31 marzo, 2025

Protector bucal con chip, placa de salto y GPS: así usó la tecnología el rugby argentino para alcanzar la cima

Según las estadísticas internacionales el rugby argentino atraviesa su mejor momento histórico: la selección mayor Los Pumas está 5° en el ranking global, al igual que Los Pumitas, (el seleccionado sub 20), al tiempo que los jugadores del equipo reducido Pumas 7 lideran la tabla y son medallistas olímpicos.

Más allá del rol fundamental de los jugadores, el cuerpo técnico y la dirigencia, la tecnología juega un rol fundamental como nunca en el entrenamiento, la identificación de lesiones y la preparación de los jugadores para el más alto nivel competitivo.

“Hoy la tecnología es una ciencia del deporte y como preparadores físicos de atletas de elite tenemos que adaptarnos a las nuevas posibilidades que ofrece que realmente son muchas y variadas. Sin lugar a duda, la tecnología ha cambiado al rugby en los últimos años y lo ha modernizado como casi a ningún otro deporte”, sentencia Juan Galarraga, Coordinador de Preparación Física de Academias UAR.

En esencia hay tres dispositivos tecnológicos que le dan soporte al rugby argentino. Por un lado, el sistema de rastreo GPS que combina sensores de alta precisión con herramientas de análisis que permiten monitorear en tiempo real el movimiento, la carga física y el desempeño de los atletas. Utilizado en chalecos especiales, el dispositivo incorpora GPS, acelerómetros y giroscopios para registrar métricas como distancia recorrida, velocidad, aceleración, frecuencia cardíaca y carga de trabajo.

Gracias a una frecuencia de muestreo de 10 Hz —lo que equivale a la recolección de 10 datos por segundo—, los entrenadores pueden acceder a información detallada y confiable. “Esta tecnología permite cuantificar la intensidad de entrenamientos y partidos, personalizar rutinas de trabajo para cada jugador, identificar áreas de mejora en el rendimiento y prevenir lesiones a partir del control de la carga física”, explica Manuel Padrón, preparador físico de Los Pumas Seven en diálogo con LA NACION.

Además, el software integra los datos con registros de video y otros sensores, generando informes visuales y comparativos que facilitan la toma de decisiones estratégicas. El sistema tiene la capacidad de ofrecer una visión integral del estado físico de los jugadores, optimizar su preparación y brindar ventajas competitivas a través de una gestión más inteligente del esfuerzo y el rendimiento.

“El GPS permite identificar con altísima precisión a qué velocidad recorre el jugador y en el caso de los jugadores del seven, saber cuántas veces alcanzan los 18 y 25 km por hora, que suelen ser las medidas típicas para un jugador de estas características a lo largo de un torneo que se extiende por tres días. Tengamos en cuenta que todos los integrantes del seleccionado Los Pumas Seven alcanzan velocidades de 30 km por hora”, explica Padrón.

Los Pumas 7s vs España en Vancouver, en febrero de 2025; las placas de salto permiten, en el entrenamiento, entender cómo están saltando los jugadores y qué se puede corregir Zach Franzen – Prensa UAR

Otra de las tecnologías que le da soporte al rugby argentino son las placas de salto —también conocidas como plataformas de fuerza— que se han convertido en una herramienta clave para medir con precisión la potencia y la fuerza generadas durante los saltos. A diferencia de las tradicionales alfombras de salto, que se enfocan en la altura alcanzada y el tiempo en el aire, estas placas incorporan sensores de alta sensibilidad que registran datos sobre la fuerza aplicada, la potencia generada, el tiempo de contacto con el suelo y la tasa de desarrollo de fuerza. Su uso permite obtener una imagen más completa del rendimiento físico de los jugadores.

Estas plataformas ofrecen un análisis biomecánico detallado que ayuda a identificar cómo se distribuye la fuerza entre ambas piernas, el nivel de coordinación muscular y la eficiencia del movimiento. “Con esta información, detectamos desequilibrios musculares, deficiencias técnicas y podemos ajustar las rutinas de entrenamiento de forma personalizada. En un deporte como el rugby, donde el salto cumple un rol fundamental en acciones como el lineout (disputa de la pelota a partir de un tiro lateral), la recepción aérea o los tackles, esta tecnología se vuelve esencial para evaluar el rendimiento y reducir riesgos de lesiones”, explica Julián Ferraris, kinesiólogo de los Pumas Seven.

Las placas de salto suelen estar conectadas a un software especializado que procesa y visualiza los datos recolectados, facilitando su análisis e interpretación. Esto permite tomar decisiones más informadas en la planificación de entrenamientos de fuerza y potencia, así como monitorear la evolución física de cada jugador.

En la base del aparato para hacer sentadillas se puede ver la pantalla del encoder lineal, que mide la velocidad y desplazamiento de una carga en el entrenamiento de los PumasGentileza UAR

Los seleccionados de la UAR (Unión Argentina de Rugby) utilizan también otra tecnología los ejercicios dentro del gimnasio. Se trata de los encoders lineales, una herramienta clave en el entrenamiento de fuerza, gracias a su capacidad para medir con precisión la velocidad y el desplazamiento de una carga durante los ejercicios. Se trata de dispositivos que convierten el movimiento lineal en señales eléctricas, permitiendo registrar en tiempo real la velocidad de ejecución y la potencia generada en levantamientos como sentadillas y otros ejercicios. Esta información resulta fundamental para ajustar la intensidad del entrenamiento con mayor exactitud y controlar el esfuerzo físico de los jugadores.

Los encoders son protagonistas del enfoque conocido como entrenamiento basado en la velocidad (VBT, por sus siglas en inglés), que hace hincapié en la velocidad de la barra como indicador de intensidad, más allá del peso levantado. “Esta metodología aporta una mayor personalización de las cargas de trabajo, ya que permite adaptar el esfuerzo a las condiciones físicas de cada jugador en tiempo real, teniendo en cuenta su nivel de fatiga o su estado de forma”, explica Galarraga. En el caso del rugby, donde la fuerza explosiva es determinante para el rendimiento, esta tecnología permite optimizar el entrenamiento y potenciar cualidades específicas de forma más eficiente.

“Además de evaluar el rendimiento y monitorear el progreso, los encoders disminuyen el riesgo de lesiones mediante la detección temprana de fatiga o caídas en la velocidad de ejecución. Su uso facilita una programación más precisa y segura, minimizando el riesgo de sobrecargas”, apunta Ferraris.

Más enfocado en la rehabilitación de un jugador luego de una lesión deportiva, los kinesiólogos utilizan de la UAR el dinamómetro, dispositivo que ayuda a monitorear la evolución de los jugadores lesionados y a determinar con mayor objetividad cuándo están en condiciones de volver al campo.

Por otra parte, el uso regular del dinamómetro permite llevar un seguimiento detallado del progreso físico de cada deportista a lo largo del tiempo. Los datos obtenidos ofrecen a los preparadores físicos una base sólida para evaluar la efectividad de los planes de entrenamiento, realizar ajustes estratégicos y mantener un control continuo del estado físico del plantel.

A través de Word Rugby, la entidad que aglutina a todo rugby mundial, se ha impulsado la obligatoriedad del uso los protectores bucales equipados con chips para mejorar la seguridad de los jugadores. Estos dispositivos incorporan sensores como acelerómetros y giroscopios que permiten medir con precisión la fuerza, dirección y aceleración de los impactos que recibe la cabeza durante el juego. Al capturar estos datos en tiempo real, se obtiene información objetiva sobre la magnitud de los golpes, lo que representa un avance fundamental en la detección y manejo de conmociones cerebrales, una preocupación creciente en este deporte de contacto.

Uno de los protectores bucales inteligentes que se están usando en el rugby profesional, y que permite medir la fuerza del impacto en el choque entre jugadores, y alertar al cuerpo médico

El análisis de estos datos permite identificar golpes potencialmente peligrosos que podrían pasar desapercibidos durante el partido. Cuando se registra un impacto de alta intensidad, los sistemas pueden enviar alertas inmediatas al equipo médico, lo que facilita una evaluación más rápida y precisa del estado del jugador. Esta herramienta no solo mejora el proceso de diagnóstico, sino que también se integra al protocolo de Evaluación de Lesiones en la Cabeza (HIA), aportando un nuevo nivel de objetividad y respaldo científico en la toma de decisiones clínicas dentro y fuera del campo.

Además de su utilidad en tiempo real, los chips en protectores bucales también contribuyen al desarrollo de estrategias de prevención a largo plazo. Al estudiar los patrones de impacto que se repiten en el juego, los entrenadores pueden ajustar técnicas de contacto y tackle para reducir el riesgo de lesiones.

A partir de estos dispositivos y tecnología se planifican los entrenamientos que se combina con los análisis de video y el tiempo neto de juego a lo largo de un partido. “La información de los GPS luego la usamos para programar sesiones de entrenamiento, ya que a partir de esta tecnología nosotros podemos detectar la cantidad de secuencias y la duración de las mismas. Además, se realiza un análisis estadístico sobre la zona del campo en la que sucedieron y cómo terminan dichas secuencias; si finaliza con un error, marcación de puntos o una nueva infracción. En nuestro caso particular, creamos estadísticas que nos proveen estas tecnologías, que muchos otros cuerpos técnicos las descartan o no las generan”, concluye Galarraga

El GPS en cada jugador permite medir su desplazamientor por la cancha, la velocidad de desplazamiento másRamiro Larguia / Gaspafotos / Pr – Prensa UAR

Según estimaciones de la UAR en Argentina hay 120 mil jugadores y jugadoras de este deporte con una distribución aproximada de 85% varones y 15% mujeres. Asimismo, más de la mitad de los jugadores corresponden a categorías juveniles e infantiles, y existen más de 600 clubes activos en todo el país, distribuidos en más de 20 uniones regionales.

En el marco de la academia UAR se entrenan unos 240 jugadores que son identificados a los 17 años y atraviesan todo un proceso hasta los 20 años en que deciden o no dedicarse al rugby profesional. Hasta que son identificados por la UAR, los responsables del entrenamiento y preparación física son los clubes y de las uniones provinciales. En gran medida, este sistema es el que permitió a los seleccionados ubicarse en lo más alto del mapa mundial del deporte.

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