La reaparición de Gabriel Batistuta en la palestra en estos días fue, sin dudas, por motivos muy distintos a los que hubiese deseado. Una denuncia pública realizada por la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores por graves incumplimientos laborales en uno de sus campos de Reconquista (“hay trabajadores en situación de explotación, mal pagados, en condiciones deplorables”, sostuvo José Voytenco, secretario general del sindicato) hizo resonar nuevamente el nombre del goleador histórico, a más de 18 años de su retiro del fútbol profesional.
En la última década, las principales noticias que tuvieron como protagonista al exdelantero estuvieron vinculadas con disputas judiciales y aspectos relacionados con su salud. Para los centennials, su apellido quizás no diga demasiado. Sin embargo, quienes gozan de una memoria fresca tienen muy presente la notable carrera en el seleccionado nacional y en Europa del hombre nacido hace 54 años en Avellaneda, una ciudad separada de Reconquista por cuatro kilómetros y por un puente sobre el Arroyo del Rey.
Su recorrido en el fútbol argentino fue breve, pero intenso. Debutó en la Primera de Newell’s el 25 de septiembre de 1988 en una derrota 1 a 0 frente a San Martín en Tucumán (entró en el segundo tiempo por Marcelo Grioni). Apenas unos meses después pasó a River y fue campeón del torneo de la temporada 1989/90 con el equipo que dirigió Reinaldo Merlo durante la primera mitad del certamen y Daniel Passarella en la segunda, aunque no tuvo demasiada participación.
Batistuta, de la gloria en Europa a los millones en Qatar
Con el conjunto toscano vivió emociones fuertes: soportó un descenso, consiguió el regreso a la Serie A, se consagró dos veces en la Copa Italia (en 1996 y 2001) y una en la Supercopa de Italia (1996), y gritó más goles que nadie con la camiseta violeta: marcó 207 en 332 encuentros.
El vínculo con los hinchas fue tan intenso que el 5 de noviembre de 1995, cuando cumplió 100 partidos en el club, fue descubierta en la Curva Fiesole del estadio Artemio Franchi una estatua de cuatro metros de altura dedicada a él, realizada por los artesanos del Carnaval de Viareggio.
Si Bati dejó huella en Italia, mucho más potente fue su sello en el seleccionado argentino, en el que sus goles acompañaron tanto momentos de gloria como situaciones de profunda frustración. Fue el máximo artillero (6) de la Copa América 1991, en la que la Albiceleste se consagró en Chile y así cortó una racha de 32 años sin títulos en ese torneo. Dos años después, hizo los dos goles en la final ante México, en Guayaquil, que permitieron retener la corona subcontinental.
En cambio, los tres Mundiales que disputó se saldaron con dolorosas eliminaciones. En 1994, el conjunto que dirigía Alfio Basile cayó en los octavos de final ante Rumania después de la exclusión de Diego Armando Maradona. En 1998, el equipo conducido por Daniel Passarella quedó en el camino en los cuartos de final, vencido por Holanda. Y en 2002, el elenco de Marcelo Bielsa ni siquiera pudo atravesar la fase de grupos.
En cada uno de esos tres certámenes consiguió anotar: hizo cuatro en Estados Unidos, cinco en Francia y uno en Corea del Sur-Japón. Así llevó su cuenta a 10 gritos en Mundiales, un récord para un futbolista argentino que conservó durante dos décadas y que recién cayó en Qatar 2022, cuando Lionel Messi llegó a 13.
Esa no fue la única marca que atesoró y que Messi le arrebató: Batistuta fue, durante dos décadas, el máximo anotador en la historia del seleccionado. El 24 de abril de 1996, en la victoria 3 a 1 sobre Bolivia en el Monumental por las Eliminatorias para Francia 1998, igualó el registro de 32 tantos que ostentaba Maradona. Y lo superó cuatro meses después, el 1 de septiembre, en el empate 1 a 1 con Paraguay, también por la clasificación mundialista.
Su cuenta siguió engordándose hasta llegar a 54. El último fue el que selló la victoria 1 a 0 sobre Nigeria en el debut en la Copa del Mundo de Corea del Sur-Japón. Catorce años después de aquel último grito, el 21 de junio de 2016, Messi lo superó con un tanto de tiro libre en la victoria frente a Estados Unidos por una de las semifinales de la Copa América Centenario.
“¿Si me jodió que Messi me sacara el récord? Un poco, sí. Bueno, no un poco, bastante”, reconoció Bati en una entrevista radial. “Era un título que yo tenía, no era cualquier cosa. Iba por el mundo y me decían: ‘Es el máximo goleador de la Selección Argentina’”, añadió. En ese momento, pronosticó que Messi llegaría a duplicar su registro. Por el momento, Leo lleva 103: le faltan 5.
Sus últimos pasos como profesional los dio en Qatar, adonde viajó no solo para jugar, sino también para ser una de las caras visibles de un fútbol que, a fuerza de billetes, empezaba a intentar un despegue internacional que tendría como cénit al Mundial de Qatar 2022.
En el Al-Arabi pudo mostrar poco, condicionado por las lesiones en las rodillas y los tobillos, y el 13 de marzo de 2005 anunció el final de una carrera en la que marcó 355 goles y que le valió su inclusión en el Salón de la Fama Internacional del fútbol en noviembre de 2019.
Batistuta y su vida lejos del fútbol
Después de su retiro, sus vínculos con el fútbol profesional fueron mínimos, más allá de que su figura siguió y sigue siendo sumamente reconocida en el mundo. En diciembre de 2011, asumió el cargo de secretario técnico de Colón de Santa Fe. En ese rol, al que llegó por una propuesta del entonces presidente Germán Lerche, permaneció poco más de un año. Durante ese período, impulsó la contratación como entrenador de Roberto Sensini, quien había sido su compañero en Newell’s y en la Selección.
Su labor en el club santafesino finalizó el 2 de enero de 2013, cuando presentó su renuncia. “Realmente Gabriel no dispone de las horas necesarias para ocuparse como querría. Entonces no va a seguir, es lo mejor. Nosotros estamos muy agradecidos por el trabajo que realizó, fue muy importante”, explicó entonces el vicepresidente de la institución, Rubén Moncagatta.
Lejos de la pelota, Batistuta destinó su tiempo a la caza, la pesca, el polo y el golf, como así también a monitorear el funcionamiento de sus emprendimientos agropecuarios, en los que había empezado a invertir en la década de 1990, tras su pase a Fiorentina, y que actualmente administra Osmar, su padre, quien llegó a ser presidente de la Sociedad Rural de Reconquista.
Así como el fútbol le otorgó gloria, reconocimientos y los millones que utilizó para adquirir tierras en Santa Fe, también le pasó facturas en su cuerpo. En agosto de 2014, cuando llevaba casi una década alejado de los terrenos de juego, el exdelantero contó los padecimientos que estaba atravesando debido al deterioro en los cartílagos y los tendones de sus tobillos.
“Dejé el fútbol y, de un día para otro, no pude caminar más. He llegado a orinarme en la cama porque, teniendo el baño a tres metros, no me quería levantar por el dolor. Un día estaba tan desesperado que desde Reconquista me tomé un avión, me fui a ver a un doctor y le dije: ‘Por favor, cortame las piernas’”, reveló. Después de una doble operación para fijar los tobillos y un proceso de recuperación que le llevó un año y medio, durante el cual prácticamente no caminó, pudo mejorar considerablemente su calidad de vida.
En junio de 2021, el exjugador presentó una acción de amparo ante la justicia en lo Contencioso Administrativo Federal con el fin de ser eximido del pago del aporte solidario y extraordinario para ayudar a morigerar los efectos de la pandemia de coronavirus, que había sido aprobado por ley 27.605 del Congreso de la Nación en diciembre de 2020. En ese momento alegó que el aporte era confiscatorio y que atentaba contra sus emprendimientos productivos.
«Yo no quise pagar un impuesto y me mataron. No estoy de acuerdo, por eso protesté. No me parece justo que yo tenga que pagar por cosas que no hicieron los gobiernos anteriores. Resulta que vos ganaste cosas, tuviste suerte en la vida, y ahora sos un mal tipo”, se quejó el goleador en una entrevista publicada en el diario La Nación.
Unos meses antes, en marzo de 2022, Batistuta había sufrido otro embargo ordenado por el juez Alurralde. En ese caso fue por 3,9 millones de pesos (más un 15 por ciento en concepto de intereses y cuotas judiciales) y estuvo motivado por el impago de dos cuotas del Impuestos a los Bienes Personales del período fiscal 2021 y de aportes y contribuciones sociales.
Además de estos hechos, Batistuta había estado procesado entre mayo de 1998 y marzo de 2002 por presunta evasión impositiva: se lo acusaba de no haber pagado el Impuesto a las Ganancias del ejercicio 1991 por 124.564 pesos, derivado de los ingresos que había obtenido por su transferencia de Boca a Fiorentina. En esa causa, el juez en lo Penal Económico Julio Speroni dispuso su sobreseimiento.