A Roger Waters no le va nada mal hoy: a los 80 años recorre el mundo con su espectáculo «This Is Not A Drill» (Esto no es un simulacro), y escandaliza con sus opiniones políticas en las que apoya a Palestina y a Rusia, las que emite con total libertad y sin inhibiciones.
Esas mismas controversias son las que hoy le dan dolor de cabeza: el Faena Hotel y el Hotel Alvear se rehusaron a hospedarlo por sus opiniones que algunos califican como antisemitas, lo que él desmiente categóricamente.
Hoy, mientras se acercan sus conciertos del 21 y 22 de noviembre en River, la polémica sobre sus posturas se incrementa, y en Uruguay otras cadenas hoteleras (Hyatt Centric y la cadena Regency) decidieron no albergarlo para su show del 17 de noviembre en el estadio Centenario
Roger Waters estará en River los días 21 y 22 de noviembre con la gira «This Is Not a Drill» que es éxito en todo el mundo. Foto: Reuters.En otro orden de cosas, se casó hace relativamente poco por quinta vez con Kamilah Chavis, una mujer afroamericana que fue su chofer en 2016, cuando se realizó el festival Desert Trip en Indio, California. El hombre tiene todo para ser feliz en su vejez, pero aún no ha terminado con su pasado.
Su propia versión de Dark Side Of The Moon tiene que ver con eso: apoderarse del legado de Pink Floyd. Ese que alguna vez combatió y rechazó. “Dejemos la mentira de ‘nosotros’, ¿puede ser? –le dijo a un periodista británico sobre Dark Side Of The Moon-, yo lo escribí”.
La frase es una verdad a medias, porque si bien en el disco original figura que todas las letras fueron escritas por Roger Waters, en la música hubo aporte del resto de sus compañeros: Nick Mason (el único con quien mantiene amistad), Rick Wright (a quien criticó vivo y muerto) y David Gilmour (al que nunca dejó de confrontar).
Regrabar un disco perfecto
“Los recuerdos de un hombre en su vejez/ son las hazañas de un hombre en su mejor momento”. Esta es una letra de Roger Waters (Free four) escrita en el año 1972 para un disco de Pink Floyd llamado Obscured by clouds, a la que recicló para su flamante versión solista 2023 del cincuentón Dark Side Of The Moon.
La tapa del álbum «The dark side of the moon Redux», donde Roger Waters regrabó la obra maestra de Pink Floyd, «El lado oscuro de la luna».Sí, Roger Waters regrabó enteramente el legendario álbum que ya había hecho con Pink Floyd medio siglo atrás. Pero, ¿no era Dark Side Of The Moon un disco perfecto? ¿Qué sentido tiene volver a hacer un álbum considerado inmejorable? Y además, uno de los más vendidos de todos los tiempos: se encuentra en el tercer lugar, compartiendo el escalón con la banda de sonido de The Bodyguard que protagonizó la difunta Whitney Houston.
Hace cincuenta años, Pink Floyd era la banda de rock Nº1 y la locura lunar un trending topic de los tiempos: hacía menos de un lustro que Neil Armstrong había colocado su pie en la luna y todavía reverberaban los ecos de aquella proeza.
Dark Side of The Moon era un disco que se encontraba en todas las casas, compartiendo estantes con Carpenters, Roberto Carlos, Creedence Clearwater Revival, Sandro, Sui Generis, los dobles rojo y azul de The Beatles, y algún compilado de Alta Tensión. Se usaba para probar la calidad de un equipo de audio y sus oyentes trataban de desentrañar su significado.
El vinilo original de «El lado oscuro de la Luna», de Pink Floyd. Era un disco mágico a punto tal que curiosas teorías generaron mitos urbanos a su alrededor, como que si se ponía a andar la película El Mago de Oz simultáneamente con Dark Side of The Moon, la música sincronizaba perfectamente con las imágenes.
Roger Waters y Rusia
Pero Dark Side Of The Moon es solo una de las superficies donde Roger Waters combate. Bajo los auspicios de Rusia pudo pronunciar virtualmente un discurso en febrero de este año, desde su residencia en Nueva York, para las autoridades del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
El discurso de Roger Waters vía video en la reunión del United Nations Security Council en febrero de 2023 en Nueva York. Foto: EFERealizó un firme llamamiento a la paz en el conflicto de Ucrania y Rusia, admitiendo la ilegalidad del ataque soviético pero señalando que no fue sin provocación: Ucrania llevaba la pollera corta.
El embajador adjunto ucraniano respondió que debía ser “muy triste para sus antiguos fans verlo aceptar el rol de un ladrillo en la pared de la propaganda y desinformación de Rusia”, aludiendo a The Wall, el otro disco emblemático de Pink Floyd editado en 1980, donde Waters cobró mayor protagonismo y comenzó una política de desplazamiento del resto.
Es verdad que The Wall fue más suyo que del resto de Pink Floyd. En él, bajo la máscara de un personaje llamado Pink, contó su historia, la de un huérfano de padre muerto en la batalla de Anzio a los pocos meses de su nacimiento en 1943. Roger fue criado por su madre, una severa mujer con corazón socialista, de la cual heredó su temple y su sistema de ideas.
Pink Floyd en 1967: Roger Waters, Nick Mason, Syd Barrett y Richard Wright. Foto: APEjerció su etapa militante en Cambridge, su ciudad natal; luego, el ímpetu de su juventud lo llevó a ponerse una mochila y recorrer algo del mundo. A su regreso comenzó a estudiar arquitectura y allí se subió al proyecto de una banda de rock liderada por Syd Barrett: se trataba de los comienzos de Pink Floyd, a mediados de los años ’60.
El grupo fue pionero de la psicodelia inglesa y tuvo como productor a Norman Smith, que había sido el ingeniero de grabación de The Beatles. Su debut fue auspicioso, en tiempos en que el Sargento Pepper gobernaba la tierra, pero la herencia familiar potenciada por el consumo de LSD precipitó a Barrett por el abismo de la esquizofrenia. David Gilmour lo reemplazó con solvencia, y la tarea de componer canciones fue colectivizada.
La tapa de Atom Heart Mother, de 1970, tenía un concepto diferente al que inspiró las tapas anteriores, y sorprendente a la vez.Pink Floyd no encontraría su identidad hasta que en 1970 grabaron un álbum difícil con orquesta: Atom Heart Mother (Corazón de madre atómica), cuya tapa era la foto de una vaca, que en la edición argentina estuvo acompañada por un sticker que rezaba: «Danger! Música anti-comercial y no bailable».
Un par de discos más tarde lograron la perfección de Dark Side Of The Moon, y la fama del grupo no tuvo techo y volaron por la estratósfera hasta The Wall.
«The Wall», una obra cumbre de Pink Floyd.Pero luego Roger Waters fue por todo y compuso The Final Cut, un álbum sombrío, muy personal, en el que casi no dejó participar a nadie. En él conjuraba fantasmas de guerra antiguos y actuales para aquel 1983: todavía reverberaban los ecos de las bombas de la guerra de Malvinas, y Waters fue uno de los pocos británicos en reconocer la soberanía argentina.
La muerte de Pink Floyd
A mediados de los años ’80, Roger dictaminó la muerte de Pink Floyd con su ida de la banda, pero David Gilmour le cantó retruco: en tribunales logró la tenencia del nombre junto con los otros dos miembros. Realizaron giras exitosísimas y espectáculos notables sin Waters.
Con la sangre en el ojo, Roger no lograba hacer pie con su carrera solista, y se anotó un triunfo cuando la caída del muro de Berlín propició que pudiera hacer una recreación de The Wall con algunas luminarias sobre el bunker de Hitler en 1990.
La historia no volvería a ponerse de su lado hasta que aceptó que la audiencia no estaba prendada de sus ideales políticos y sus álbumes solistas, y encaró la gira «In The Flesh» en 1999, cuyo repertorio pertenecía mayoritariamente a Pink Floyd. Así llegó a Buenos Aires por primera vez en marzo de 2002. Se convertiría en un visitante frecuente y volvería a la Argentina en 2007, agotando dos River, y en 2012 para presentar The Wall y alcanzar la friolera de nueve estadios de Núñez agotados.
Roger Waters en River en 2012, durante las nueve fechas agotadas de «The wall» en vivo. Foto: DyNEn 2005, había sucedido lo imposible: Waters depuso momentáneamente las armas y aceptó reunirse con sus antiguos compañeros de Pink Floyd para Live 8, el evento con el que los grupos más importantes del rock presionaron al Grupo de los Ocho, para que condonara las deudas externas de los países más pobres.
La reunión de July 2, 2005 file photo of Pink Floyd’s Dave Gilmore, left, Roger Waters, second left, Nick Mason, second right, and Rick Wright, at the end of their set at the Live 8 concert in Hyde Park, London. In a victory for the concept album, Britain’s High Court on Thursday March 11, 2010 ordered record company EMI Group Ltd. to stop selling downloads of Pink Floyd tracks individually rather than as part of the band’s original records. The rock group sued the music label, saying its contract prohibited selling the tracks «unbundled» from their original album setting. (AP Photo/Lefteris Pitarakis, File) londres inglaterra Dave Gilmore Roger Waters Rick Wright integrantes grupo musica pink floyd demanda discografica emi ganan juicio prohiben venta canciones por separadoFue sólo una burbuja en el tiempo, y luego de algunos intercambios de cortesías reanudó sus diatribas contra David Gilmour. Ese frente de batalla volvió a estar operativo a comienzos de este año, cuando Polly Samson, la escritora casada con David Gilmour, le lanzó un tweet demoledor en el que lo acusaba de “antisemita, defensor de Putin, mentiroso, ladrón, hipócrita, evasor de impuestos, misógino, envidioso y megalomaníaco”.
David Gilmour con su mujer, Polly Samson. Ambos criticaron duramente a Roger Waters por defender a Rusia. Foto: IGGilmour retuiteó a su mujer, y agregó: “Cada palabra es demostrablemente cierta”.
Conciertos como tribuna política
Lo más reciente han sido las acusaciones de anti-semitismo, a veces por la razón equivocada: el personaje de dictador que Waters encarna en su show, lo viene interpretando desde la primera presentación de The Wall en 1980, y hasta un tribunal le dio la razón.
Roger Waters en vivo en Berlín, vestido como el personaje de sus canciones. Captura de video.Pero Waters, fiel a su naturaleza, agitó las aguas nuevamente al tomar posición contra Israel por el ataque de Hamas a su territorio el 7 de octubre pasado. Y no solo eso: acusó a Israel de mentir sobre el asesinato de bebés y civiles, e invierte la carga pidiendo un alto el fuego y acusando a Israel de genocidio, como si no hubiera sido el territorio atacado y sus pobladores masacrados.
En ningún momento mencionó que murieron casi trescientas personas en el marco de una fiesta electrónica, y sí aventuró que los primeros cuatrocientos muertos fueron militares, por lo tanto todo se desarrollaba en el marco de una guerra. Un argumento extraño para un pacifista.
Hoy, Roger Waters utiliza sus conciertos como una tribuna política, amparado por una puesta escénica impactante y respaldado por la música de Pink Floyd que, claro está, en parte le pertenece.
La espectacular puesta de Roger Waters en la gira actual «This is not a drill». Foto: gentileza DF«This Is Not A Drill» es un espectáculo impresionante donde su voz en off comienza diciendo: “Si sos uno de esos que gustan de Pink Floyd pero que no se bancan la onda política de Roger, harías bien en irte al bar directamente. Gracias y disfruten del show”.
Quizás un alto el fuego en el Río de la Plata debería ser considerado por todas las partes para que la música pueda brillar.