Un poco menos de una hora después de haberse consagrado campeón de MasterChef (Telefe), ya entrada la madrugada de este martes 8, Rodolfo Vera Calderón celebra del otro lado de la línea. Está al teléfono, en su departamento de Recoleta, recién llegado de sus vacaciones por los Estados Unidos y México. Y está donde prometió que estaría si ganaba: dispuesto a contar sus emociones, a la hora que fuere.
Es casi la 1 de la mañana y su voz navega entre la gratitud, la gloria, la felicidad y el alivio por haber logrado resistir a lo largo de 95 emisiones. Y cada tanto se le corta. No la llamada, sino la voz.
«Es que, de alguna manera, he podido rendirle homenaje a mis raíces, he podido demostrar por qué la gastronomía mexicana, junto con la francesa, fue declarada por la UNESCO patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. Y gané con una receta familiar que ya atravesó cuatro generaciones«, reconoce este periodista de 45 años especializado en las monarquías y graduado en relaciones internacionales.
Y Rodolfo Vera Calderón, que le ganó la final de MasterChef 2023 a Estefanía Herlein, de quien se hizo amiga a poco de haber comenzado el programa -en marzo de este año-, no olvida de dónde vino, pero tampoco adónde vino: «La Argentina es mi lugar en el mundo. En 2004 llegué… y pues aquí me quedé. Este país me ha dado mucho», dice agradecido, mientras de fondo se escuchan las risas de tres de sus amigas que lo acompañan en esta velada de gloria.
Cuenta que está con Claudia, María y Lucila. Y que no fue Annie, la que lo ayudó a cocinar en la tele el Día del amigo, «porque ella no sale si llueve o es de noche. Igual la queremos, ¿verdad, chicas?«.
-¿Qué ingrediente no falta nunca en tu casa?
-Pues no sé, ¿puede ser una bebida?
-Puede ser,claro.
-Entonces te digo tequila y vino tinto.
-Supongamos que no hubieras participado, ¿cómo habría sido tu podio?
-Lo tengo muy claro: primero Aquiles, luego Daniela y, tercera, María Sol.
Palpitando la victoria
Rodolfo contesta convencido, sin apuro, no duda, ni se refugia en las medias tintas.
-¿Cuando empezaste a sentirte ganador?
-No quiero que suene mal, pero cuando vi el menú de mi contrincante y el mío empecé a sentir que podía. No porque el de ella fuera malo, sino porque confiaba en platos que yo conocía, no eran platos fáciles. Apelé a la memoria, recordé sabores, confié y me la jugué. Es que no siempre la comida mexicana es comprendida. Hay gente que cree que sólo hacemos cosas picantes o con mucho sazón. Y no, nuestra gastronomía va mucho, muchísimo más allá que las quesadillas, los tacos y los nachos.
Este domingo, cuando comenzó la final que terminó este lunes, preparó una sopa fría de palta, unos Chile en nogada («usé morrones, para que no me dijeran nada del picante») y «una tarta con dulce de cajeta (dulce de leche) y banana«. Los chiles no sólo estaban muy bien emplatados, sino que los colores de su México natal desbordaban identidad.
Nacido en León, en 1977, se crió en su país, pero a los 11 fue pupilo a un colegio en Indiana, luego volvió para estudiar y con los años armó y desarmó valijas por buena parte del mundo, con escalas en España, en Francia, en Finlandia, en hoteles, Embajadas, redacciones.
Las mujeres de su vida
Habla varios idiomas, conoce los buenos modales de memoria y la memoria es su modo.
Vuelve a hablar de sus padres (Rosenda y Rodolfo), de su bisabuela Jesusa, de su abuela Clementina y de Teresa, la mujer «a la que llamé el día que decidí hacer un mole en el programa. Es un plato muy típico nuestro, pero como es muy especiado y lleva muchos ingredientes no es una preparación fácil ni rápida. Pero Teresa tenía una receta para hacerlo medio a los piques, como lo hacía para que tuviéramos siempre uno en la nevera cuando volvíamos del colegio».
«Me quedó fenomenal, pero más allá de eso sentí -regala- que volvía a mi infancia, a esos aromas, a esos rituales que tienen que ver con el amor en sus distintas formas».
Mientras prepara su libro de recetas, en el que estarán las tres que hizo en la final del reality y que le valieron un trofeo, un kit de electrodomésticos, un curso de cocina y 10 millones de pesos, se anima a pensar en el destino de ese dinero: «Fantaseo con la idea de montar una pastelería en Buenos Aires».
Tiene con qué. Y, por más experto en realeza que sea, no es de los que andan por la vida -ni por la tele- con coronita: «Yo creo en la disciplina, el estudio y la perseverancia». Y se ve que el mérito todavía cotiza.