Alexis Gómez estuvo detenido entre 2013 y 2019. Buscó ayuda, decidió volver a estudiar y enfatizó: “Hoy quiero ser chef y regalarle una hermosa vida a mi hija”.
29 de junio 2023, 09:00hs
Alexis Gómez quería volver a la cárcel. Se sentía más seguro adentro que afuera. Corría el año 2019, había recuperado su libertad hacía menos de 72 horas, y después de lo que lo recibiera su familia y lo visitaron sus amigos, hubo un momento de soledad en el que se sintió inseguro.
El rosarino de 29 años había caído en 2013. Fue condenado por robo calificado y portación de armas en un asalto en un supermercado de la ciudad, protagonizado junto a otro delincuente que, al intentar escapar junto a él, cayó de la moto y murió en el lugar.
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Alexis había estado preso en otras ocasiones, pero nunca por un hecho como este. “Terminé la primaria hace poco. Porque el colegio lo dejé de chico. Me dediqué a hacer otras cosas. Cosas malas que en ese momento quería hacer. Hoy por suerte cambié demasiado, hasta me da vergüenza decir que robaba”, explicó a TN.
También contó que aún lo atormenta saber que durante muchos años lastimó e hizo sufrir a “muchas personas que no lo merecían, que laburaban para tener algo”.
“Mis papás quisieron lo mejor para mí, yo fui la oveja negra de la familia. Agarré otro camino porque me gustaba. Tuve el apoyo de ellos para que me formara, pero cuando comencé a delinquir, y a tener guita fácil, no pude parar”, expresó.
“No pensaba en las consecuencias”
Se juntó con gente de su edad y comenzó a robar durante la adolescencia. “No tenía miedo: iba, lo hacía y listo”, dijo Alexis, que en aquel entonces “no pensaba en las consecuencias”.
“Había pasado por distintas comisarías, pero nunca tanto tiempo. Eran causas mínimas, nada que ver con la última. Cuando caí y me subieron al patrullero pensé que no salía nunca más. Eso fue lo primero que se me pasó por la cabeza”, contó.
Y agregó: “Aún recuerdo toda la secuencia del allanamiento. Me veía muchos años adentro porque lo que había hecho era muy grave”.
Para Alexis, lo peor de estar preso es la sensación de no valer nada, de “ser simplemente un número”. Reconoció que los primeros días fueron los peores, hasta que conoció a un grupo de personas que lo hizo vivir en mejores condiciones.
“Fueron feas esas semanas, porque inevitablemente tenés que sobrevivir al ritmo que se vive ahí adentro. Te tenés que pelear si estás solo o esperar a que alguien te quiera brindar lo mejor. Yo vivía en alerta por lo que podía llegar a pasar”, relató.
Alexis continuó: “Estás encerrado en una pieza, no tenés baño, no tenés nada. Solamente una cama de piedra y listo. Si sos débil mentalmente te volvés loco. No nos llevaban a enfermería y a veces no nos daban la comida. Te tratan muy mal, al igual que a las visitas que van a verte”.
Durante los primeros años de encierro, Alexis se dedicó a sobrevivir. A vivir el día a día. “Los últimos dos años pude conseguir un trabajo. No es fácil que te lo den”, explicó.
Cinco máximas para una nueva vida
El maestro pastelero, en pareja con Yamila y a la espera de su primera bebé, a quien llamarán Évole, tomó la iniciativa, decidió acercarse a una asistente social para decirle que quería cambiar. Que quería estudiar pastelería y tener un oficio.
“Si tuviera que aconsejar a alguien, o contar mi experiencia, lo primero que le diría es que él se tiene que acercar y buscar el cambio. Los asistentes sociales me dieron un permiso para estudiar Pastelería. Porque me gustaba la cocina y siempre quise hacerlo. Eso me permitió salir con otra mentalidad”, sostuvo.
Cuando recuperó su libertad, a Alexis lo atravesó la sensación de necesitar regresar a estar tras las rejas. “Te acostumbrás a vivir de una manera y afuera no te sentís cómodo. Ya el ruido te molesta. Incluso yo tenía mucho miedo. Quería volver”, recordó.
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Al normalizar su situación, gracias al apoyo de su pareja y a Tercer Tiempo, una ONG que le dio trabajo, Alexis comenzó a disfrutar de la tranquilidad que le regalaba el mundo exterior.
Su segunda máxima fue cortar todo tipo de vínculo que lo llevara nuevamente a delinquir: “Adentro conocés mucha gente y afuera te siguen ofreciendo hacer cosas. No alcanza con decir que no. Hay que cortar el contacto, porque a la corta o a la larga terminás cayendo”.
Su tercer paso fue buscar un trabajo, situación que lo llevó a forjar una perseverancia que no sabía que existía en su interior. “Afuera no sos bien visto. Por un tatuaje, un corte en el brazo o la vestimenta ya te contestan o miran mal. La discriminación es muy dura”, indicó.
Alexis agregó: “He ido a bares y me sentía incómodo por cómo me miraban. Llegué al punto de no querer salir más. Incluso me generaba bronca, porque no hacía nada e igual me trataban como un delincuente. Así que busqué apoyo”.
En Tercer Tiempo encontró el sostén que necesitaba. Un lugar que no solo lo mantiene ocupado, le da un trabajo y gana un sueldo, sino que le permitió potenciar su formación como cocinero, a tal punto de soñar con estudiar y ser chef.
“Diría que ese es mi cuarto consejo: tener un propósito, un objetivo. A mí me encanta cocinar y eso me llevó a no querer hacer más lo que hacía antes y sí buscar mejorar en lo que me gusta”, dijo Alexis.
Tercer Tiempo es una organización que comenzó llevando el rugby a las cárceles santafesinas y continuó incluyendo a muchos que estuvieron detenidos en un programa de contención y formación laboral.
“Lunes y martes hago mantenimiento. Doy cursos para chicos del barrio, a quienes les enseño la panificación. Jueves y viernes hacemos ventas para el club de rugby. Hago panes, pizzetas, fideos. Un montón de cosas”, contó.
“Económicamente, estoy bien, me dan un salario y de lo que se vende me dan una parte”, continuó Alexis, que estableció su quinta máxima, relacionándola directamente con el cariño y la ayuda que recibe en la ONG.
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“Aprovechen las oportunidades que les da la vida, aunque sean mínimas, hay que aprovecharlas. Es importante relacionarse con gente que quiera lo mejor para uno. Y entender que estar preso no es vida. Es hermoso andar por la calle sin temor a que te pase algo o te agarre la Policía”, enfatizó.
Y completó: “Yo recapacité. Cambié mi manera de pensar, perdí tantos años de mi adolescencia y no es bueno… Me propuse buscar la ayuda necesaria para cambiar la manera de pensar. Si seguía con la mentalidad de seguir robando no hubiese descubierto lo que me gustaba. Hoy quiero ser chef, estudiar y regalarle una hermosa vida a mi hija”.