Ricardo Centurión vuelve a ser noticia, y otra vez por un episodio lejano al fútbol, como viene ocurriéndole en los últimos meses. O años. El ex Racing y Boca, entre otros equipos, dio positivo de cocaína en un control policial en el barrio porteño de Villa Soldati, e intentó escapar. Del extraordinario futbolista que supo brillar hasta quedar en las puertas de una convocatoria para el Mundial 2018 ya no queda casi nada.
Su última vez con una pelota fue en Barracas Central, en febrero pasado, jugando 18 minutos contra Sarmiento de Junín. Llegó al Guapo proveniente de Vélez, que en 2020 le ganó una pugna millonaria a Racing para quedarse con su ficha y le hizo un contrato que se terminaba en diciembre de 2024.
En el Fortín no hizo pie, y tampoco pudo hacerlo cuando lo cedieron a San Lorenzo, que apostó 2 millones de dólares por él en 2022 y a los cuatro meses decidió devolverlo.
De decepción en decepción, a Barracas fue prestado por mucho menos dinero pero el club de los Tapia también se cansó de sus faltazos a los entrenamientos y el DT Rondina tomó la difícil decisión de apartarlo del plantel.
En septiembre de este año, cuando Centu ya no entrenaba y se mostraba en vivos de Instagram fumando o tomando cerveza, Vélez avisó que iniciaba acciones contra el jugador para romper su vínculo contractual.
Ricardo Centurión junto a Matías Tapia, presidente de Barracas Central.En esos días, en Liniers se estaba con la cabeza en otros menesteres: la lucha para escapar del descenso. Y el conflicto con Centurión pasó a un segundo plano.
El futbolista se mantuvo en su postura, sin lugar en Barracas y en conflicto con la dirigencia de Vélez. Y lo más importante: sin dar señales en los entrenamientos de la Villa Olímpica, donde sus ex compañeros sufrían viendo la tabla anual.
Centurión cumplirá 31 años en enero y la duda hoy ya no es en qué equipo seguirá su carrera, si alguna vez volverá a ser el que fue o si ya decidió dejar el fútbol. Lo más importante pasa por su salud, y esa es una incógnita de la que nadie tiene respuesta.
Ricardo Centurión: un camino lleno de golpes y decepciones
Fue un 17 de junio de 2012. Luis Zubeldía lo puso de titular y no tardaron en compararlo con el Loco Corbatta. Tendrían cosas en común: las gambetas y una historia trágica. La Academia la pasaba mal con Atlético de Rafaela (caería 4-2) y el pibe de 19 años que debutaba comenzó a tirar bicicletas, amagues y caños, a regalar la alegría que le había faltado al equipo en ese Clausura 2012. Jugaba con la desfachatez de un chico que se divertía con sus amigos. Con el correr del tiempo, demostró que esa fue la válvula al escape (al menos de a ratos) de una vida triste y una infancia dura.
Siendo un niño tampoco le costó llamar la atención. Por eso de las gambetas que empezaron a traducirse en goles en la segunda fecha del torneo siguiente (convirtió por primera vez en un 2-0 frente a Argentinos) y también por sus costumbres afuera de la cancha que nunca logró abandonar. Vivía fuerte, Centu. Rápido y furioso, como si lo corriera el tiempo.
Ricardo Centurión, con un arma, en sus primeras épocas en Racing. El día que se filtró su foto con una Itaca Pajera doble caño se armó un verdadero escándalo. Los fierros eran parte de su cotidiano. Pasó cuando estaba en Racing. Y también en Boca. Lo criticaron y él empezó a recluirse, a juntar furia, sin hablar con nadie. Después, sí, llegó el momento de desahogarse por las redes. El famoso, «que la cuenten como quieran».
«Lo normal para mí era ver armas y drogas. Era lo que me pasaba por al lado. Me gustan las armas. Si me hubiera criado en un yate, me gustarían los yates», explicó tiempo después.
Una foto de Centurión con un arma, que subió a Instagram.Centurión había tenido una infancia brava. Creció en Villa Luján, un asentamiento precario de Sarandí. El día que compró un departamento con lo que ganó en el fútbol, se llevó a varios de sus amigos. Pero nunca pudo dejar de pasar por el barrio. Hasta que empezó a sentirse un sapo de otro pozo y decidió no volver, salir de allí: «Empecé a ser un signo pesos ahí…»
Es que, la inocencia era cosa del pasado. Ya eran pocos los pibes que quedaban de la niñez, los incondicionales. «De mis 30 amigos de la infancia, apenas quedan tres». No hace falta aclarar cómo fueron muriendo…
«Me cansé de vivir»
Lo dijo a mediados de septiembre del año pasado, después de un largo silencio, en una charla con Marcelo Palacios de Radio La Red: «En algún momento me cansé de la vida. No me soportaba a mí mismo. Tuve ataques de pánico. Sigo viviendo como en pandemia. Estoy solo», dijo Centu, susurrando, aunque gritando por un pedido de ayuda que nunca llegó.
Centurión acababa de desperdiciar su oportunidad número un millón en San Lorenzo. Como lo había hecho en Racing, en Boca, en Vélez, en sus breves aventuras en Italia y México o ahora mismo en Barracas. ¿El motivo? Más o menos el de siempre: el jugador faltó a un par de entrenamientos, en este caso, desmotivado por la falta de oportunidades. Lo más fácil sería juzgarlo, desde un teclado. Es mejor intentar seguir su recorrido para entender qué le pasó.
Ricardo Centurión y ¿su día más feliz en el fútbol? Gol a River en el Monumental con la camiseta de Boca, el club de sus amores. Foto: Maxi Failla.«Cosas de pelotudo grande, yo nunca había faltado a un entrenamiento, yo antes no lo hacía. Si me la pegaba de chico, iba a entrenar igual. Fue de grande, por la cabeza, por un montón de problemas que yo tenía. A mí me encanta entrenar, fue de grande el tema», se confesó ante Palacios.
En esas salidas, Ricky metía la pata todo el tiempo y muchas veces quedaba al borde de provocar una tragedia. Era 2016, jugaba en Boca y salió al boliche Capítulo 1 de Lanús. Lo provocaban y él era mecha corta. Como pasaba muchas veces, terminó en problemas, se escapó en su auto y produjo un choque múltiple. Los grados de alcohol en sangre que arrojó el análisis de la policía lo dijeron todo y el jugador terminó aceptando su culpabilidad para aminorar los daños colaterales.
«Hay que ser jugador de Boca las 24 horas», dijo el DT Guillermo Barros Schelotto, uno de sus máximos defensores.
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El futbolista, ex Boca, brindó una entrevista radial en la que habló sobre su presente en Vélez. «Estoy solo y el momento es muy duro», expresó.
Pero su salida del Xeneize la terminó marcando un video: Centurión caminaba por los pasillos de la concentración de Boca sostenido por dos compañeros, en aparente estado de ebriedad. Su etapa en el Xeneize estaba acabada.
Tras un paso por Genoa, donde ya había estado en 2013, regresó a Racing. El Chacho Coudet convenció a Víctor Blanco de dejarlo volver. Centu había convertido el gol del campeonato de 2014 (un 14 de diciembre que se elevó erguido como una espada y provocó el estallido del Cilindro) y el DT quiso darle una oportunidad de volver a brillar en el lugar donde había nacido. Sería su tercera etapa en la Academia.
Con Lautaro Martínez, la Pantera Bou, Licha López y el Huevo Acuña (que años después sería campeón del Mundo con Messi y la Scaloneta en Qatar), el equipo comenzó a brillar, pero a Centu el brillo siempre lo encandiló y se fue a la banquina otra vez. Una mañana fue parado por la policía. Había pasado dos semáforos en rojo y, cuando lo detuvieron, se negó a realizar el test de alcoholemia: «Si podemos arreglar, yo tengo para arreglar. Yo te puedo cubrir el mes», intentó sobornar al oficial. Lo estaban esperando y (caía fácil) lo grabaron: el video se viralizó rápidamente.
Ricardo Centurión con Lautaro Martínez, en Racing.Al inicio de la siguiente temporada, cuando comenzó a gestarse la campaña del Racing campeón de Coudet, faltó a la práctica. Y Víctor Blanco perdió el filtro: «Tomó demasiado y no fue al entrenamiento del sábado como debía. Tiene que tomar conciencia y cuidar su imagen, tiene obligaciones que cumplir. Cometió un error. Pasará a la parte de legales para ver la sanción que le corresponde. Él es jugador de Racing todo el día y toda la noche. Lo queremos mucho, pero al cien por ciento. Sino, no es el jugador al que fuimos a buscar».
En febrero de 2019, finalmente el Chacho se cansó de Centurión: la Academia se comía un baile en el Monumental con River por la vuelta de Copa Libertadores (terminaría 3-0), el técnico lo llamó para hacerlo ingresar y el jugador le contestó caliente: «Me ponés para que me putee toda la cancha».
Después de una discusión que terminó a los empujones con el DT, el numero 10 entró a la cancha pero la relación se rompió para siempre. «Pisala ahora…», le cantaba la popular por una frase que había tirado cuando se quedó afuera del Mundial de Rusia. Es que vale recordarlo, Sampaoli lo mantuvo en una lista de nombres que terminó cortando a último momento y bajo circunstancias nunca aclaradas.
Ricardo Centurión y su sonrisa en un entrenamiento. Foto: Prensa Vélez.Pero volviendo a Racing, Ricky trató de explicar un tiempo después lo que había ocurrido con Coudet: «Ya había hecho dos cambios y me llama para ser el tercero. Cuando iba caminando, no fui con la mejor cara. Y ahí me dice: ‘¿Estás cagado?’ No me lo preguntó bien. Sigali lo paró y se calmó. Seguía insultándome y diciéndome cosas y ahí yo lo saco», se excusó el jugador.
Una vida llena de golpes y de chances perdidas
Con 30 años, Centurión parece haber vivido varias vidas en una sola. Era jovencito todavía cuando murió su papá. La situación es confusa, apenas podemos relatar lo que alguna vez contó él: “A mi viejo lo perdí de muy chiquito, a los cinco años. Laburaba en una fábrica ilegal de pirotecnia. No se sabe cómo explotó la fábrica. Eran siete chicos que trabajaban ahí y fallecieron todos».
Como si lo persiguiera una maldición, el futbolista fue perdiendo a todos sus seres queridos. A la trágica muerte de su papá le siguió la de su mejor amigo: «Murió en mis brazos».
«Ese fue mi peor momento», dijo Centu. Pero el destino le tenía preparado otra cachetada. A mano abierta, de esas que dejan marcas.
El 29 de marzo de 2020 murió Melody Pasini, quizá el amor de su vida, la compañera de Ricky de esos días. Falleció de un paro cardiorespiratorio mientras manejaba. Habían pasado la pandemia juntos y se había convertido en un gran sostén. Dos semanas antes había fallecido a su abuela, una mamá postiza que lo había criado.
Al Fortín llegó de la mano de Gabriel Heinze. Igual que Coudet, el DT se sintió capaz de domar a la fiera y lo llevó en enero de 2020. «Todo lo externo lo sabemos. Yo me voy a hacer responsable. Estoy con muchas ganas de poder ayudarlo”, manifestó. Lo logró, pero Centurión tenía un imán para los problemas. Y quedó en el medio de uno complicado.
Centurión volvió a Vélez en 2020 pero sus problemas personales no lo dejaron mostrarse en plenitud. Foto: EFE / Juan Ignacio Roncoroni.El futbolista fue imputado por abuso sexual, junto al campeón del mundo en Qatar Thiago Almada, Miguel Brizuela y Juan Martín Lucero, luego de una fiesta en la casa del ex Independiente. Un tiempo antes, había tenido una denuncia por violencia de género de su ex novia, Melisa Tozzi.
Si bien los jugadores del Fortín fueron desvinculados de la causa, quedando el extécnico Juan José Acuña como el principal acusado, Ricky estuvo otra vez en el ojo de la tormenta. Heinze pegó un portazo y perdió su muro de contención, justo cuando murieron su abuela y de su novia. Completamente aturdido, Centurión volvió a las andanzas y en Vélez se lo sacaron de encima.
Centurión tampoco pudo volar en San Lorenzo. Foto: FOTOBAIRES.Pasó a San Lorenzo, donde Ricky no pudo brillar: ni con Troglio ni con Fernando Berón. Ya no había paciencia en el Ciclón y le rescindieron el contrato. «No me llamó nadie más, desaparecieron los amigos del campeón», se lamentó, pidiendo otra oportunidad.
La última estación no fue esperanza. Ricky pasó a Barracas Central a préstamo desde Vélez, al equipo de Claudio Chiqui Tapia, con el respaldo que eso significa. Jugó 9 de 10 partidos hasta que renunció Rodolfo De Paoli y el Huevo Rondina, que reemplazó al relator, lo tuvo en cuenta en su primer partido pero la relación naufragó rápido: “Está pasando un momento difícil, no fue a entrenarse en estos últimos días. Es una lastima porque le podía dar mucho al fútbol argentino”, contó Caros Arce, uno de los referentes del plantel.
Rondina no se tuvo la fe de Coudet y Heinze y tras un par de ausencias decidió cortarlo: “No creo que siga. Fui claro con él desde el primer día: le dije que si tenía que pelearme con alguien, me iba a pelear con él y no con los otros 28 (integrantes del plantel) porque con uno solo no puedo jugar».
La desvinculación con Barracas significó la gota que rebalsó el vaso para Vélez, dueño de su pase. Es así que tan solo un par de días después que El Huevo le bajó el pulgar, el Fortín decidió iniciar acciones legales contra el delantero para rescindirle su contrato y desligarse de forma definitiva del 50 por ciento de su ficha que posee el club.
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Fue a través de un vivo de Instagram, apenas terminaron los penales.
La mitad restante es propiedad de Racing, quien no puso trabas en la situación debido que tampoco se encuentra preocupado por el riesgo de perder su respectiva parte de la ficha.
Previo a su positivo de cocaína, las únicas apariciones públicas que había realizado Ricky tuvieron nuevamente como protagonista a aquella vida de vicios que lo aquejó desde pequeño.
Fueron dos transmisiones en vivo realizadas a través de su cuenta de Instagram, en las que se mostró fumando cigarrillos y bebiendo alcohol. El último era bajo la excusa de celebrar el pase de Boca, el club del cual es hincha, a las semifinales de la Copa Libertadores luego de eliminar por penales a Racing. Sí, contra el club que buscó las mil formas de recuperarlo.
Ricardo Centurión, vestido del Jocker.El avatar de la cuenta de Twitter de Ricardo Centurión tiene una foto de El Guasón de Joaquin Phoenix. Un payaso triste, con una infancia terrible, incomprendido por una sociedad que hace un meme de él. Un marginal que abusaba de las armas y se fue quedando solo. ¿Así se sentirá Centu? Uno de los últimos posteos del jugador en esa red social fue justamente, caracterizado como el Joker: la cara pintada, esa sonrisa eufórica que dura solo un rato y el fierro tatuado en su piel que asoma desde la ingle.