Los mismos requisitos que busca casi con vehemencia, en cada equipo laboral que lo convoca -o viceversa- son los que definen a Nicolás Francella de pies a cabeza. “Para mí cada cosa que tenga ganas, cabeza y amor va a salir bien. No hay forma de pifiarle. Es un ADN con el que me identifico y del que me es difícil escapar”, suelta el actor.
Y parte de los mandamientos que persigue y ejerce el protagonista de Una flor en el barro -emotivo drama social que estrena en salas de cine el jueves 28 de septiembre- lo convoca a nuevos espacios.
“Acá tuve la oportunidad de producir mi primera película, no desde el comienzo sino a partir de la segunda parte que era la venta, las estrategias de comunicación y la edición”, dice Nicolás Francella a cuenta del doble rol que, en su escala de pendientes creativos, hace rato pedía pista.
Lejos del tedioso rodaje veraniego, que lo llevó a medirse el traje de profesor suplente de escuela del conurbano en 2022, el actor le suma capas de abrigo -y té con mucho jengibre-a una mañana gris de falsa primavera.
De una empatía encriptada en finas capas de ternura, Nicolás y la actriz debutante de 8 años, Lola Carelli -en la ficción, una niña superdotada intelectualmente y de bajos recursos en busca de oportunidades– defienden un vínculo tan hondo como entrañable.
“Había algo del mano a mano con ella que me enternecía y cuando me mandaron el guión me emocionó. Además de estar en contacto con un montón de chicos, que se me da fácil”, dice el hijo mayor de Guillermo Francella, sobre el filme que invita al plan familiar en salas porteñas. “Le pusimos mucho corazón a esta peli bella, dura y conmovedora. Y es la primera vez que se me da la oportunidad de hacer algo desde otro lugar”.
En «Una flor en el barro», Nicolás Francella se largó a producir. Tiene experiencia, además, en el rubro gastronómico. Foto: Juano Tesone -¿Te sacaste las ganas de producir?
-Me las saqué y arranqué a hacer algo que quiero hacer. Que se dio de una forma que no fue planeada y me encanta. Se me abrió una ventana, que era potenciar la película desde una plataforma e hilar fino sobre qué tipo de comunicación queríamos y me entusiasmó muchísimo. Además de volver a trabajar con el director “Nico” Tuozzo, que ya nos conocemos de Los padecientes, pero en este rodaje nació un vínculo diferente a la primera vez.
Cambio de rol
-En algún momento fuiste el niño en un set y ahora sos el adulto que acompaña. ¿Te interpela ese pasaje? Debutaste con un papel chico en el filme «Papá es un Ídolo».
-¡Ese fue el primer trabajo de mi vida! Y como tengo buena memoria y soy muy observador, me acuerdo todo de esa peli. Hasta de la prueba de vestuario en un baño del Sheraton, de Puerto Madero. Jugar con el actor “Seba” Francini y haber llorado con mi hermana a mares cuando a mi papá (Guillermo Francella), en la película, le agarra un problema cardíaco y no se podía creer cómo lloramos los dos.
Por eso también era muy difícil no valorar el esfuerzo que hacía esta chica de 8 años, que cuando terminó de filmar se quebró de una forma…
-¿Fuiste un poco hermano mayor?
-La ayudábamos con temas técnicos, pero “Lolita”, elegida en casting, fue bárbara. También hay un tema de sostener la concentración e incentivar a los chicos a que tengan energía porque eran las 7 y media de la mañana.
-Trabajar con niños y animales tiene mala fama y vos venís de encarar las dos.
– Sí, filmé The Penguin & The Fisherman, mi primera película americana, que dentro de la historia B, son biólogos en la Patagonia que están con la madriguera de los pingüinos y estuve en contacto todo el tiempo.
Pero eran pingüinos que no pueden volver al océano por problemas de salud, entonces están cuidados y adiestrados. En la película un 85 por ciento es real. Era toda una acrobacia agarrarlos, tocarles el pecho, que los bloqueas para el movimiento…
Nicolás Francella, como un maestro en la película dramática «Una flor en el barro».-¿Apuntabas al mercado americano o se dio la oportunidad y te mandaste?
-La historia es bellísima y es real, hasta hay un documental de esta historia que pasó en Brasil. No lo busqué, pero estudié toda mi vida inglés y, de casualidad, hace dos años estoy con una profesora nativa canadiense, que vive acá. Hice casting y quedé.
-Que estuviera el actor Jean Reno habrá aportado su cuota surrealista…
-No compartimos escena, porque él grabó en Brasil y yo en Patagonia. También está Adriana Barraza y el director de fotografía es el de la película Quisiera ser millonario (Slumdog millonaire). Pero sí hubo una única vez que en un estudio coincidíamos con Jean y yo dije: avísenme, que lo quiero conocer.
-¿Y te avisaron?
-¡No! Y en la vorágine del rodaje le tocaba filmar pero no se llegó con su escena, entonces se volvió y me perdí de conocerlo. Ahora estoy con la idea de llegar al festival que ellos pretenden, para poder hacerlo.
Cuántas veces mirar una película
Nicolás Francella tiene otros emprendimientos, además de la actuación. Es algo que aprendió de su familia. Foto: Juano Tesone-Sé que solés mirar tus películas una sola vez y es lejos de ser tu momento favorito. ¿Ya rompiste tu racha?
-Esta la vi más de una vez, pero por cápsulas que armé para la producción y comunicación de la peli. Puedo verme, pero no lo elijo tanto. En los estrenos de prensa no disfruto ser el centro de atención.
Es el día de hoy que para los estrenos tengo que armar una lista de mis amigos, de mi vida y les digo: es sin compromiso. Decí que tengo amigos de la vida y familia que les divierte el plan.
-Y a vos un poco de calor te da…
-Sí, porque hay también una demanda de esperarme, de hacerme una devolución auténtica y hay algo de querer sacármelo de encima. Pero no es rebuscado, sino desde un lado muy honesto. Puedo estar y disfrutarlo también.
-Empezaste como productor en “la cocina” de programas de televisión y hoy sos empresario gastronómico en Mailo, tu restó en Nordelta. ¿El productor nunca se apaga?
-Es que me encanta y lo haré siempre. Es muy difícil salir de ese productor. Después lo empresarial, tener algo aparte, es porque he tenido mucha charla con colegas, con mi papá y se qué tipo de profesión es esta.
A veces no quiero exponerme en algún trabajo donde no estoy cómodo y trato de, si bien hoy puedo vivir de la profesión, tener alternativas para poder elegir con más seguridad. Permitirme decir que no y tener otro tipo de ingresos. No es que de un día a otro tuve un ingreso paralelo… Tuve la suerte que se construyó, con familia y me divierte la gastronomía.
-El nombre del local tiene las iniciales del apellido menos ruidoso de tu familia, ¿no?
-En realidad es el apellido de mi primo, pero no de sangre. Es mi padrino de confirmación. Que es Federico Maillo, y quedó el nombre sin una L. Ahora la idea es abrir el primero en Capital, que ya estamos avanzando.
En clase. Nicolás Francella, como un maestro contenedor en «Una flor en el barro».-¿Cuando queman las papas, te arremangás?
-Me arremangué los primeros meses. Fajinaba, tuvimos la suerte y mala suerte de abrir en temporada alta. De golpe explotaba, nos quedábamos sin platos y había que lavar y fajinarlos rápido. Nunca toqué una comanda, porque es como una orquesta.
Pero he hecho desde caja a pasearme por el lugar viendo si la gente está comiendo rico. Hoy, cuando puedo, estoy. Pero yo me encargo de todo lo previo: la arquitectura, el diseño, la comunicación, la estrategia. Ambientación y diseño es lo que más me gusta.
-O sea, que tu casa debe ser digna de revista de decoración…
-Ahora está en pleno proceso porque cambié cosas, vendí y está un poco vacía. Tuve que levantar un deck que se pudrió y entre viajes y laburo, no le presté tanta atención, pero es mi casa y es mi lugar. Estos meses la armaré de vuelta.
Privacidad y exposición
-Tu Instagram es abierto, pero también tenés cuenta privada, no apta para portales curiosos que puedan levantar notas tuyas.
-La cuenta privada la tengo hace años y está muerta, únicamente está activa por grupos de amigos y familia. En su momento me hice una pública para trabajar, pero no uso tanto redes tampoco.
-¿Cómo lidiás con la carta de la exposición, que te salpica de rebote por el oficio y el linaje artístico familiar?
-Me llevo bien y no he tenido malas experiencias. La trato de vivir con muchísima normalidad, aunque es el día de hoy con años en la profesión, de haberlo vivido toda mi vida, que a veces veo situaciones de mucho cariño por ejemplo con mi viejo y aunque todo es amor, a veces me cuesta ponerme en sus zapatos.
-También sos cercano a una generación que hace y consume streaming, tu hermana (“Yoyi” Francella) abrió ese abanico. ¿Te tentaron en algún medio no tradicional?
-No me han tentado. Pero hoy en día creo que no está en mis planes.
Nicolás Francella cuenta que cuando ve el amor que la gente le entrega a su padre Guillermo, le cuesta ponerse en sus zapatos. Foto: Juano Tesone -¿Consumís streaming?
-No, como el streaming es YouTube y yo no suelo hacer home office, no tengo esa dinámica. Puedo tener la radio en el auto y en tele de aire miro deportes. También me encanta cuando estrena tira diaria ver el primer capítulo, acompañar y creo que eso todavía no se perdió.
Está bueno fogonear también que a la tele le está yendo mejor. Porque está la tendencia de: “a ver cómo se la pega…”. Se habla más de si algo hace 4,2 que si hace 17,3 puntos, que solo se comenta durante una hora. Y para mí es el peor camino.
Un hombre paciente
Con dos proyectos “dando vueltas”, entre los que asoma la adaptación de una película en carpeta y otros más esperando ver la luz, Nicolás entrena la paciencia.
“Fue un año muy particular, más de búsqueda y armado de proyectos, con poco laburo porque mermó mucho todo. Por eso estoy un poco desligado ahora, en una etapa más personal”, describe.
-¿Te obligás a hacerlo?
-Sí, planificar es contraproducente. Primero porque esta profesión no es estable y si lo he hecho, elijo no hacerlo más. Es una estrategia mía para, no te quiero decir salud mental, pero sí. Me parece que es más sano y si estás muy pendiente, esta profesión te come y te pasa factura. Por eso la búsqueda de abrir un poco el camino.
-¿Y en el proceso, qué disfrutás más?
-Disfruto mucho mi casa, mis tiempos, estar conmigo y con gente que quiero. No me quiero poner tan profundo, pero es una edad en la dejás de elegir algunas cosas con las que antes conectabas. Pero elijo estar conmigo, en mi casa, ir mucho a comer, hacer deporte, conocer gente. También hago terapia y es la primera vez que hago diván.
-Alguna vez contaste que tenés una lista de notas en el celular, donde anotás gente que te gusta mucho cómo trabaja, para considerar en futuros proyectos.
-Parece medio freak, pero yo festejo cuando entro a un rodaje y de golpe me encanta cómo labura la maquilladora. Me estoy cambiando, entro al block de notas y pongo el nombre de ella. O, de repente, hay una situación caótica y la productora ejecutiva es súper efectiva. Y así voy anotando con la idea de producir, de dirigir.
-¿Te ordena tener ese back up?
-Es que cuando me anime o tenga lo que quiero, que es dirigir algo personal o lo que fuera, si me pego una piña quiero tener un equipo que me dé una mano. No voy con lo necio de querer dirigir mis cosas.
-¿Tenés otras listas?
-No, pero tengo un cuadernito con frases que van con una cierta emoción y profundidad. Es como mi cajita negra. Con frases para releer, tachar, dejarlas a un costado.
A veces también uso las notas del celular para recordarme lugares de comida, en viajes o calles. No uso agenda, debería. Soy muy ordenado cuando trabajo y desordenado cuando no. Cuando viajo tampoco soy de tener todo organizado, los últimos fueron un poco “que salga lo que salga”.
-Estás viajando cada vez más seguido.
-Se dio una seguidilla, pero a veces parece que por estar filmando estás viajando meses y meses. Sí estuve más de un mes en España, que participé de una serie con Oscar Martínez. Pero me gusta mucho estar y trabajar acá.
Familia unida: Guillermo besa a su hija Johanna. Completan la escena Nicolás y María Inés, esposa de Guillermo. Foto: Movilpress -Además, los asados familiares no los tenes allá….
-También mermaron un poco esos asados, porque con mi familia nos vemos muy seguido, todo el tiempo. Y sin planearlo. Entonces generalmente con mi hermana pasamos por el departamento de mis papás sin planificar, merendamos o pasamos dos horitas y tomamos un mate.
WD