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3 diciembre, 2024

Sergio Tiempo, hijo artístico de Martha Argerich, tocó Chopin y sufrió con los aplausos


El pianista sabe tocar a velocidad, pero es más transparente en los tiempos lentos. Las expresiones del público conspiraron contra la fluidez.

Como parte del Festival Argerich que durante estas semanas acapara la atención del medio musical local, el pianista Sergio Tiempo volvió este viernes al Teatro Colón para un recital íntegramente dedicado a Chopin.

Sergio Tiempo -nacido en Caracas de padres argentinos y criado entre Sudamérica y Europa- es no sólo la figura más destacada de una familia de intelectuales, docentes del piano y pianistas, sino que, por afinidad musical, cariño y proximidad geográfica, es uno de los hijos artísticos de Martha Argerich, que con su conocida generosidad posibilitó que la actuación se diera en este marco, a sala llena y con gran expectativa.

Dentro de la vasta producción de Chopin, el intérprete realizó una inteligente selección: dos de sus sonatas (las números 2 y 3) que enmarcaron una serie de piezas diversas; se dio así una construcción simétrica que prometía la posibilidad de apreciar prácticamente todo el arco expresivo de un compositor que exige todo de un pianista: línea de canto, potencia, velocidad, variedad de toque, rubato y sutileza.

Sergio Tiempo es uno de los hijos artísticos de Martha Argerich y tocó en su festival. Foto Arnaldo Colombaroli/Teatro Colón

Sergio Tiempo es uno de los hijos artísticos de Martha Argerich y tocó en su festival. Foto Arnaldo Colombaroli/Teatro Colón

Primero, la ovación

Recibido por una ovación que cayó a sus pies apenas pisó el escenario, Tiempo no se demoró en ceremonias y puso manos a la obra sin más prolegómenos. El comienzo de la sonata n° 2 en si bemol menor mostró algunas vacilaciones que fueron superadas rápidamente; luego el pianista acometió el Scherzo con un impulso casi sinfónico que se ablandó en la segunda sección.

Así se vio la esencia de este recital, que transitó -en especial en esta primera parte- entre dos extremos: una tendencia a la velocidad excesiva y el fortissimo en los tempi rápidos -fue difícil en esos momentos comprender con claridad el discurso musical- y una belleza transparente en los tempi lentos, donde Tiempo mostró en toda su dimensión el gran artista que es. Un ejemplo cabal de esto lo dio la famosa Marcha fúnebre, que sonó grave sin languidez.

Si fue difícil para el intérprete lograr un auténtico clima en esta primera obra, podría atribuirse gran parte de la responsabilidad a un sector del público que insistió en aplaudir frenéticamente después de cada movimiento.

Sergio Tiempo se dedicó a la obra de Chopin, en su concierto del Festival Argerich. Foto: Arnaldo Colombaroli/Teatro Colón

Sergio Tiempo se dedicó a la obra de Chopin, en su concierto del Festival Argerich. Foto: Arnaldo Colombaroli/Teatro Colón

Después, evitemos los aplausos

Tanto fue así que antes de interpretar la serie de obras sueltas (tres preludios del opus 28, el Nocturno n° 4 en Fa mayor y la cuarta Balada en fa menor) Sergio Tiempo pidió evitar el aplauso, justamente para experimentar la sucesión de fragmentos como un todo.

El efecto -gracias a la ausencia de palmas y la concentración que sobrevino- se logró en las cuatro primeras piezas, pero nuevamente se quebró con la ovación anterior a la última.

Aunque los aplausos entre movimientos continuaron después del intervalo (por lo visto ni siquiera el pedido expreso del artista podía evitarlo), lo mejor del recital resultó esta segunda parte.

Sergio Tiempo hizo una pieza de Chico Buarque y Tom Jovin fuera de programa. Foto Arnaldo Colombaroli/Teatro Colón

Sergio Tiempo hizo una pieza de Chico Buarque y Tom Jovin fuera de programa. Foto Arnaldo Colombaroli/Teatro Colón
Por un lado, el ajuste de los técnicos corrigió algunas molestas imperfecciones en la afinación del piano, y por otro lado Tiempo pareció más sereno y logró ya desde el Allegro Maestoso de la tercera sonata el esperado equilibrio; otro momento destacable fue el Largo, donde la ligereza se unió a la profundidad.

Fuera de programa llegó en primera instancia un regalo tan hermoso como singular: una versión extraordinariamente chopiniana y conmovedora del Preludio en blanco y negro de Chico Buarque y Tom Jobim.

Ante la insistencia general, Tiempo regresó con el vertiginoso Preludio n° 16 de Chopin en el que volvió a mostrar su costado más pirotécnico y atlético, un aspecto que -por lo visto- provoca el delirio en cierto público, pero que no necesariamente es siempre el que más conviene a este repertorio.

Ficha

Sergio Tiempo (piano)

Calificación: Bueno

Obras: de Chopin Sala: Teatro Colón, viernes 21 de julio 

WD

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