El viaje del Papa a la Argentina depende de su salud -que, por ahora, está muy bien-, no de un eventual triunfo electoral de Javier Milei. La afirmación fue pronunciada de modo categórico esta semana en las cercanías de Francisco, al recrudecer las especulaciones de que su visita estaba en duda tras la misa de desagravio a su figura que oficiaron los curas villeros por los insultos y severas críticas que le propinó en el pasado el líder libertario.
En los pasillos vaticanos se fue más allá. “La visita no depende del triunfo de ningún candidato”, se escuchó. Recordaron que el pontífice confirmó el mes pasado en una entrevista a un medio español que el viaje “está programado” para después de las elecciones, más allá de los estudios de factibilidad que rodean a todo periplo papal. Y que se baraja una fecha “más hacia el final que hacia el principio” del primer semestre de 2024.
La aclaración adquiere más relevancia porque fue hecha luego de que, hace dos semanas, el propio Francisco alimentara la incógnita en el vuelo de regreso de Mongolia, en diálogo con los periodistas, cuando uno de ellos lo consultó sobre una posible visita a Vietnam y él le respondió: “Para mí ahora hacer un viaje no es tan fácil como al principio, hay limitaciones para caminar y esto limita, pero ya veremos”.
La insistencia en las cercanías de Francisco de su voluntad de venir al país no se ciñe a ratificar la voluntad de visitar a sus compatriotas luego de once años de haber sido elegido, interpretan en medios eclesiásticos. Conlleva el mensaje de que su visita está por encima de los avatares políticos y las opciones partidarias, incluida la simpatía que se le atribuye por el peronismo kirchnerista.
El señalamiento parece venir a cuento luego de la misa de los curas villeros que no habría convencido al propio desagraviado, nada afecto a responder insultos y críticas impiadosas como se demostró cuando, como arzobispo de Buenos Aires, era acusado por el periodista Horacio Verbitsky en reiterados artículos y en libros de haber sido cómplice de la última dictadura militar
El entonces cardenal Jorge Bergoglio tardó diez años en salir al cruce de las acusaciones -que eran alentadas por Néstor y Cristiana Kirchner- y exponer para el libro “El jesuita” su versión acerca de su papel durante el terrorismo de Estado y, en particular, ante el secuestro de dos sacerdotes jesuitas cuando era el superior de la congregación en la Argentina.
La advertencia de Francisco
Es cierto que Francisco, en una de las entrevistas que concedió en marzo a raíz del décimo aniversario de su papado, realizó una sugestiva recomendación acerca de cómo canalizar el enojo con los políticos porque, recordó, de ese malestar surgió Adolf Hitler en Alemania. Pero las fuentes dicen que esa advertencia del Papa debería ser suficiente por ahora.
No obstante, la principal objeción a la iniciativa es que la Iglesia dio la impresión de haber descendido demasiado al barro de la campaña electoral y que terminó dejando el mensaje de que un católico no puede votar a un candidato determinado, dos aspectos que el clero católico procura evitar porque, sencillamente, no le corresponde.
Un dato elocuente es que la misa se ofició en una villa de la ciudad de Buenos Aires, pero no estuvo presente el arzobispo local, es decir, Jorge Ignacio García Cuerva, quien dicho sea de paso -si bien no se define como cura villero- vivió muchos años en asentamientos, llegando a ser el párroco de la villa La Cava, en San Isidro.
También fue llamativa la falta de adhesión de la cúpula del Episcopado -que agrupa a todos los obispos del país-, presidida por monseñor Oscar Ojea. “La misa de desagravio es una iniciativa de los curas villeros, un sector de la Iglesia relevante y respetado”, decían cerca de las autoridades eclesiásticas para tomar distancia.
Jorge Garcia Cuerva, el arzobispo de Buenos Aires, no partició de la misa de los curas villeros.Es claro el aprecio y valoración del Papa por los curas villeros, un sector al que potenció cuando era arzobispo de Buenos Aires. Quien presidió la misa, el obispo Gustavo Carrara, es uno de ellos, ascendido al episcopado por el propio Francisco. A su vez, el pontífice tiene una relación entrañable con el padre Pepe Di Paola.
Además, es obvio la consternación del clero por los insultos de corte escatológicos a Francisco de Milei y sus acusaciones de “encarnar al Maligno”. Pero también es evidente que fueron propinados hace algunos años y que, tras las PASO, el libertario dijo que lo respeta al Papa como “jefe de la Iglesia y de Estado”.
Los curas villeros argumentan que las manifestaciones hirientes de Milei adquirieron otra dimensión luego de que el resultado de las primarias abiertas lo dejaron bien posicionado para la Presidencia. Incluso, el libertario se impuso en varias villas emblemáticas de Capital y GBA.
Los curas villeros realizaron una misa de desagravio a la figura del Papa tras los insultos de Milei.Semejante terremoto acaso explique una misa que disparó internamente la polémica.