El martes, cuando caía la tarde en La Plata, Axel Kicillof estaba en su despacho de la Gobernación reunido con varios funcionarios. El clima era de cordialidad hasta que a uno de sus asesores le entró un mensaje en el celular de un periodista acreditado en la Casa Rosada. El texto contenía una infidencia: en el Gobierno se decía que YPF estaba por anunciar que la megaplanta de gas natural licuado se iba a construir en Río Negro y no en la provincia de Buenos Aires. El anuncio era inminente y no quedaba nada por hacer. Al gobernador se le transformó la cara. Su grupo de alerta de Telegram, que se reserva para tratar temas de urgencia, entró en funciones. Algo había que hacer, algo había que decir. A la provincia más poblada del país se le escurría la inversión más grande de la historia -se proyectan entre 30 y 50 mil millones de dólares- en un momento de crisis económica y suba del desempleo.
A los pocos minutos, sonó el celular de Kicillof. Era Horacio Marín. El presidente de YPF les había prometido a él y a Alberto Weretilneck, el gobernador rionegrino, que ambos se enterarían antes que nadie de la decisión. Lo último que les dijo fue que esperaban el resultado de la consultora Arthur D.Little, contratada para el análisis comparativo entre Punta Colorada, en Sierra Grande, y el puerto de Bahía Blanca. Aquella primera promesa de Marín, la de comunicarles primero la resolución, no ocurrió.
“Yo todavía no sabía cómo había votado cada integrante del Directorio de YPF y la información ya estaba en los portales”, se sinceró el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, que formó parte del cónclave en YPF, en una conversación privada.
En La Plata manejaban el dato de que el misterio se iba a revelar a mediados de agosto. Los sorprendió, también, que se adelantaran los tiempos. ¿El informe de D.Little se hizo en tiempo récord? A la administración bonaerense le genera suspicacia. Javier Milei había brindado una punta en una entrevista, al decir que era improbable que una empresa quisiera apostar por una administración en manos de Kicillof. Una tormenta perfecta arreciaba sobre la Gobernación desde enero, cuando los técnicos de YPF fueron por primera vez a recorrer Río Negro. La tormenta se terminó de concretar el martes con el llamado de Marín.
El CEO de YPF se contactó con Kicillof antes que con Weretilneck, pero el bonaerense -que todavía estaba reunido con su equipo diseñando la conferencia de prensa que darían al otro día- no lo dejó hablar.
— Sos un mentiroso. Al final nos mintieron. Nos dijeron que iba a ser una decisión técnica y fue política. Nos cagaron — le dijo. A esa frase siguieron otras. Más fuertes.
Marín es ingeniero químico. Fue tenista profesional y en el circuito lo llamaban El Abuelo porque, frente a cualquier tema por menor que resultara, se sumergía en largas reflexiones. Trabajó 35 años en Techint y hoy ocupa por primera vez un cargo en nombre del Estado. El funcionario quedó atónito por el tono con el que hablaba Axel. Quiso interrumpirlo, pero no pudo.
Testigos de la charla cuentan que el gobernador habló sin parar durante cerca de diez minutos y que le exigió que YPF dijera que la determinación no tenía que ver con la adhesión o no al Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones. Quizá Marín hasta pensó en cortarle la comunicación: las críticas hacia su persona no paraban. “Lo puteó de arriba a abajo”, afirmó un alto funcionario de la Casa Rosada que habló con él esa misma noche. Marín estaba apesadumbrado por el trato. En la cima del poder, no. Al contrario: algunos, incluso, gozaban con el estado de furia del mandatario y pedían más detalles de la charla.
La pelea de Milei con Kicillof es una de las postales argentinas que asomó después del resultado electoral del año pasado. Kicillof cree que no le perdonan haber conservado su territorio, pese a la ola de cambio que dominó la contienda nacional. Milei lo llama “el soviético” o “el comunista”. A Axel al principio le divertía el apodo. Ya no. Entendió que podría jugarle en contra para sus aspiraciones electorales de 2027.
“Hay empresarios que se lo creen”, temen a su lado. La no adhesión al RIGI alimenta esas sospechas. Acaso haya algo de eso en la decisión de YPF y su socia, la petrolera malaya Petronas. Kicillof hizo piruetas para explicar su posición, antes y después del anuncio. En YPF aclararon que no tenía que ver con el RIGI, aunque -al mismo tiempo- dijeron que Río Negro ofreció mejores condiciones regulatorias y fiscales.
—OK, ahora dejame que te voy a explicar yo —le dijo Marín a Kicillof cuando se hizo una pausa.
El CEO de YPF intentó convencerlo de que la decisión era sumamente técnica y económica. Le transmitió que resulta más redituable hacer la planta en Río Negro y que allí podría desarrollarse un puerto de aguas profundas para que ingresen barcos “superpetroleros” de gran tamaño y que posibiliten la baja del costo de transporte, además de su cercanía con la formación de shale gas en Vaca Muerta. Lo intentó durante poco más de un minuto. No hubo caso. Marín prometió enviarle el estudio completo de Arthur D.Little. Kicillof se lo reclamó. Cortaron de mal modo.
Weretilneck recibió el llamado de Marín con euforia. Cuando cortó con él, le envió un mensaje a Milei. “Gracias por poner a Río Negro en igualdad de condiciones que a la provincia de Buenos Aires”, le dijo. En enero, cuando el personal de YPF fue a visitar Río Negro, Bahía Blanca era la opción que se llevaba todos los números para hacer la planta. Algo, o muchas cosas, cambiaron desde entonces. “Ahora a trabajar fuerte para hacer de esto una realidad”, le contestó el Presidente a Weretilneck.
En el kirchnerismo se sintió el cimbronazo. Kicillof llamó esa noche a Cristina para contarle la novedad y consensuaron una posición pública. Es posible que también hayan hablado de la situación de Venezuela, aunque Kicillof -al otro día- se mostró errático cuando le preguntaron qué opinaba de las denuncias de fraude contra Maduro.
Varios de los integrantes de La Cámpora, o ex integrantes, porque La Cámpora ya se asemeja a una cáscara vacía, hasta levantaron el teléfono para llamar a periodistas críticos, con la excusa de que no se confundiera su posición. La discusión por la planta de gas licuado y las elecciones venezolanas desnudaron la falta de conducción en el peronismo y de un discurso único, como en las viejas épocas. No faltó, incluso, quien acusara a Kicillof de privilegiar un capricho ideológico. Sí, como los mileístas, algunos camporistas y peronistas que no simpatizan con el gobernador casi que hoy lo miran de reojo. Martín Doñate, confidente de Máximo Kirchner, declaró que se sentía “feliz” y “orgulloso” de que Río Negro haya ganado la pulseada.
Las irregularidades en la contienda electoral de Venezuela formaron parte de la cena de cuatro horas que Milei y Mauricio Macri compartieron el lunes en la Residencia de Olivos. Macri le pidió al Presidente que Argentina vele por la democracia y que se sume a los países de la región que condenan al régimen, más allá de las diferencias que La Libertad Avanza pueda tener con varios de ellos.
En el encuentro a solas que tuvieron, Macri se quejó frente a Milei del funcionamiento de varias áreas de su Gobierno. Se lo aclaró de entrada: “Hoy te vas a enojar conmigo porque vine a decirte cosas que no tenés ganas de esuchar”. El jefe de Estado le respondió que estaba para oír cualquier cosa, que hablara sin miedo, que los unía una relación muy “especial”. Macri le reprochó que, las veces que hablaron, él se comprometió a una cosa y luego hizo otra. “Antes le echabas la culpa a Posse, pero Posse se fue y no cambió nada”, confió Macri. El nombre de Santiago Caputo surgió de inmediato. No así el de Karina Milei. Las quejas del ex presidente se concentran en el gurú libertario, con quien se reunió varias veces. A Karina casi no le conoce la voz. Nunca charló con ella a solas.
“Esto tiene que arrancar”, insistió Macri. Le hizo un breve recorrido por sus años en el poder y las trabas que encontró y los temas en los que no pudo avanzar. El líder del PRO le aconsejó que amplíe su equipo y que se “deje ayudar”. Habló puntualmente de áreas que siguen en manos del kirchnerismo y, sobre todo, del massismo. “No podés apoyarte en los malos”, insistió. Y apuntó a Caputo. Ofreció ayuda y nombres para muchos organismos. También cuestionó la candidatura de Ariel Lijo a la Corte Suprema.
Milei lo escuchó con un puñado de hojas sobre la mesa, en las que hacía anotaciones. Lo hace siempre, desde los tiempos en que estudiaba economía. Después hace un bollo y las tira. Dice que no es necesario conservarlas. Que todo queda guardado en su memoria.