Tiempo de túneles y de puentes
Desde la noche del domingo las tres fuerzas que disputaron la primera vuelta se lanzaron a construir futuro. Apelan alternativas diversas de construcción. Hasta el 19 de noviembre es un tiempo de puentes y/o túneles, según dijo el domingo Diego Bossio, ocurrente en este tipo de metáforas.
Sergio Massa presumía ya antes del domingo que ganaría el primer round. El sábado abrió los celulares para tomar contacto con sus adversarios. Hizo llamados y envió mensajes a hombres de Cambiemos y del peronismo no cristinista.
Algunos, refugiados bajo el ala de la primera línea de JxC. Otros, legisladores a quienes sorprendió lejos del teatro de operaciones (como fue el caso de un@ senador@, que estaba en el corazón de África, en donde sesionaba por temas ambientales).
Massa alistó al cuerpo de ingenieros para que tiendan puentes y abran túneles que le sirvan para ganar la segunda vuelta y que lo asistan, si ganase, para gobernar.
Massa, un estilista de la elasticidad
Tiene recursos disponibles. El estallido de Cambiemos libera fuerzas de las que ha estado cerca desde antes de la convención de Gualeguaychú en abril de 2015. En aquella reunión participó de manera vicaria detrás del sector de Gerardo Morales, que mocionaba en la UCR en favor de una alianza que incluyese al Frente Renovador.
El jujeño perdió en aquella disputa, en la que Macri impuso la idea de que Massa debía quedar afuera del Partido del Ballotage para que Cambiemos no quedase reducido a ser un actor más en la pelea entre massismo y cristinismo.
Ahora, este estilista de la elasticidad sondea entre los amigos del ala acuerdista de JxC que encabezan radicales y dirigentes del PRO con quienes tiene entendimientos de tunelero y de pontonero (reservemos la palabra “pontífice” para el Santo Padre, que se nos fue, pero aún nos guía -y vigila-). Con ellos ha acordado leyes y con muchos tiene amistad de superficie y también clandestina.
Ahora toca pelearse con Cristina
Para construir una chance ganadora tiene que drenar al peronismo de fuerzas negativas como el cristinismo, de quien fue adversario jurado durante más de una década. Massa le sacó al peronismo, desde su juventud, todo el provecho posible. Después de 2019 se quedó con la cámara de Diputados, es ministro de Economía y candidato presidencial con posibilidades de llegar a lo más alto.
Ahora le sobra el cristinismo. La escondió a Cristina todo lo que pudo y eso lo benefició en esta primera vuelta. Ella no tiene problema en despegarse del Gobierno al que pertenece; es lo que hace ante todos los problemas. Lo que seguramente no esperó es que Massa ganase la primera vuelta y que haya recuperado un nivel de votos impensado.
Siempre ha tenido al peronismo en menos. Es otro error de Cristina, de los tantos que han pavimentado su trayectoria. Desde antes de ser vicepresidente sancionó que el manejo de la economía que hacía el macrismo era malo para el país. Cuando asumió el gobierno en 2019, dijo que sería letal para el peronismo y que por el acuerdo con el FMI se perderían las elecciones. Se le cumplió la profecía en 2021. Pero ahora no. Y Massa va a aprovechar esos errores.
Le conviene, para ganar votos para el ballotage, que el cristinismo esté lejos de él. Lo favorece mucho la actitud de Axel Kicillof de haberla mencionado a Cristina como conductora en su discurso de la victoria. Sergio, en cambio, ni la mencionó ni lo subió al gobernador al escenario. Necesita, como nunca, esa pelea con Kicillof para ganarse el favor de algún voto anti K.
Parque Norte, torbellino de pasiones
En la noche del domingo, el comando de Juntos en Parque Norte fue un torbellino de pasiones. Un grupo chico debatió cómo enfrentar el resultado. Llegaron al acuerdo de que no habría ninguna declaración de adhesión ni a Massa ni a Milei.
Era una convención de ofendidos y humillados. Larreta venía de sufrir desde hacía un año y medio el hostigamiento de Milei, a quien Macri exaltaba cuanto podía. La mesa chica ensayaba discurso para Patricia, con la redacción del speech de reconocimiento de la derrota, algo que para algunos debe hacerse con celo porque todo lo que diga la noche de los resultados tiene efecto dominó.
El ingreso inesperado de Elisa Carrió le puso rock and roll al encuentro. Hasta entonces la jefa de la Coalición estaba fuera de juego con promesa de no reaparecer hasta abril del año que viene. Lilita estaba en su casa de Exaltación de la Cruz disfrutando de una tarde de piscina.
Tomó conocimiento a media tarde de que los números hablaban de derrota. Hasta momento había pensado que Patricia entraba al ballotage. Se puso un batón y partió hacia Parque Norte. Ni tiempo tuvo de lavarse el pelo. «No pensaba ir -reflexionó-. Pero yo no estoy para las victorias. Estoy para las derrotas».
Se constituyó en el comando en pocos minutos. Estaban Macri, Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal, Diego Santilli, Hernán Lombardi, Gerardo Morales, Laura Alonso, Maxi Ferraro y alguien más. Protagonizaron un momento de tensión cuando Macri dijo que el discurso debía tener un fuerte acento antikirchnerista. No prosperó. Dominó la idea de la neutralidad.
Lilita la instruyó a Patricia a que no leyese el discurso que le habían preparado -Laura Alonso, entre otros-. «Hablá desde el corazón». Pudo parecer un discurso muy Coalición y muy radical cuanto dijo «la causa permanece» y cuando habló que la república no se negocia. Castigó a los populismos, pero no inclinó sus palabras en favor de Milei, como algunos pensaron que haría.
Radicales en la mira de Sergio
Esta semana Gerardo Morales reunirá al comité Nacional de la UCR, que el mes que viene tiene que elegir nuevas autoridades del partido. Antes de las elecciones tienen que convocar a la Convención para resolver si toman posición en favor de alguno de los candidatos del balotaje o si hay libertad de acción.
Carrió, en la noche del domingo, llamó a todo Juntos por Cambio a votar en blanco. Es lo que traduce un comunicado de la Coalición que afirma: “No es ni con Massa, ni con Milei”. El radicalismo enfrenta un drama: los gobernadores que tiene perdieron elecciones en la categoría presidente, como Gustavo Valdés, Alfredo Cornejo, Maxi Pullaro, Leandro Zdero. Difícil confiarles el partido.
Martín Lousteau, a quien le encantaría esa tarima, perdió la primaria en CABA con Jorge Macri -hay que tener ganas-. El despliegue territorial del radicalismo los obliga a la convivencia con quien sea presidente. ¿Con quién les conviene adelantar algún compromiso? ¿Con Massa, un acuerdista sin escrúpulos, o con Milei, que promete romperles la cabeza? No tienen mucha opción.
Esta primera vuelta demostró que los territorios existen y que los aparatos deciden elecciones. Y que eso de que el voto lo maneja el telefonito es una fantasía. No estuvo en esa reunión de Parque Norte Mario Negri, jefe de la oposición en Diputados. No fue candidato a reelegir por Córdoba porque no compartió la idea de Macri y de Patricia de ir a unas primarias que los debilitó y que no respetó el método ganador de 2015.
En aquel año hubo listas únicas a legisladores nacionales colgadas a la de los candidatos presidenciales. Sin ser candidato, Negri hizo la campaña como si lo fuera. Se quedó el domingo en Córdoba e hizo una autocrítica.
Dijo Negri: “Juntos construyó su propia derrota. No fue los últimos días, fue un largo proceso cargado de aspiraciones. Dije mil veces el ‘no se peleen’ que reclamaba la gente. No lo escuchó Junto. Dije ‘inflación de candidatos’. Se creyó que ganar las PASO era ganar el gobierno. En la UCR hay que evitar la implosión y mantener su cohesión».
De esa reunión tampoco participó Miguel Pichetto, el compañero de fórmula de Macri en 2019 y con quien tiene una relación que va más allá de la política. Esa relación no impidió cierto hostigamiento que sufrió Pichetto durante la campaña. No estuvo en actos importantes de Patricia en la provincia de Buenos Aires, que lo tiene a él como diputado electo.
Ocurrió en Mar del Plata, al que no fue invitado, y en Lomas de Zamora, en el cierre, en donde estuvo en el escenario, pero no habló. Le reprocharían que en la primarias militó en favor de Larreta. Estaba invitado a Parque Norte, pero no fue. Dice no ser un político de peristilo. «Los cementerios no me gustan» sonríe, algo que le cuesta, como se sabe.
Milei, el piso le salió techo
A Milei lo ilusionan, frente al balotaje, las leyendas urbanas, como la que dice que en un balotaje el que sale primero pierde ante el segundo. El antecedente de Mauricio Macri en 2015 y de otros presidentes latinoamericanos avalan esa leyenda. No es fácil convencerse.
El domingo demostró que le fue imposible quebrar el casi 30% que había obtenido en las PASO. Era presumible después del 13 de agosto que ese porcentaje podía ser el piso y el techo de su crecimiento. Resultó ser techo. La carencia de despliegue territorial ya lo convertía en el candidato con más dificultades para entrar en la segunda vuelta.
Lo logró por el hundimiento de Juntos por el Cambio -mala candidata, internismo entrópico, falta de liderazgo y de estrategia, todo mal-. Casi con ganas de perder lo que un año atrás tenían ganado. El esfuerzo es mayúsculo para Milei porque competir con chance con Massa implicaría construir una alternativa no peronista en 28 días, algo que a Cambiemos le costó años.
Ese arco, que en 2015 fue el Partido del Balotaje que ganó las elecciones, nació de un diagnóstico esclarecido de Macri, de dirigentes radicales y de Carrió que extendieron el arco hasta comprender todas las manifestaciones no peronistas. Permitió que se cumpliera una ley que se repite en todos los turnos electorales. La Argentina articula la representación política del 80% del electorado en dos familias políticas. Si alguna de ellas se divide, seguramente pierde.
Cambiemos ganó desde 2015 porque el peronismo estaba dividido por el cisma del Frente Renovador de Massa. Cuando el peronismo se unió, comenzó a ganar -2019-. En este turno, Juntos por el Cambio pierde porque se dividió. Un sector del PRO encabezado por el propio Macri alimentó las posibilidades de La Libertad Avanza y quebró la unidad de esa fuerza. Por eso ganó el peronismo.
Las iras que aislaron a Milei
Milei ha roto puentes con sus adversarios de esta primera vuelta. Macri está en condiciones de intentar algún tuneleo para cerrar compromisos para el futuro. Ya rompió Cambiemos al despedirse de los aliados del peronismo y el radicalismo que lo hicieron presidente en 2015. Quemó las naves y no hay retorno de ese Titanic que fue Juntos por el Cambio, que yace en el fondo del mar.
Es difícil presumir que si Macri no pudo construir un triunfo para Bullrich, lo logre ahora para Milei. Cuando se levanten las inhibiciones de discreción se sabrá de las veces que Macri intentó convencer a la candidata y a su entorno de cerrar algún entendimiento con Milei. Fue una constante de su argumentación durante meses y chocó con la desconfianza de los aliados.
No se engañan, como afuera de la Argentina, con el Milei adalid de los indignados y estandarte de la nueva ultraderecha global. Lo ven como una máscara del peronismo menemista diseñada desde el oficialismo para dividirlos. Milei aprovechó los argumentos de Macri contra el peronismo y el radicalismo para tomar distancia. Ahora es tarde para que encuentre apoyo en votantes de esas fuerzas que, o no irán a votar, o votarán en blanco o, como es el caso de sectores del radicalismo, pueden llegar a votarlo a Massa.
Imaginando el 2027 (Macri)
Macri aparece para los propios como el responsable de la derrota y se la van a facturar hasta el día del juicio final. Pero tunelear alguna relación a futuro con Milei y lo que significa, puede ser un ladrillo en el proyecto que alienta para un regreso al poder en 2027 a la cabeza de un partido de centro derecha como el PP español, que siempre ha sido su modelo de construcción política.
Ese partido ha renunciado a ser gobierno con tal de no aliarse con Vox, que viene a ser como un Libertad Avanza en España. Lo alienta también a Milei la hipótesis de que una disputa binaria, afirma una hipótesis de LLA, gana porque le conviene pelear solo mejor que mal acompañado. Despegado de aliados funcionaría mejor. No se cumplió esa hipótesis en la primera vuelta.
El espejismo del prime time
El estancamiento de Milei clavado en los casi 30 puntos del 13 de agosto merece un examen para sacar lección. Era el candidato de los medios metropolitanos, un recurso seguramente no renovable. Durante dos años, había saturado las pantallas de los programas militantes de la CABA con apariciones varias veces al día. ¿Había más televisión posible para hacerlo crecer después de las PASO?
El resultado del domingo probó que no. Y que había sido objeto y no sujeto de la intención de los canales y los comunicadores de construir audiencia, más allá de lo que Milei dijese o representase políticamente. Podría ser liberal, conservador o maoísta, el decir de Durán Barba. ¿Por qué estoy acá? Dijo Milei por TV: porque traigo rating.
En ese sentido fue un actor mudo de la construcción de audiencia, un fenómeno que ha ocurrido en otros países. El deber del candidato es ver más allá de la bruma cuando el mar se confunde con el cielo y el horizonte aparece difuminado por la neblina. Les suele ocurrir a los aviadores en tiempos de borrasca.
El riesgo es venirse abajo, víctimas de un espejismo. El error es entregar la vida a los animadores de la tarde que se prenden en cualquier tema que les permita construir audiencia. Les importa más que los asuntos de que hablan o la ideología de sus invitados. Esos animadores de dos puntos de rating figuran entre los derrotados del domingo.
Marcelo Bielsa describió ese ejercicio de la construcción de audiencia como objetivo superior de los medios audiovisuales, por encima de las militancias. Enojado con cronistas uruguayos, sancionó hace poco con claridad:
«Todos ustedes pertenecen a empresas que no jerarquizan el talento para construir ideas que enriquezcan a los amantes del fútbol. Lo que las empresas les demandan es que sean escuchados. Digan y hagan lo que quieran con tal de que sean escuchados. Y cualquier analista de la evolución de los recursos que utilizan los medios de comunicación se dará cuenta que es una escalada, ¿no?. Cada vez que los recursos son peores, con tal de que el público siga escuchando. Entonces yo les decía que a mí no me importa. No me importa lo que ustedes digan, pero sí me importa mucho el efecto de lo que ustedes dicen. Entonces yo lo que trato de ver es qué opinan los lectores o los ‘escuchas’ o los televidentes de lo que ustedes dicen» (3 setiembre, 2023, rueda de prensa en el Uruguay).
Simple y en boca de alguien que de eso sabe. Milei ha sido beneficiario y a la vez víctima de esa escalada.