El Real Madrid ha cerrado el fichaje de Jude Bellingham por 103 millones, pero si no ocurre nada raro se disparará hasta los 130 ya que hay variables por 30,9 ‘kilos’, con cláusulas de fácil cumplimiento por 25 millones. ¿A quién le interesa que esos 25 millones no contabilicen en el importe final, al club de fútbol que los paga para rebajar el coste de cara al público o al que vende para amortizar esos millones cuando le convenga con ingeniería financiera?
A nivel contable, la división de un fichaje entre costes fijos y variables permite varias maniobras de ingeniería financiera, según expertos en la contabilidad de clubes profesionales consultados por El Periódico de España, de Prensa Ibérica. Cuando un club ficha a un jugador, divide contablemente el desembolso en función de las temporadas por las que se comprometa. Si, por ejemplo, un jugador cuesta 10 millones y firma por cinco temporadas, el club de destino imputa dos millones en amortizaciones en cada uno de esos cursos.
El delantero polaco del FC Barcelona Robert Lewandowski celebra su segundo gol ante el Real Valladolid. FE/ Quique García / EFE
Comprador y vendedor
Añadir costes variables permite concentrar la amortización en el curso en el que alcanza el objetivo, rebajando la factura contable en los primeros años. Y al club vendedor le permite no imputar en su primer ejercicio contable todo el dinero del traspaso, guardándose ese parte presuntamente variable para futuros años. Engordando así presupuestos de ingresos futuros. Hace años, esta estrategia servía para burlar la normativa del límite salarial de LaLiga, dado que la patronal solo imputaba en esos límites las cantidades pagadas en los traspasos. Así, algunos clubes pactaban que casi todo el importe de un traspaso se contabilizara como bonus por objetivos. No consumían límite salarial en el momento del fichaje, sino que aplazaban la contabilidad al momento en que el objetivo se cumplía.
Con el tiempo LaLiga corrigió su propia normativa y una comisión valora si el objetivo es muy probable o no. Por ejemplo, si hay un bonus en el traspaso sobre si un jugador marca más de cinco goles y lleva varias temporadas superando esa cifra, LaLiga lo cuenta como un desembolso ya realizado y que, por tanto, consume límite salarial.
Regresando al fichaje de Bellingham, el Madrid abonará esos 25 millones si en los próximos seis años (duración del contrato del inglés) los blancos ganan la Liga o la Champions. Desde que ganó su tercera Liga, en 1954, nunca ha estado más de cinco años sin conquistar el campeonato. Además, el Madrid también pasará por caja si se clasifica para la Champions, algo que lleva ocurriendo de forma consecutiva en las últimas 27 temporadas. En lo personal, el jugador cobrará entre dos y tres millones si gana el Balón de Oro, si gana The Best o entra en su once ideal, o incluso por minutos jugados.
Laporta y Dembélé, durante el anuncio de renovación del delantero francés, el pasado verano. EFE
El fichaje de Ousmane Dembélé por el Barça se cerró en 105 millones y 40 en variables. Entre ellas un bonus de 10 millones por clasificarse para la Champions en un intervalo de cinco años, cosa que ocurrió, y otro por cumplir 50 partidos con la camiseta azulgrana, hito que también completó. A esas variables se sumaron 20 millones más que se incluían, realmente un fijo, para el Stade Rennes, club formativo del futbolista.
Otra cláusula de fácil cumplimiento fue la que firmó el Real Madrid cuando contrató del Mónaco al colombiano James. A los 75 millones del traspaso se sumaron diversas variables, entre ellas una que le hizo pagar al Madrid un millón de euros cada vez que los blancos se clasificase para la Champions en las siguientes cinco temporadas, con lo cual pagaron cinco millones más, además de cinco para el club monegasco si el colombiano se metía entre los tres primeros del Balón de Oro. Cosa que no ocurrió.
Cláusulas disuasorias
Hay otro tipo de cláusulas con intención disuasoria, en este caso dirigidas a los futbolistas. La más famosa es la que se incluyó en el contrato que firmaron el abogado de Luis Figo, Jose Veiga, y el aún candidato Florentino Pérez, cerrando el fichaje del portugués si ganaba las elecciones. En el contrato había una cláusula que al portugués y a su abogado se les pasó por alto, por la que si Pérez ganaba las elecciones y Figo se negaba a ir al Madrid, el jugador pagaría 30 millones al club blanco. Cuando Florentino ganó, el jugador se negó a ir en primera instancia, pero aquella cláusula selló su suerte.