Lionel Messi dejó de ser futbolista esta noche de emociones encontradas en Fort Lauderdale, la ciudad donde se encuentra ubicado el estadio del Inter Miami. No, no es que se haya retirado ni mucho menos. A los 36 años, el 10 tiene cuerda para un ratito más. El debut en tierra estadounidense del mejor del mundo, y posiblemente de la historia, demostró que Messi ya no es futbolista. Messi es otra cosa.
Habrá que inventar una palabra, no se sabe. Cómo se entiende que un partido de fútbol de un torneo medio incomprensible (pero que ya nos tiene revisando el fixture) se convierta de pronto en una final de la NBA o una gala de moda, cuando a Leo lo abraza LeBron James. Y Serena Williams graba todo con su celular. Al lado de ellos, Beckham sonríe, su esposa Victoria le toma la mano, aparece Kim Kardashian, se asoma la cantante Becky G y llega Marc Anthony. Que alguien explique qué es esto. Esto no es fútbol, es algo más. Messi es algo más.
Habrá que acostumbrarse a esta sensación extraña de no saber si Messi está en una liga que es demasiado chica para él, si en su camino a impulsarla sobreviene un declive que será lógico además por el desgaste del tiempo. Se sufre como una pesadilla pero ese temor se va con dos imágenes que reconfortan: la de Leo sonriendo en el banco de suplentes; la del 10 poniéndola en el ángulo en el último minuto.
Hay que darle un poco de contexto a esta noche de estreno para Messi en Estados Unidos. No es la MLS, todavía. Se trata de la Leagues Cup, un torneo de la Concacaf que tiene su propio eslogan: 3 países, 2 ligas y 1 campeón. Lo comienzan 47 equipos divididos en zonas de 3, juegan unos contra otros y los dos mejores pasan a la fase eliminatoria, mano a mano. A Inter Miami le tocó Cruz Azul de México y el Atlanta United de Thiago Almada, al que deberá enfrentar el próximo martes, otra vez como local. Y un asterisco: en caso de empate se patean penales y el que gana se lleva un punto extra. La final está programada para el 19 de agosto, en Las Vegas.
El partido pintaba difícil para el Inter Miami, especialmente cuando se supo que el Tata Martino no iba a poner a Leo de titular. Tampoco a Sergio Busquets ni a Josef Martínez, los otros distintos, no tan distintos. Era difícil para ambos, porque se enfrentaban el peor de la liga de Estados Unidos contra el peor de la de México, que recién arranca. Y fue difícil para todos, porque el primer tiempo se acercó más a esa creencia que se tiene sobre «el soccer» en estas latitudes. Paciencia, el Inter promete mejorar.
La figura de ese tramo del partido, sin Messi, fue Sebastián Saja. Claro, el ex San Lorenzo y Racing es entrenador de arqueros del equipo de Beckham y se nota el trabajo que está haciendo con Drake Callender, un chico que llegó con el nacimiento del club, al igual que él. Mucho tuvieron que ver también las fallas en la definición de los delanteros del equipo «cementero». Otro argentino, el ex Defensa y Justicia, Carlos Rotondi, parecía el único que se tomaba en serio el partido. «Lo que pasa es que somos mexicanos», explicó un colega en zona de prensa cuando el Inter Miami metió el 1-0 en el único ataque.
Fue un gol a lo Messi, pero del otro lado, con la otra pierna y marcado por un finlandés: Robert Taylor se acomodó, enganchó, amagó y la puso contra el segundo palo. La alegría del escandinavo será doble cuando vuelva a casa y descubra que Messi se puso de pie y aplaudió su tanto.
Este fútbol es distinto al de cualquier otro lado en el mundo. El marcador, por ejemplo, pone primero al visitante y luego al local, como se hace en el resto de los deportes americanos. Los carteles piden que la gente golpee el piso. Se cantó el himno (el de Estados Unidos; el de la visita brilló por su ausencia), vuelan helicópteros tipo SuperBowl, hay fuegos artificiales cada dos por tres y la gente entiende poco de fútbol, hay que decirlo.
En la noche de viernes, por ejemplo, en un momento festejaron un offside pensando que el árbitro había cobrado penal. Tardaron en comprenderlo. Después, pidieron por Messi cuando un jugador de su equipo se cayó al piso y pareció sufrir una lesión de esas que pueden costar una carrera. Ian Fray es el nombre del chico, que ya tuvo una rotura de ligamentos con apenas 20 años y pinta que volverá al quirófano. En realidad nos olvidamos todos de él, todos menos Messi, que le dedicó el triunfo.
En medio de esa falta de tablón sonaban las trompetas imitando a La Doce: la hinchada del Inter Miami tiene mucha influencia de la barra de Boca en sus canciones, incluso se entonó un «Movete, Inter movete…» cuando el Cruz Azul llegó al empate, con una buena del mexicano Uriel Antuna.
Pero el verdadero partido había nacido un rato antes cuando entró Messi, en el minuto 8 del segundo tiempo. Quedará como anécdota que reemplazó al chico Benjamín Cremaschi, hijo del ex rugbier de Los Pumas Pablo Cremaschi, nacido en Estados Unidos pero probado por Scaloni en el Sub 20. Otro detalle, Leo entró con la 10 y el que salió llevaba la 30, esa que le generó más padecimientos que alegrías en París.
Apenas entró se ubicó por la izquierda, bien abierto. Los jugadores de Cruz Azul ni lo saludaron. Es más, uno lo apretó apenas recibió la pelota. Le costó entrar en ritmo al 10. Y empezó a hacerse señas con Busquets, que también había ingresado, al igual que Josef Martínez, que se plantó de 9 y buscaba diagonales para el pase de Leo.
En el medio, probó un gol olímpico de un tiro de esquina, y la pelota se fue cerquita del segundo palo. Es el único tipo de gol que Leo todavía no convirtió, y aquí tendrá tiempo para hacerlo. Cuando vio que el partido se iba en un empate, empezó a pedir más la pelota.
Hasta que llegó la última. Leo fabricó un tiro libre y la puso en un ángulo. Fue el último segundo del partido. Fue el final perfecto para la película del primer partido de Messi, una de esas que tanto se hacen acá. Los fuegos artificiales, la música de Danza Kuduro, el abrazo del 10 con su familia. Esto no es fútbol. Messi es otra cosa.
Miami, Estados Unidos. Enviado especial.