8 septiembre, 2025

Octubre quedó muy lejos para el Gobierno y el mercado prevé cambios para el dólar

La estrepitosa derrota de Javier Milei en Buenos Aires dejó en evidencia que la “job description” que el electorado le había dado al presidente en 2023 no se limita, como él afirmaba, a bajar la inflación y combatir la inseguridad. Incluía, además, otra larga lista de tareas que -queda claro ahora- el gobierno subestimó.

Y, por más que tanto Milei como Luis Toto Caputo hayan asegurado que “nada va a cambiar en lo económico, ni en lo fiscal, ni en lo monetario ni en lo cambiario”, lo que se respira en el mercado es otra cosa.

Ya los inversores habían descontado una derrota moderada del oficialismo en el índice de riesgo país de 900 puntos. Pero ahora, con el peronismo nuevamente en carrera y coreando el cántico “vamos a volver”, ya se instala otra sospecha: que más allá de lo que pretendan los funcionarios, el plan económico puede deteriorarse a toda velocidad por la sola dinámica de la pérdida de confianza.

Después de una semana en la que el Tesoro tuvo volcar al mercado u$s500 millones para sostener una relativa calma, las cuentas que hacen los analistas arrojan un resultado alarmante: falta muchísimo para el 26 de octubre. Siete semanas, en las que una estrategia de defensa del tipo de cambio en su nivel actual podría costar no menos de u$s3.500 millones.

Es decir, una cifra que excede largamente las tenencias de dólares que se informaron oficialmente. Claro que siempre están a mano los dólares del Fondo Monetario Internacional. Pero echar mano a esos billetes implicaría contradecir la promesa de no tocar las reservas del BCRA.

Es por eso que en este momento hay más analistas que creen que son mayores las chances de que se deje subir al tipo de cambio hasta el techo de la banda. Pero de ahora en adelante ya nada será indoloro. En ese caso, lo que se ahorre en términos de reservas tendrá el reverso de un costo político, además del riesgo de un efecto de contagio a los precios.

Las deficiencias, a la vista

Por más que se trate apenas de una votación para legisladores provinciales, todo el país lo vivió como un plebiscito sobre la gestión mileísta en el territorio más pauperizado del país, y donde históricamente el peronismo tiene mayor prédica. Fue el propio presidente el que le “subió el precio” a esta elección, al afirmar que sería un anticipo de las cruciales legislativas de octubre.

Como en las apuestas donde se juega a un pleno, no hay términos medios. Si no se pudo “clavar el último clavo en el ataúd del kirchnerismo”, entonces la conclusión es que la derrota es dolorosa, con un contundente rechazo a la marcha de la gestión gubernamental.

Así lo interpretaron todos, desde los marginales que habitan las indignas villas del conurbano en la tercera sección hasta los inversores del mercado de capitales que rápidamente hicieron volar el dólar cripto cuando se conocieron los primeros resultados en boca de urna.

La consecuencia de la derrota es clara: todos los problemas económicos y sociales que el gobierno minimizó, ahora emergen al primer plano, y se reflejan en el desplome del ahorro y la inversión.

El listado de problemas que el resultado electoral trajo al tapete son el desempleo de la industria golpeada por el mix de atraso cambiario y apertura comercial, la asfixia financiera de las pymes a las cuales se les hizo prohibitivo el crédito, las bajas rentabilidades y quebrantos en el campo, el deterioro de la infraestructura por el congelamiento de la obra pública, el mantenimiento del bajo poder adquisitivo del salario -que se expresa en niveles récord de morosidad en tarjetas de crédito-.

En fin, todo eso que suele englobarse bajo la expresión “costo social del ajuste” aparece ahora con fuerza como la contracara de los logros que Milei exhibió en la campaña: el superávit fiscal, el sendero de desinflación y la relativa estabilidad cambiaria.

Lo cierto es que hay un inconfundible olor a agosto de 2019 -cuando Mauricio Macri perdió las PASO-, en el que no sólo hay una señal sobre la necesidad de un cambio en la economía, sino que, para peor, hay denuncias de corrupción que hacen de amplificador del malhumor social.

Los fundamentos del plan, cuestionados

Ahora, los cuestionamientos a lo que el gobierno definía como “sólidos fundamentos” del plan económico quedan más cuestionados que nunca. Empezando por la sostenibilidad del superávit fiscal, en un contexto en el que se debilita el ingreso tributario y se torna más difícil la aplicación de la “motosierra”.

Además, gana fuerza el argumento de quienes dicen que ya no hay superávit financiero, por el efecto de los intereses que se capitalizan en las Lecap cada vez que Toto Caputo sale a renovar la deuda, convalidando tasas de interés cada vez más altas.

Muy lejos de los días en que se enorgullecían de que “los bancos volvieron a trabajar de bancos”, hoy los funcionarios defienden que la liquidez del sistema vaya al Tesoro.

Las cifras son elocuentes respecto del cambio de tendencia: en agosto, después de una racha de cuatro meses en los que los depósitos bancarios venían en ascenso, se registró una caída real intermensual de 3,6%. Y el rubro más golpeado fue el de depósitos a la vista, con una disminución de 6,7%, lo cual da una pista sobre el escepticismo reinante en el mercado.

Y, en paralelo, se está registrando un acelerado aumento en la demanda de dólares. Pero lo más preocupantes es que eso no se está reflejando en una suba de los ahorros bancarios dolarizados. De hecho, la estimación del economista Jorge Vasconcelos es que sólo un 23% de esos dólares se canalizó al sistema.

En otras palabras, contrariando la expectativa de “dolarización endógena” con la que se había entusiasmado el gobierno, lo que se está viendo actualmente es un engorde de los “dólares del colchón”.

¿Ratificar el plan tranquiliza o deja más dudas?

Acaso lo que más lastima al discurso oficial del equipo de Toto Caputo es el cuestionamiento por parte de los propios economistas de la ortodoxia, como Miguel Broda, Roberto Cachanosky, Domingo Cavallo o Ricardo Arriazu.

Todos han cuestionado la política monetaria y cambiaria. Básicamente, todos afirman que los pesos que hay en la economía son muchos más que los que cuenta Caputo, y que los dólares del Banco Central son muchos menos.

De ahí nace la puesta en duda de que el sistema de banda de flotación del dólar se sostenga en los términos actuales.

Ya desde que Toto Caputo sostenía que el enrarecimiento del mercado era consecuencia del “riesgo kuka”, en el mercado surgieron las críticas. Por ejemplo, el recordatorio de que el Congreso ya había votado leyes que ponían en riesgo el superávit fiscal y, sin embargo, el riesgo país no había subido.

Y que, por el contrario, todo empezó a complicarse cuando se decidió el desarme de las LEFIs, una táctica defensiva para evitar que todos los días venciera hubiera una masa de títulos con tasa overnight. Pero el resultado fue el peor imaginable: ahora el Banco Central paga pases pasivos -cuya defunción había anunciado con orgullo- por un volumen que ya asciende a $4,5 billones, el nivel más alto desde su eliminación hace un año. Y la peor parte de es que esa ventanilla para que los bancos alojen liquidez excedente le genera al Central un costo alto, con una tasa que ronda el 50%.

Es decir, casi se duplicó el costo para el BCRA. Y eso no es todo: los pases, al igual que las LEFIs, implican vencimientos diarios, cuando lo que dijo Toto Caputo que había que evitar era el riesgo de tener una gran masa de activos que todos los días podían transformarse en pesos líquidos que generaran una turbulencia en el sistema.

La frase de Caputo tras la derrota electoral tiene, supuestamente, el objetivo de llevar calma al mercado. Pero muchos creen que la ratificación plena de su plan implica una carencia de autocrítica que generaría una conducta defensiva por parte de inversores y ahorristas.

No por casualidad, una de las escenas más recordadas de la noche fue la “canchereada” de Caputo hace dos meses -aunque parezca que pasó mucho tiempo- cuando desafío a quienes desconfiaran de su plan con el recordado “comprá dólares, no te la pierdas, campeón”.

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