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29 septiembre, 2024

Javier Milei sufre el síndrome del gobierno de macri

La audacia de las reformas que propone el Gobierno despierta en los observadores la pregunta sobre si podrá sostenerlas en el tiempo. No hay nada que ahuyente más a las inversiones que la inestabilidad jurídica. La Argentina es recorrida en estos días por decenas de enviados de empresas y bancos de los países interesados en invertir que preguntan si los proyectos tendrán aprobación. Pero, más importante, se interesan sobre la sustentabilidad jurídica y política en el tiempo que justifique alguna inversión.

El gobierno de Milei sufre el mismo interrogante que le hacían a Macri entre 2015 y 2019. ¿No vendrá en el futuro un nuevo gobierno que vuelva todo hacia atrás? Ya en 2017 Macri admitía que con el peronismo enfrente nada de lo que lograse su gobierno podía durar mucho. En 2019, cuando perdió el poder, se resignó: con este peronismo “secuestrado” por Cristina no se puede gobernar. Y no pudo gobernar.

Los proyectos elevan el número de las emergencias de las 9 heredadas a 11. El estado de excepción es otra prueba de debilidad, es por dos años y renovable por otros dos. O sea, todo su mandato como presidente. Esta tendencia ha sido criticada por el pensamiento liberal de izquierda y de derecha como un veneno institucional. “El estado de excepción es en nuestros días la estructura normal del poder político”, decía ya en 1996 el filósofo Giorgio Agamben (“Medios sin fin: Notas sobre la política”).

Un peronismo en cuarentena

Milei tiene los días contados para responder a este enigma. La posibilidad de ganar un segundo ballotage simbólico depende de dos factores. Uno es cuánto tiempo va a durar la pandemia cristinista. La toxicidad del peronismo ante la opinión pública es lo que le permite avanzar sobre el Congreso. En Diputados el peronismo ha logrado un bloque unificado en 101 bancas. Es la primera mayoría, pero nadie quiere sacarse una foto con ellos. Y menos mientras Máximo Kirchner siga hablando como si fuera quien controla al sector. “Menudo favor nos hace”, se quejan los peronistas del Congreso, que ven cómo Milei hace músculo a costa del desprestigio de ellos.

En el Senado le cuesta al peronismo salir del closet de los 33. La alianza anti-Cristina que armaron Juan Carlos Romero y Humberto Schiavoni (exsenador) desalojó al peronismo de la casa y se quedó con todos los cargos de la mesa de conducción. Tampoco pueden los peronistas salir de la cuarentena en la que los dejó el gobierno de los Fernández. Mientras dure esta pandemia, serán víctimas de Milei que los vampiriza en beneficio propio. Lo suyo va a durar lo que dure el desprestigio de esa oposición.

Los 23 que quiebran la polarización

El segundo factor es la “balcanización” de los diputados en muchos bloques, además frágiles. En la legislatura pasada, la oposición se articulaba en un interbloque informal que sesionaba en ocasiones clave en las oficinas de Mario Negri del bloque radical. En momentos críticos llegaban a ser 7 los jefes de bloques que acudían a ese sanedrín y podían pelearse o acordar, pero salían con una posición medianamente unificada. Esa unidad informal no existe más y facilita el envión autoritario de Milei.

Compensa este vacío la constitución del bloque de 23 diputados que preside Miguel Pichetto y que une a Cambio Federal, Hacemos (schiarettismo) y la Coalición Cívica, que anima Elisa Carrió. Es el 5° bloque en cantidad de bancas y suma a legisladores con experiencia y claridad estratégica como Pichetto, Nicolás Massot, Emilio Monzó, Maxi Ferraro, Juan Manuel López, Paula Olivetto, Ricardo López Murphy, Florencio Randazzo, Margarita Stolbizer.

Este bloque de estrellas ya es la bisagra para cualquier decisión. Para un “No” opositor, el peronismo y la izquierda juntan 106 votos. Si se les suman estos 23, ya están en 129, integrando quorum para sesionar y votar. Enfrente, el oficialismo junta 78 entre La Libertad Avanza y el PRO, y puede sumar 35 de la UCR. Si a esos 113 se le suman los 23 “galácticos”, llegan ya a 136 y superan a la oposición del peronismo.

La espesura política de los nombres que integran el bloque Hacemos Coalición Federal se convierte en la referencia para cualquier debate que se plantee en la Cámara. El manual populista que aplica para hacer músculo Milei le hace prescindir de la política. Pero con este bloque de los 23 se le quiebra la polarización con la que busca jibarizar al Congreso.

Discutir todo para ganar poder

El Gobierno insiste en justificar sus impulsos programáticos con la pretensión de encarnar un aire de cambio. La intención se contradice con la falta de poder que tiene para emprender reformas desde una gestión pobre en respaldo electoral (29%) de la primera vuelta, cuando se constituyó el nuevo Congreso. Sin partido, ni equipo propio, sin legisladores ni gobernadores. Milei encarna la jefatura de un sector minoritario e inorgánico compuesto, por mitades, de jóvenes indignados con lo que había y que ahora se indignan con lo que hay, y otra mitad que expresa ese 15% que ha tenido históricamente en la Argentina la derecha conservadora de donde procede Milei en fondo y forma.

Las dos perdigonadas – DNU y ley ómnibus – se dispararon como si el Gobierno tuviera una mayoría del electorado – el imaginario 55% del balotaje – una mayoría legislativa, un liderazgo partidario y un anclaje territorial. Es lo que intenta llevando al Congreso y a un sector de la opinión a un estado de asamblea permanente para discutir todo, y al mismo tiempo. Se mueve como si tuviera poder, en busca del poder que no tiene.

Dividir más que unir

La amplitud y la densidad de las iniciativas que tienen el DNU y la ley ómnibus carecen del alma de todo proyecto, que es buscar la unidad para construir la mayoría que los respalde. La táctica es la contraria, un DNU y una ley ómnibus para dividir. Poner a la gente en situaciones de asambleísmo es una manera de lograr otros objetivos, que dice ver solo él, porque los demás “No la ven”, como reza la pantalla que viralizan sus adeptos.

Es un reflejo animal del político que busca salir de un problema, lo saben los intendentes que intentan resetear su gestión modificando el sentido del tránsito de las calles. Todos enloquecen y se fugan de la realidad discutiendo banalidades. La mezcla de iniciativas sin ponderar las prioridades también debilita la intención operativa de los dos paquetes. Mezcla proyectos que requieren mayorías diversas, por lo tanto, impide su tratamiento conjunto. Habla de retenciones y blanqueo, pero no dice nada del impuesto a las Ganancias. Incluye picardías que manifiestan la debilidad de origen.

El artículo 654, uno de los últimos de la ley ómnibus, busca ratificar el DNU 70/23. Por las dudas.

La tentación constituyente

La andanada tiene violencia, pero no fuerza. Si tuviera la mayoría de los votos que pretende el alarde reformista, directamente hubiera llamado a una reforma constitucional para darle más hondura a la pretensión. En materia política, el menú incluye proyectos que demuelen instituciones que incluyó, con rango constitucional, la reforma de 1994, como los partidos políticos. Demoler los avances de esa constitución ha sido uno de los objetivos del peronismo en los últimos 20 años. Uno de ellos es debilitar al distrito federal, que en esta reforma reduciría la cantidad de diputados nacionales.

La actualización de la cantidad de bancas por distrito mejora las chances del peronismo, como la elección por circunscripción, que eternizaría a los cacicazgos comarcales. De hecho, un artículo de la ley ómnibus, el 298, les saca a las provincias el control de las concesiones petroleras que impone la Constitución en el art. 124 y la llama “ley corta” de hidrocarburos. El gobernador de Neuquén, Rolando Figueroa, se lo advirtió el jueves al secretario de Energía de la Nación, Eduardo Rodríguez Chirillo. Este se disculpó y prometió enmendar lo que admite como un error.

CGT: Milei no cumple

Los primeros misiles van a venir desde el sindicalismo, cuyo andamiaje legal ha quedado herido en el DNU. Esa norma es una verdadera demolición del sistema legal del derecho individual del trabajo tal como lo conoce hasta ahora. Anula la mítica ley de Contrato de Trabajo de Juan Perón, y desarma la red de leyes y otras normas que se convirtieron en los últimos 70 años en una maraña protectora del poder de los sindicalistas. Flexibiliza el sector como nunca.

La principal herida es la derogación de los llamados “aportes solidarios”, que obligan a empleados y empresas a aportar cuotas no por los trabajadores sindicalizados sino por el total de las nóminas. Es una de las cajas más importantes que entra en pánico y va a Tribunales. “Nunca ningún presidente dejó de cumplirnos con lo acordado, de Alfonsín hasta Fernández, pero este no cumple”. La mesa de la CGT se había reunico con Guillermo Francos, que cerró algo que ahora no le cumplen. Cuando lo llamaron para reclamarle, el ministro del Interior diría: “Hablaron conmigo, pero yo no estoy en la mesa chica del Presidente”.

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