Antes que el jarrón, que las noches de El Cielo con Poli Armentano, que las fiestas frente al Vesubio y la convivencia con la Camorra napolitana, estuvo el Guillermo Coppola del Banco Federal Argentino.
Un Guillermo de traje, corbata y maletín que usó esa entidad financiera como trampolín hacia Boca Juniors y más tarde hacia ese Rey Midas que fue Diego Maradona.
Coppola, el representante, la serie de Star+ documenta algo más que el romance con Yuyito González, el divorcio de El Diez, el encuentro con Juan Pablo II o la compra del capricho maradoneano, la Ferrari Testarossa negra. Hay que esperar al quinto capítulo –el anteúltimo- para ver la revolución Vinos Maravilla.
“Diego no es una persona, ni siquiera una marca, es una ilusión y nadie sabe mejor que yo venderle esa ilusión a la gente”, advierte Juan Minujín, el grandioso «Capa bianca” de ficción, como le llamaban los napolitanos a Coppola.
De movida, en apenas 30 minutos, con toda la carne al asador puesta en el primer episodio, vemos al representante en encuentros eclesiásticos, comerciales, familiares y sexuales. Se maneja ágil a bordo de una Vespa por las callecitas napolitanas, astuto, como zorro viejo que anticipa cada jugada. Es grotesco, criatura de trazo grueso, pero ese registro le da a la serie una impronta, la instala como comedia simpática, capaz de “salvar” cualquier monstruosidad del protagonista.
El quinto capítulo salta de un modo interesante mucho más atrás en el tiempo: muestra la construcción empresarial de ese muchachito atorrante y sagaz que gracias al contacto con Vicente “El Tano” Pernía, el entonces defensor xeneize, forjó una relación laboral con el plantel de Boca Juniors y otros futbolistas y, en efecto dominó, llegó hasta Maradona (representado hasta aquel momento por Jorge Cyterszpiler).
Pernía, cliente del banco, es quien le presenta a esos colegas que en los ochenta cobraban en efectivo y no tenían conocimiento de inversiones ni cuestiones financieras. Coppola ve el nicho y arrasa: los asesora económicamente y en materia de imagen personal, logra una cartera de clientes infinita y se lanza solo a la aventura.
“Hasta los pibes de la reserva hablan de Coppola. Manejás la guita de casi todo un plantel”, lo encara el Presidente de Boca (¿Martín Noel o Alberto J. Armando?). La polémica traspasa la pantalla. Muchos televidentes polemizan en redes y creen al personaje una versión libre de Noel+Armando. Lo cierto es que aquel Presidente le pide a Guillermo «ayuda para comprar a «J.J López». López debutó con esa camiseta (en la vida real) durante la presidencia de Noel.
Una escena de la serie de Coppola, la despedida del banco.Sutilezas al margen, el hábil negociante llega a 183 sus futbolistas representados. “Guillote” -que ve el sponsor Jet en la camiseta de Gatti- se enciende y planea el auspicio de Vinos Maravilla en la camiseta. Vemos su graciosa gestión en una cantina, pese a la débil solvencia de un club rumbo a la bancarrota. En esa etapa es el actor Santiago Bande quien lo interpreta.
La ficción no ahonda en los detalles de la vida real: el 26 de febrero de 1983 Boca Juniors generó una revolución publicitaria. En un amistoso de verano en Mar del Plata y nada menos que ante River, el equipo lució por primera vez en la camiseta el anuncio de Vinos Maravilla, algo impensado a nivel instituciones, lo que generó más tarde un efecto contagio.
Gatti; Comelles, Mouzo, Ruggeri, Córdoba; Benítez, Krasouski, Berta, Támer; Gareca y Sotelo posaron para la foto inolvidable. La firma aportaba un fajo de billetes suficiente como para pagar los sueldos del plantel.
El personaje de Pernía en la serie de Coppola.A partir de entonces, Vinos maravilla (marca que había sido fundada en 1935 por Carlos Gualino y Mauricio Escolar y que en los 50 inició un camino como una de las bodegas sanjuaninas más famosas) se hizo popular e incrementó notablemente sus ventas. Le ganó la pulseada a Hitachi, el gigante japonés que había tentado a Boca.
El sponsor se convirtió en una suerte de salvavidas para ese Boca golpeado económicamente, en ruinas que en 1984 fue intervenido y estuvo cerca de desaparecer. La casaca de réplica hoy se vende como agua…
Días antes de la Navidad de 1984 la noticia asustó a millones: un posible remate de la Bombonera, en medio de una deuda de 35.000 dólares con el club Wanderers, de Montevideo (por la transferencia del uruguayo Ariel Krasouski).
La crisis económica que había generado por la adquisición de Diego puso al club e al borde del knock out, con la Bombonera clausurada, un conflicto con Oscar Ruggeri y Ricardo Gareca, un oficial de justicia que embargaba pese a las negativas de los empleados. Finalmente, el 20 de diciembre de 1984 se reunieron todas las fracciones políticas boquenses y llegaron a un acuerdo para elaborar una lista única presidencial encabezada por Antonio Alegre.
El Presidente de Boca y Coppola en la serie de Coppola.En la ficción -precisamente en este quinto episodio llamado Caballito ganador- no hay buceo en eso, vemos una línea confusa que le hace ruido a muchos estudiosos de la historia boquense. Pero se entienden esas licencias tomadas por los guionistas (y ya aclaradas) a los que no les interesa atarse al manual de lo ocurrido fehacientemente.
Se celebran ciertos chispazos de pasado nostálgico, como la aparición del enrulado Carlos Randazzo (en la piel de Juan Salmeri).A «Carli» es a quien Coppola le enseña a vestir «para ser y parecer», y lo aconseja: «Si fuera dirigente le daría más plata al que en lugar de festejar su cumpleaños en San Culo lo hace en New York City y llega en un Mercedes Benz clase C con levanta cristales automático. La plata llama a la plata».
En la serie primero se cuenta la revolución Maravilla y después la negociación de los diez millones que se piden para la llegada de Maradona a Boca (en la vida real hubo dos años de diferencia, primero el desembarco del Diez). Habrá que pasar por alto la minuciosidad histórica e imaginarse muchos detalles no narrados.
Lo demás es historia conocida. Coppola fue el representante de Maradona, pero además su custodia, su sombra y -según pinta la serie-, su “niñero” y «arreglador» de varias desprolijidades…. Esa pregunta inicial que se hace Minujín en el primer episodio ronda hasta el final: «¿Cómo regular esta ducha que lleva por nombre Diego Armando Maradona, abrir el agua caliente, pasarse y abrir el grifo frío?». Seis episodios no alcanzan. Todo hace pensar que habrá segunda temporada…