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8 octubre, 2024

La historia de La Negra Azul: abusada de niña, deportista de élite, cantante urbana y trabajadora sexual

Azul Ibarra Lezcano es conocida como “La Negra Azul” y una de las cantantes de RKT (siglas de «rakatá», un género musical) con mayor proyección de la escena. Con sólo 22 años, la chica tiene una historia de abusos intrafamiliares, trabajo sexual, consumos problemáticos, una carrera musical y hasta una trayectoria en el deporte de alto rendimiento.

“Sigo sigo con los bombos, hago ruido no me escondo, aunque sigan estos loros silenciándome y todo”, asegura en su primer tema El Kilombo RKT.

El azar, y la metáfora perfecta del destino, puso en su nombre su primer barrio. Azul Lezcano nació en «Villa Azul”, en la localidad de Wilde, donde vivía con sus hermanos, padres y abuelos. Pero el nombre de las calles que lleva en cada paso y en su identidad es el de Lomas de Zamora, donde reside desde los 7 años.

Con Lomas de Zamora en la piel. El tatuaje de Azul Ibarra Lezcano. Foto Martín Bonetto

Con Lomas de Zamora en la piel. El tatuaje de Azul Ibarra Lezcano. Foto Martín Bonetto

Escapando de un infierno

“Cuando llegamos a Lomas veníamos escapando de un infierno, y acá por primera vez me sentí cuidada. Éramos sólo mis papas, mis hermanos y yo”, le dice a Clarín, mirando siempre a los ojos con serenidad y simpatía.

De raíz humilde, el mundo le mostró su peor cara demasiado pronto, y justo en el lugar donde ella debía encontrar protección. A partir de los 4 años empezó a sufrir abusos de parte de su abuelo materno. “Pasaba todos los días, yo ni siquiera entendía qué era eso”, cuenta.

Sus padres trabajaban, sus hermanos iban al colegio y ella se quedaba sola con sus abuelos. “Él lo disfrazaba de juego, pero yo la pasaba muy mal. Mi abuela estaba ahí y lo apañaba, son cosas que de verdad nadie se merece y menos cuando sos tan chica”, dice.

«La Negra Azul» tiene 22 años y comienza un camino en la música. Foto Martín Bonetto
“Todo pasaba dentro de una cadena de silencio atroz. Yo no fui la primera, ni la única. Tengo siete tías. Las siete pasaron por lo mismo y nunca nadie había hablado antes. Fue una persona que cometió abusos y nunca nadie habló”, afirma.

Cuando cuenta esos días, Azul alarga el tiempo entre oración y oración. Como si buscara las palabras exactas. Su verborragia y desfachatez natural se toman un descanso y, como quien entra a un suelo minado, todo lo hace con otra calma.

Como si de repente saboreara más los silencios que las palabras, continúa: “Con mi abuela estuve enojada muchos años. Ella sabia todo lo que pasaba y nunca dijo nada. Hasta me echaba la culpa a mí, porque decía que me ponía pollera con 7 años…».

Y sigue: «Igual si bien nunca la justifiqué, con el tiempo la entendí. Ella es analfabeta. Apenas sabe leer y escribir. Fue siempre una mujer violentada y no podía verlo, porque no tenía las herramientas para hacerlo. Eso lo entendí con el tiempo».

Mudanza impostergable

Su lugar en el mundo. Azul Ibarra Lezcano, en la estación de Lomas de Zamora. Foto Martín Bonetto

Su lugar en el mundo. Azul Ibarra Lezcano, en la estación de Lomas de Zamora. Foto Martín Bonetto
Cuando tenía siete años, se tuvieron que mudar a Lomas de Zamora, porque los padres de otra nena del barrio hablaban de otro abuso. «Empezaron a decir que iban a prender fuego la casa y nos tuvimos que ir. Al poco tiempo todo quedó en nada, porque nadie le creía a la nena, pero yo sabía que era verdad», asegura.

Ahí, Azul empezó a escribir como forma de liberar lo que tenía dentro del pecho. Ese secreto que la consumía y según cuenta «le robaba la infancia» duró hasta casi los 11 años.

Su abusador ya había muerto por una enfermedad, pero las esquirlas de ese dolor la acompañaban en cada cosa que hacía. Tratando de liberar sus sombras, un día lo contó. Primero a su mamá y luego en una publicación de Facebook.

«El abuelo me arrebató la infancia y la inocencia para siempre. Abusaba de mí todos los días durante varios años y a veces me dan ganas de terminar con mi vida», cuenta que escribió.

Y completa: «Ese maldito pacto de silencio se mantenía ya cuando él no estaba y eso no lo podía entender, me hablaban de un gran tipo y hacía las cosas que hacía».

LA NEGRA AZUL – KE VILLA LOMA | Prod. Mdb El Tintin | Dir. El Fanta

Correr, pero nunca escapar

El deporte llega a su vida a los 13 años. Un docente la vio correr y la invitó a empezar a hacer atletismo. Era buena. Era realmente buena. «llegué a estar entre las 10 más veloces del país», subraya Azul.

Entrenaba de lunes a sábados, en la especialidad de velocista de 100 a 200 metros. Eran muchas horas y un gran sacrificio, pero que Azul disfrutaba. «Cuando corría, sentía que me limpiaba la cabeza. Todo lo que había vivido desaparecía. Era yo sola pensando en explotar en velocidad, eso era liberador».

Los costos de la actividad (aunque cuenta que recibía ayuda del municipio) y la sobreexigencia hicieron que dejara el deporte, justo el primer día del comienzo de la Cuarentena (marzo del 2020), sin embargo, cuenta que esa experiencia le dejó enseñanzas para toda la vida.

«El deporte te prepara para la vida, porque ganás en disciplina y aprendés a comprometerte en lo que hacés. Esa misma constancia la aplico hoy en la música y en todos mis sueños», señala.

El RKT testimonial

Azul Ibarra Lezcano era velocista y dice que el deporte le dio disciplina. Foto Martín Bonetto

Azul Ibarra Lezcano era velocista y dice que el deporte le dio disciplina. Foto Martín Bonetto
A mediados del 2021 aparece en el país el estilo RKT. Su nombre se debe a un boliche popular llamado «Rescate», donde el DJ usaba una base particular para pasar sus cumbias. De ese género se desprenden artistas como L-Gante, el Noba y La Joaqui.

Ya había empezado a cantar. Amaba la música. Escuchaba ese movimiento emergente, que combinaba con mucha cumbia clásica como Damas Gratis, Karina o Los Palmeras. Pero también Miranda, La Renga, Soda Stereo, Serú Girán, Chico Buarque o Fito Páez. Lo que fue gestando en ella una mirada intercultural y una postura sobre las cosas que veía a su alrededor.

Su capacidad de escribir letras, rimas y poemas la empezó a tomar de una de sus tías escritora. Siempre contó lo que vivía, lo que se le caía de sus pasos (con especial amor a su lugar de refugio: las calles de Lomas de Zamora, que lleva tatuada en la piel). Los pactos de silencio no iban a existir con ella cerca nunca más, por lo menos “pa quien quiera escuchar”, como dice en su hit Ke Villa Loma.

El feminismo, la discriminación, el clasismo y la pobreza estaban entre sus preocupaciones, y las hacía rimas, casi sin entender el oficio. De a poco, vio que no sólo ella había conocido una mirada terrible de. mundo y escribirlo sentía que podía ayudar a otros: “Siempre pensé que había alguien que me podía entender, por eso escribía”.

En un momento, Azul comienza a hacer covers en las redes sociales, que logran viralizarse, pero la diferencia lo hace cuando en ese estilo graba su primera canción propia El Kilombo RKT.

Había nacido como un poema que ella presentó en un centro cultural junto a su tía. Una denuncia a la sociedad clasista, homofóbica y machista. «Yo tengo todas las contras para esta sociedad, que por negra, o por puta o por mujer bisexual( o por pobre de Lomas) ¿ y mirá si muestro el orto en Instagram? A esta piba la tenemos que educar, por no poder manejar su libertad«, dice la letra.

El RKT que plantea Azul, es distinto al que sonó en un primer momento. Mucho más crudo y real, con letras más comprometidas que desgranaban poesía urbana. Su vida no la escondía detrás de una canción diseñada para bailar (como hacen otros exponentes del género), sino que la usaba para amplificar su historia.

Azul Ibarra Lezcano, con otro símnolo de su historia, el escudo del Club Atlético Los Andes. Foto Martín Bonetto

Azul Ibarra Lezcano, con otro símnolo de su historia, el escudo del Club Atlético Los Andes. Foto Martín Bonetto
Al respecto explica: «Yo no estoy conforme sólo hablando de la joda, por más que sea lo que vende. No se puede hablar solo de eso cuando pasan tantas cosas. Creo que tengo un mensaje fuerte y que vale la pena hacerlo oír. Podés no estar de acuerdo conmigo, pero lo importante es que te lo quedes pensando».

Eso llamó la atención a uno de los productores y realizadores audiovisuales, Martín «El Fanta» Roisi, que vio en ella algo distinto y le ofreció trabajar juntos.

«Azul es una artista completa. Es auténtica y eso no se trabaja. Está o no está. Ella es parte de algo mucho mayor que un movimiento musical, es parte de una cultura. De lo testimonial, del barrio, de lo no frívolo. Ella es el futuro y eso lo vi inmediatamente», cuenta el productor.

El trabajo sexual

La música no es lo único que ocupa sus días laborales. Azul es también trabajadora sexual y vende contenido erótico en redes. Ella define esa actividad como “un trabajo como cualquier otro” y lo compara con “trabajar en un supermercado”.

La cantante cuenta que primero lo hacía a escondidas, pero cuando se decidió a contarlo no fue fácil la aceptación familiar.

Azul Ibarra Lezcano vende contenido erótico. Su familia no estuvo muy de acuerdo con su decisión. Foto Martín Bonetto

Azul Ibarra Lezcano vende contenido erótico. Su familia no estuvo muy de acuerdo con su decisión. Foto Martín Bonetto
«Todos se la agarraron conmigo, me vieron como victima, porque mezclaron los encuentros con la trata de personas y nada que ver. De hecho hasta pensaron que yo lo hacia para drogarme y en ese momento no había probado nada».

Y agrega: » Yo lo hago sola. Pongo mis condiciones. No hay nadie atrás y es una decisión personal. Pasa que todavía es raro que una mujer decida sobre su cuerpo. Y después de todo lo que pasé, es un logro poder decidir por mí».

Pero más allá de la actividad que queda en el espectro de su vida privada, Azul pone todas las fichas a la música, con profesora de canto diaria, mientras piensa nuevas canciones y vídeos. De la mano de El Fanta llegó a al productor musical MDB el Tintín (Productor de El Pepo , entre otros) con quien hace Ke Villa Loma, su canción mas viral, que se multiplica por miles semana a semana en YouTube.

“Hoy tengo todos mis sueños en este camino. Yo fui siempre de soñar, incluso en aquella casa” (indirectamente nombra a la casa de su abusador).

“Hoy la música es todo para mí y con el mismo compromiso con el que te dije que entrenaba, ahora ensayo. Gracias a esto me alejé de consumir cosas que me iban a hacer mierda. Hoy sólo pienso en llegar a todas esas “azules” que hay por todos lados y que con mis canciones consigan sentir que pueden”.

«Quizá de esa forma puedan ver que los que estamos desde cierto lado y bajo ciertas injusticias, que sufrimos por el simple hecho de existir, porque yo no elegí nacer negra y pobre, y sin embargo hay cosas que me pasan por ser negra y pobre».

«O me pasan ciertas cosas por ser mujer o por pertenecer a determinado contexto, y pienso que otros que pertenecen a este contexto, o alguno parecido, o que le pasaron cosas que quizás le arruinaron la vida, que vean que se puede, y que venir de abajo no nos pone un techo de dónde podemos llegar. Yo al principio sólo quería vivir en una casa que no se llueva y ahora no paro de soñar”.

Silencios que se derrumban

Son días especiales para Azul, no sólo por su presente, sino por dolores que se cicatrizan de su pasado. Horas antes de esta entrevista fue a visitar por última vez. “la casa”, aquella tétrica casa de Wilde, que será demolida. Y según cuenta para ella significa “un renacer en su historia”.

Cuenta que salió por última vez de aquel angosto pasillo con la frente en alto y la mirada hacia el futuro. Pensando en su carrera en sus canciones, en sus nuevos videos. Dueña de su destino y de su libertad, pensando el volver a su amado Lomas de Zamora, de heridas curadas y sueños urgentes.

WD

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