¿Qué se espera de un Superclásico? Es el evento más convocante del deportes más popular del país por lo que la vara siempre está alta para River y Boca, que este domingo se vuelven a encontrar desde las 17, en el Monumental, por la séptima fecha de la Copa de la Liga, la de los clásicos (Yael Falcón Pérez será el árbitro). Y para esta edición (la 261°) la expectativa es enorme porque hay promesa de ver un partido abierto.
Claro que siempre puede salir un bodrio, pero al menos en la previa los entrenadores de ambos equipos amagan con salir a ganar y dejar las especulaciones a un lado, aunque en los papeles un empate parece un buen negocio para ambos. Pero no se trata de puntos -no esta vez, al menos- si no de la imagen que se lleve cada uno. Porque bien se sabe que aunque se repartan los porotos, siempre hay un vencedor y un perdedor.
Tanto Martín Demichelis como Diego Martínez, los entrenadores, necesitan un triunfo para mejorar la imagen de las primeras fechas. Es cierto que River arrancó mejor, pero el funcionamiento no convence e incluso pareciera que empeora (el último empate ante Banfield da muestra de ello). Boca, en cambio, es un equipo en formación con un nuevo entrenador que busca plasmar su idea. Por ahora no se vieron grandes mejoras y viene de darse un duro golpe ante Lanús. Aunque la sensación es que tiene todo por crecer.
No se trata de números. De los últimos 10 enfrentamientos, River ganó 3 (los últimos dos de manera consecutiva), Boca otros 3 y empataron en 4 ocasiones, de las cuales en dos los Xeneizes se llevaron el triunfo por penales (Copa de la Liga y Copa Argentina). La estadística es pareja, pero se sabe que en la última década el Millonario disfrutó mucho más de esta clase de partidos.
Demichelis tendrá el difícil desafío de revalidar esa tendencia frente a su público (el estadio lucirá repleto con más de 80.000 hinchas) y de hilvanar su tercera victoria al hilo (lo que supondría un récord) frente al eterno rival. Martínez afrontará su primer Superclásico y si mira en el espejo retrovisor caerá en la cuenta que no hay fórmulas mágicas: Battaglia se defendió en 2022 y ganó; Almirón hizo lo mismo en 2023 y perdió. El Gigoló tiene la oportunidad de dar un golpe de efecto.
En la antesala al clásico, ambos entrenadores bajaron una misma línea: pensar en el arco de enfrente, no negociar la intensidad ni la actitud y ser equilibrados e inteligentes para manejar los tiempos del partido. En la teoría todo es sencillo, pero en la cancha estará la verdad y podrá sacar diferencias quien mejor domine a la pelota, elemento fundamental de este deporte.
Y en ese punto es cuando los manuales se van al tacho. Hay que saber elegir bien a los jugadores. Demichelis tiene un problema grande: no contará con Miguel Borja. El goleador llega con los justo desde lo físico y estará en el banco. Si la cosa va mal, tendrá que arriesgar y saltar al campo de juego para tratar de aprovechar su potencia. Entonces, River -que tiene como premisa fundamental atacar- tiene un hueco grande en el ataque.
Micho buscó variantes toda la semana y hasta último momento se mantendrá la duda: quién acompañará a Facundo Colidio. Pablo Solari y Claudio Echeverri asoman como candidatos para cubrir la ausencia del Colibrí. En el medio hay tres nombres para dos lugares: Fonseca, Aliendro y Villagra. El uruguayo recién se están adaptando al equipo y al ritmo del fútbol argentino; el ex Colón está lejos de su mejor nivel; y el flamante refuerzo tiene un perfil más defensivo.
El resto sale fácil: Armani estará en el arco; Herrera, Paulo Díaz, González Pírez y Enzo Díaz formarán la línea de cuatro atrás. Esequiel Barco atacará desde la izquierda hacia el centro y Nacho Fernández se inclinará sobre la derecha.
Lo de Boca es más complejo. En ataque estarán Miguel Merentiel y Edinson Cavani; Sergio Romero estará en el arquero; la defensa será la que no recibió goles ante Tigre, Defensa y Justicia y Central Córdoba, es decir Luis Advíncula, Cristian Lema, Jorge Figal y Lautaro Blanco. Y en el medio están las dudas: Kevin Zenón es la única certeza; después, ¿Equi Fernández o Campuzano? ¿Medina o Bullaude? ¿Blondel o Jabes Saralegui? Más allá de los nombres, para Martínez el dilema pasa por el plan de juego: sale a esperar y tratar de contragolpear como sus antecesores o apuesta al palo por palo.