce como preadicción o predisposición al consumo.

“Las personas inician el consumo porque el contexto lo promueve; sin dudas hay cuestiones internas que movilizan a tomar ciertas decisiones, pero, una vez que las sustancias activan los centros de recompensa cerebrales, repiten la conducta por el bienestar que les produce ese consumo”, expresó Richard.

La psicóloga indicó que la prevención requiere una mirada crítica del entorno y atención a temprana edad. “En las campañas se deberían incluir ejes motivacionales, hablar sobre lo que es saludable y promover elecciones en ese sentido”, aconsejó.

Los tratamientos y la asistencia

El psicólogo Juan Carlos Mansilla, director del programa Cambio, dijo que el “pipazo” es un fenómeno latinoamericano en crecimiento. Apareció en los barrios y se diseminó.

“A veces genera mayor consumo en un sector de Córdoba, después cambia el tipo de consumo y aparece en otro sector. Está ligado a cuestiones de cierta marginalidad, no es el tipo de sustancia que eligen las personas que tienen un poder adquisitivo alto”, argumentó.

Mansilla aseguró que lo que falta concretar es generar más instituciones de medio camino, de internación en los barrios más vulnerables. Si bien se abrieron espacios de escucha y acompañamiento, de los estados municipales y provinciales, se necesita fortalecer la infraestructura en terreno. “A nivel nacional no se hicieron; al contrario, se está retirando el financiamiento”, remarcó.

Y sostuvo: “Se cree que a la persona se la interna y es como que si la metieran en un taller y le cambiaran los engranajes. Y no funciona así. Las investigaciones reflejan que el impacto de la internación versus el ambulatorio no difiere mucho en los niveles de éxito”.

La Red Puentes trabaja con jóvenes que alguna vez probaron o están consumiendo cocaína fumable. (Pedro Castillo / La Voz)

El tratamiento tiene que ver con tres ejes: prevención, reducción de daños y asistencia. También, con generar espacios terapéuticos de encuentro y contención online, algo que viene desarrollando el especialista. “Las personas, que voluntariamente participan de estos espacios, obtienen resultados positivos, pero hay que ampliar los servicios de tratamiento”, afirmó.

En ese sentido, González coincidió con Mansilla y sumó que contar con espacios mejora las calidad de vida de los pacientes y mitiga su malestar. “Es clave enseñarles a generar placer y a vincularse de forma saludable para reconstruir ese tejido social roto”, dijo.

Es fundamental trabajar lo individual (físico y mental) para que la persona deje el consumo, pero también encarar un trabajo social para reducir el estigma, tejer redes vinculares y orientar a familiares o a pares de los consumidores.

“Es importante guiar a las familias, darles herramientas de tolerancia, de acompañamiento, enseñarles cómo poner límites y cuáles. A veces el límite es correrlos de la casa, no hablarles más o llamar a la Policía, pero hay otras maneras de apoyar al consumidor”, remarcó.

Abordaje municipal

Para enfrentar el avance del “pipazo” y de otras drogas de consumo problemático, desde la Municipalidad de Córdoba llevan adelante políticas desde un enfoque social y comunitario. Para ello cuentan con cinco dispositivos asistenciales y territoriales propios y este año se inaugurarían otros seis.

Así, hay centros de referencia en Argüello, Villa Bustos, San Vicente, barrio Centro, Yapeyú, Maldonado, y se sumarían otros en Villa Libertador, en Los Robles y en barrio Angelelli. Además articulan y se integran con múltiples organizaciones que trabajan las adicciones desde hace años y que funcionan como centros comunitarios en esas y en otras zonas vulnerables.

Los dispositivos del municipio cuentan con asistencia psicológica, psiquiátrica y de trabajo social. “Abordamos el proceso terapéutico, y organizamos actividades territoriales y de acompañamiento comunitario junto con organizaciones de la zona. “Son acciones que buscan restablecer los lazos sociales que el consumo resquebraja”, explicó Lucas Torrice, subsecretario de Salud Mental y Adicciones.

Remarcó que el primer paso es crear un vínculo con quien está consumiendo “pipazo”. “No alcanza con la presencia del Estado, a veces una persona está fumando a la puerta de un centro de salud, pero sin una mediación comunitaria es difícil lograr un acercamiento”.

Para atender esta necesidad, el municipio creó, en 2024, el “Manual para la integración de la Red de Servicios y Cuidados en Salud Mental y Adicciones de la ciudad de Córdoba”, donde se establecieron protocolos y lineamientos para abordar las urgencias y emergencias hospitalarias, entre otros casos.

“La integración de los dispositivos con clínicas, con organizaciones comunitarias, con profesionales, y pensar el tratamiento en red son una forma de abordaje particular de Córdoba que es reconocida por la Nación”, cerró.

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