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17 noviembre, 2024

Josemir Lujambio, de goleador a criar vacas y ovejas: el uruguayo al que nunca le gustó el fútbol y hoy vive feliz en el campo

Del otro lado de la línea lo primero que se escuchan son pájaros y se adivina un escenario sereno. Lo segundo que se oye por el auricular del teléfono es el saludo de Josemir Lujambio (52), aquel delantero uruguayo que desembarcó en el fútbol argentino a mediados de los 90 y se puso la camiseta de siete clubes.

En total fueron 19 clubes en los que jugó a lo largo de su carrera, entre los amateurs del comienzo y los profesionales. Dejó su huella en Uruguay, Venezuela, Argentina, México y España. En la Primera División de AFA gritó 92, goles repartidos en Huracán Corrientes (16), Newell’s Old Boys (6); Belgrano (17); Banfield (33); Instituto (10) y Olimpo (10). En el Ascenso sumó otros 11 con el Globo correntino y cinco más en Atlético Tucumán.

Además, tiene siete tantos en repartidos en 17 partidos de cuatro ediciones de Copa Libertadores: uno con Defensor Sporting en 1992; otro con Bella Vista en 1993; tres con Marítimo de Venezuela en 1997 y dos para Banfield en 2007.

Hablar del retiro es contarlo en tramos. La primera vez que colgó los botines había tenido una campaña tan buena en Banfield –aunque empezó esquiva– que fue transferido a fútbol de México. Pensó que era el mejor momento para el retiro y a los 31 años dijo basta después de dos temporadas repartidas entre Querétaro y Celaya.

Lujambio, con la emblemática 31, hace el tercer gol de Banfield jante River, en la goleada por 4 a 1. Foto archivo ClarínLujambio, con la emblemática 31, hace el tercer gol de Banfield jante River, en la goleada por 4 a 1. Foto archivo ClarínTenía la misma edad que dorsal de su camiseta. Fue el número que adoptó cuando llegó al Taladro y pidió la 11. No tuvo suerte: el dirigente que se encargaba de ese asunto no le dio muchas opciones. “Así, medio con desprecio me dijo: ‘No está la 11, para vos está la 31’. Y yo le dije: ‘Dame el 31, tá’. Y desde ahí siempre que pude usé ese número”, recuerda.

Por eso cuando el entrañable Luis Garisto, que lo dirigió en Banfield en aquella campaña que a Lujambio le dejó una huella, lo llamó para sacarlo del retiro y ficharlo para Instituto, la volvió a usar. Después volvió al Taladro para jugar Copa Libertadores y la Copa Sudamericana con Julio Falcioni como DT, siguió en Olimpo de Bahía Blanca y volvió a anunciar el final como profesional después de una temporada en Atlético Tucumán en 2009.

Pero no lo fue. Afincado en el campo dónde cría ovejas y vacas en Paso de los Toros, Uruguay, lo vinieron a tentar en 2011 para jugar en Defensor, el club que representa a ese Departamento. Y volvió a decir que sí, como al año siguiente cuando cambió de camiseta y extendió su carrera en Porongos.

¿Hay otro regreso previsto?

–¡No! No jugué nunca más. La última vez me insistió mi hijo, un amigo y mi sobrino y fuimos a jugar al fútbol de cinco: 30 segundos duré. Le quise pegar como me acordaba y me desgarré en la primera que toqué.

Con la camiseta de Newell's, a dónde lleguó desde Huracán Corrientes. Foto archivo Clarín.Con la camiseta de Newell’s, a dónde lleguó desde Huracán Corrientes. Foto archivo Clarín.–Por lo que dijiste en otras ocasiones el fútbol mucho no te gusta. ¿Por qué volviste tantas veces?

–No era futbolero, siempre lo he dicho. El fútbol fue una oportunidad o una buena opción. Me di cuenta de que era una vía de llegada interesante a mi sueño, que era éste (por el campo). Y bueno, también tenía que apostar a al fútbol y hacerlo bien, ¿no? Porque tampoco es que en el fútbol te va a ir bien porque solamente quieras: tenés que esforzarte. Sabía que era invertir unos cuantos años dentro de él y después, seguramente, iba a disfrutar de lo que me dejaba.

¿De entrada no te interesaba el fútbol o fue un desencanto cuando entraste al mundo profesional?

–No me interesaba mucho, no sabía nada. Cuando yo entro al fútbol no tenía ni idea de qué era lo que se podía cobrar y en aquellos años todavía no era el boom que es hoy. Claro, todavía tenía que lucharla un poco más porque no se pagaban los dinerales que existen hoy. Pero bueno, era una posibilidad. Una posibilidad muy interesante para la época en la que vivíamos. Imaginate que yo con 17 años tenía lo que tenía mi viejo con 50, que recién habían hecho su casa, y yo ya tenía dos departamentos en Montevideo gracias al fútbol. Era totalmente bueno y rentable pensar en seguir en el fútbol. No había muchas opciones.

¿Qué querías ser?

–Ingeniero agrónomo. Nosotros éramos una familia media con los recursos necesarios como para vivir el mes a mes. Y si bien tenía claro que al principio iba a estudiar para tener una carrera para progresar, ni me imaginaba que fuera el fútbol. Pero bueno, vi esa posibilidad y no dudé. El día en que me iba para Montevideo, mi vieja me preguntó si iba a dejar de estudiar. «¿Qué te parece?», le contesté. Yo no jugaba al fútbol y de pronto me fui a la selección juvenil cobrando 25 dólares de viático por día… Imaginate. En ese momento yo andaba sin un peso y ahí nomás lo tenía aunque la diferencia es abismal de lo que de lo que representaba el fútbol en ese momento y en este

Sin ser un tipo fanático del fútbol, sin haber tenido ni siquiera esa aspiración, ¿cómo te llevabas con tus compañeros? ¿Padeciste ser futbolista o la llevaste bien?

–No, no. para nada, para nada. Si vos me preguntás qué rescato de mí, yo te diría que el adaptarme a la situación, a cualquier situación. Y en el momento en que yo empecé me di cuenta de que era la posibilidad de mi vida para el sueño que tenía. El sueño de toda mi vida era poder tener lo que hoy disfruto. Entonces sabía que eran esos años de jugador de fútbol y tratar de dar al cien por ciento, más allá de que a mí no me gustara. Me podía salir bien o mal, pero yo daba lo máximo, ¿viste? La vida del futbolista es linda. Es una burbuja dentro del mundo en el que vivimos: Comés y dormís en los mejores hoteles, tenés todo a mano. ¿Estás enfermo? Tenés los mejores médicos, las mejores clínicas. Entonces digo, adaptarse a lo bueno es muy fácil… En la mala, no tanto. Y mis compañeros lo sabían. Me adaptaba. Yo era un tipo que siempre estaba contento. No era de los que tenían discusiones. Creo que en 20 años de carrera no sé si habré tenido dos o tres discusiones en el fútbol.

Con la camiseta de Belgrano, su Con la camiseta de Belgrano, su «primer amor» en el futbol argentino. Foto: Archivo Clarín–¿Extrañás algo del fútbol?

–¿Sabés que no? Qué raro me siento hablando de esto, porque para mí el fútbol, como que fue, como que ya está. Hoy te digo la verdad, miro prácticamente nada de fútbol, nada. Mirá, lo único que miro es la Selección Argentina por Leo (Messi) porque me parece que más allá del jugador de fútbol, lo que es como persona es impresionante. Y rescato eso, rescato que todavía quede gente buena dentro del fútbol, porque yo considero que el fútbol se ha vuelto mucho en torno a la plata, a la política, hay muchos intereses creados, que no van con lo que yo quiero ser para mi vida.

¿Y la selección uruguaya no la mirás?

–No, no miro. He visto que está jugando muy bien, que trajeron a Bielsa y le dio un toque diferente. Uruguay está jugando algo que no jugaba en su vida, me parece a mí. Y yo no entiendo nada de fútbol, eh. Pero verlo hoy a Uruguay, los otros días, con el paseo que le pegó a Argentina en la Argentina, fue imponente. Me alegra que haya venido un técnico con esa capacidad, que lo haga jugar a Uruguay. Porque Uruguay tiene buenos jugadores. El tema es que, para mí, siempre desembocaba algo que que no nos gustaba. Más allá de que yo fui un picapiedra, a mí me gustaba ver jugar el buen fútbol. Hay confianza en que Uruguay está jugando muy bien, está jugando a lo que nunca jugó. Ustedes conocen más, pero me imagino que así.

¿Sentís que fuiste un picapiedra?

–Yo creo que sí. Yo no sé, no sé. Lo que pasa es la gente cree que como jugué al fútbol, yo sé de fútbol. ¡Y no sé de fútbol! ¿Viste que todo el mundo habla 3-4-3; 4-5-4 5,6… Yo no tengo ni idea. A mí me decían: jugá, entrá, marca un poco y cuando la pelota esté cerca del arco, métela para adentro. Y yo creo que era eso, no me consideré nunca un jugador de elite. Sí, un jugador que dejaba todo en la cancha. Pero no creo haber sido de los buenos.

¿Te hubiese gustado jugar más en la selección?

–En el momento que estaba, no era lo que es hoy. Había muchos problemas con los dirigentes, había veces que nosotros nos teníamos que pagar el pasaje… Ese era otro mundo. Entonces vos me decís: «¿De qué equipo sos hincha?» Y yo no soy hincha de ninguno, pero dónde mejor la pasás, es de dónde te acordás más. Y en la selección no fueron gratos recuerdos: no le ganábamos a nadie, éramos un desastre. Entonces no es si hubiese querido jugar más o menos, jugué lo que tenía que jugar y listo. Y tampoco hago ese balance.

Josemir Lujambio y en una producción en las viejas plateas de la cancha de Banfield. Foto: Emiliana MiguelezJosemir Lujambio y en una producción en las viejas plateas de la cancha de Banfield. Foto: Emiliana Miguelez–¿De dónde te acordás más?

–Hay dos equipos que fueron fundamentales para mí. Belgrano de Córdoba: ahí tuvimos un momento lindo, muy lindo, por todo lo que vivimos, incluso jugando el descenso. Porque era un grupo humano muy lindo, tirábamos todos para adelante y no era un club económicamente tan rentado. El otro fue Banfield, en la época de Garisto. Fue impresionante lo que vivimos después de estar prácticamente descendidos a tres partidos del primer campeonato y nos salvamos en el resto del año. Dije dos, pero son tres. El otro fue Sudamérica de acá de Uruguay. Ahí nos unió que todos éramos jóvenes, todos necesitábamos salir y la necesidad.

¿Mirás tus goles en Youtube?

–No, no, para nada.

¿Te acordás de algún gol propio?

–Uno de los goles que más me gustó fue de cabeza con Banfield a Lanús en un clásico que ganamos 1-0 (N de la R, fue 2 a 0, el otro tanto fue de José Sand, compañero de ataque en Banfield). Me acuerdo patente porque a mí los goles que más me gustaban eran los de cabeza.

¿Por?

–Porque yo no cabeceaba, no cabeceaba. Y cuando fui a Sudamérica, acá en Uruguay, Julio Ribas me enseñó. Yo tenía miedo a cabecear porque cuando chico había sufrido un golpe en la cabeza y tenía miedo. Él me sacó el miedo. Yo tenía la virtud de, más o menos, saltar bien. Otro que me gustó fue el que le hice a River, también de cabeza, con Banfield. (N de la R: ese día le metió tres, el primero fue de cabeza)

¿Y con qué te quedas del fútbol?

–Y… primero con el agradecimiento a hacia él. El fútbol me enseñó muchas cosas y aprendí, a valorar cosas que hoy son difícil tenerlas: hacer 100 dólares es muchísimo trabajo. Y en el fútbol, en el fútbol hacer 100 dólares era cosa de todos los días, ¿me entendés? La enseñanza de vida, de entender el sacrificio que tenés que hacer… Antes trabajaba poco y cobraba mucho, ahora trabajo mucho y cobro poco.

Lujambio y en el horizonte el ganado: desde finales de la primera década del 2000 se dedica al campo.Lujambio y en el horizonte el ganado: desde finales de la primera década del 2000 se dedica al campo.–¿Cómo es tu día trabajo en el campo?

–Y… me levanto y siempre hay cosas para hacer. Nosotros nos dedicamos a la ganadería ovina y bovina y tenemos un complejo de cabañas en un entorno natural, son bastante rústicas, para un turismo de pesca deportiva y conservación. Y yo vivo en esa. Me levanto tranquilo, no hay con qué estresarse acá. El tiempo no pasa tan rápido como pasa en una ciudad, eso ni hablar. Y tenés de todo para hacer: un día sos carpintero, otro día sos soldador, otro día sos gaucho…. Hay de todo para hacer, es un mundo totalmente diferente al fútbol: perdés el glamour, perdés un montón de cosas que te da el fútbol, que obviamente acá no lo tenés.

-¿Te seguís tiñendo?

–¡Sí! Esa es tremenda y más cuanto más viejo, más todavía porque la tinta te saca años.

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