A dos games de firmar el gran batacazo en Roland Garros estuvo Francisco Cerúndolo. A un puñado de puntos de conseguir el golpe casi imposible y de festejar la victoria más importante de su carrera, que podría haber arruinado definitivamente la temporada de Novak Djokovic. En la cancha principal de Bois de Boulogne, el porteño tuvo contra las cuerdas al máximo favorito y campeón defensor del Grand Slam francés. Pero como ya había hecho muchas veces en el pasado, Nole resucitó cuando parecía abatido, cuando el partido se le escurría de las manos, y se llevó un triunfo heroico.
El serbio, que luchó casi todo el encuentro con una molestia en la rodilla derecha, levantó una desventaja de 2-4 en el cuarto parcial, cuando estaba 1-2 abajo en sets, y forzó el quinto, en el que selló el 6-1, 5-7, 3-6, 7-5 y 6-3 y agigantó aún más su leyenda.
Porque llegó a los 370 triunfos en un “grande” y se convirtió en el jugador con más festejos en esa categoría, superando el récord que compartía con Roger Federer. El suizo quedó con 369, seguido por Rafael Nadal (314), Jimmy Connors (233) y Andre Agassi (224).
Porque también se transformó en el que más veces alcanzó los cuartos de final en este nivel (59, mejorando otra marca del suizo). Y porque además se dio una nueva vida en su campaña para conquistar su 25° Major y conservar el número 1 del mundo, que habría perdido con una derrota.
“Quizás hoy estuve a tres o cuatro puntos de perder el partido. Tengo que felicitar a Francisco porque jugó con excelente calidad. Se mereció más”, reflexionó exhausto Djokovic, tras esa batalla de cuatro horas y 39 minutos que libró sobre el polvo de ladrillo del Philippe Chatrier contra el argentino y contra él mismo. Fue el partido más largo de su vida en el Abierto francés. Superó por dos minutos el duelo contra Rafa Nadal en 2013, una semifinal que terminó en derrota, y por diez al choque del sábado contra Musetti.
Y poco después, puso en duda su continuidad en el torneo: “Venía con un pequeño problema en la rodilla desde hace algunas semanas. En el tercer game, deslicé y empecé sentir dolor. Pedí que barrieran la cancha, pero no lo hicieron. Creo que la lesión era evitable. Al final del partido estaba mejor porque tomé unos medicamentos. Me hice algunas pruebas que son positivas, pero mañana (por hoy) veremos si puedo seguir jugando”.
El primer set, que el serbio se llevó por marcador mentiroso, porque el desarrollo fue mucho más parejo de lo que reflejaron los números, fue una historia aparte. Las emociones fuertes aparecieron en el segundo, cuando Cerúndolo se sacudió los nervios, se plantó firme en la cancha y bajó del pedestal a quien es uno de sus ídolos.
El porteño, 27° del mundo y quien buscaba meterse por primera vez en cuartos de un Grand Slam, lastimó con su derecha, estuvo sólido con su saque y con su revés y jugó con la cabeza fría los momentos más calientes del encuentro. Así, logró ser protagonista ante un Djokovic que, tras trastabillar en el arranque del segundo set, acusó ese dolor en la zona de la rodilla que lo limitó físicamente.
Por la molestia, fue atendido tres veces por el fisio y tomó unas píldoras que le dio el médico y uno de esos “brebajes mágicos” que suelen enviarle desde su box. Y la incomodidad lo hizo perder el foco, porque se dedicó más a discutir con su equipo, a quejarse por la cancha y por alguna intervención inoportuna del público y a recriminarse cada error cometido.
“Casi no podía moverme y él lo notó y me hacía mover mucho. Pero yo no podía correr”, dijo Nole.
Cerúndolo vio su oportunidad y no la dejó pasar. Jugó con inteligencia y con paciencia cuando, a pesar de buscar y buscar, los quiebres se le escapaban. Confió en su tenis y se adelantó 2-1 en sets y hasta sacó 4-2 en el cuarto.
«Casi no podía moverme y él lo notó», afirmó Djokovic tras la heroica victoria. Foto AP Photo/Christophe EnaPero el porteño aprendió por las malas que al serbio -que venía de jugar un partido de cuatro horas y media ante Lorenzo Musetti, que terminó pasada las tres de la mañana del domingo- nunca, jamás, hay que darlo por muerto.
Ya sin dolor y con el empuje que bajaba de las tribunas, Djokovic volvió a meterse en el partido. Sacó lo último de energía que le quedaba, forzó a sus piernas a correr un poco más y logró dar vuelta un encuentro que tenía perdido.
Al argentino le quedará el sabor amargo de saber que estuvo muy cerca de la mejor victoria de su carrera, pero se fue con el orgullo de saber que hizo tambalear al número uno del mundo en uno de los escenarios más grandes del tenis mundial. Y con la certeza de que tiene tenis y cabeza para darle pelea a cualquier rival.
Nole, en tanto, jugará el miércoles, si la rodilla derecha se lo permite, con el noruego Casper Ruud (7°), a quien venció el año pasado en la final, por un lugar en semis. Sabe que necesita llegar a la final para tener chances de conservar el N° 1. Y aunque ante Cerúndolo mostró su lado más humano, su épica remontada dejó claro que para él, nada es imposible.