El arzobispo de Córdoba, Ángel Rossi, quien este sábado será formalmente nombrado cardenal por el papa Francisco en la Basílica de San Pedro, aseveró este jueves que «faltan mensajes de esperanza hacia el pueblo en la campaña» de cara a las elecciones generales del próximo 22 de octubre en la Argentina y lamentó que «pulule el palabrerío» y «falten palabras significativas» en un marco en el que «se ha perdido» lo que denominó como «la gran política» y en el que predominan los «chusmeríos de conventillo».
«Parte de lo que estamos viendo en la Argentina es fruto de un desencanto y de una desesperanza muy grande», consideró el arzobispo, jesuita, en una entrevista con Télam en el Vaticano, en la que, no obstante, remarcó que se debe «ir adelante, con la esperanza a pesar de la realidad».
-Télam: ¿Qué cree que significa su designación como cardenal? -Rossi:
Lo primero es sentir que esto me queda grande y agradecer al Papa por la confianza. La función del cardenal es dar una mano al Papa en temas de la Iglesia universal, sin perder lo local. Yo regreso a Córdoba a seguir siendo obispo pero con un sentido de ayuda en el Gobierno de la Iglesia al Papa en un ámbito de consulta. El Papa no puede abarcar ni todos los países ni todos los temas, por lo que tiene la capacidad de buscar figuras que puedan ayudarlo. El cardenal está para dar una mano o, en caso de lo que se denomina «sede vacante», se participa del cónclave que se discierne y se decide quien es el próximo Papa. Muchos lo consideran como un gesto lindo para la Argentina que, de golpe, tres sean los argentinos nombrados cardenales, dado que también están Víctor Manuel Fernández (prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe) y (el fraile capuchino) Luis Pascual Dri.
-T: Usted mencionó la tarea de los cardenales de ayudar al Papa en el Gobierno de la Iglesia. ¿Cuál imagina que será su primera misión? -R:
La primera es la que se viene ahora, el Sínodo, que se hará del 4 al 29 de octubre y que estará dedicado a la sinodalidad, para el que ya antes de la designación como cardenal estaba convocado. Mi línea de trabajo viene mucho de lo espiritual y lo pastoral, ya que como jesuita he dado muchos ejercicios espirituales con sacerdotes, con la vida religiosa e incluso con laicos. No sé si me va a pedir algo o qué me va a pedir.
-T: También en lo social, ya que usted trabaja con la fundación Manos Abiertas desde 1992… -R:
En lo social sí, a partir del voluntariado Manos Abiertas nacido hace 30 años en Buenos Aires, inspirado en el trabajo del santo chileno Alberto Hurtado que creó los Hogares de Cristo y tomando como modelo también a la Madre Teresa de Calcuta, que pretende dar una mano a necesidades concretas en distintos lugares. Hoy hay unas 60 obras por el país, con un trabajo que va desde las Casas de la Bondad, para enfermos terminales a los que se cuida en el tramo final, los denominados cuidados paliativos, a lugares para hombres y mujeres en situación de calles que llamamos «hospederías». Es ir a las periferias concretas, no sólo geográficas, entre otras iniciativas como visitas a presos y hogares de niños de 0 a 3 años que están esperando la adopción. Es una organización laica, abierta a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, en la que hay laicos, judíos, agnósticos, con un total de cerca de 2000 voluntarios en todo el país.
-T: En las próximos días se cumple un nuevo aniversario de la publicación de la encíclica ‘Fratelli Tutti’, en la que el Papa dedica un capítulo entero a la política como «alta forma de caridad» y a la importancia del diálogo, como planteó ya Pablo VI. ¿Cómo analiza esto en lo que es hoy el debate político en el país? -R:
Hay muchas palabras pero no hay diálogo. Pulula el palabrerío, pero faltan palabras significativas, hay un rejunte de monólogos. Además, el tema muchas veces es cómo pisarle la cabeza al otro, qué palabra uso para ser más fuerte que el otro. Para que haya diálogo tiene que haber escucha, y la escucha implica la humildad de que el otro pueda decir algo que a mí me haga bien, o que me pueda servir. Se ha perdido la gran política, en la Argentina y en el mundo, como dice el Papa. Hay un nivel de chusmerío de conventillo, de forma respetuosa a los conventillos. La política es el bien del otro, cuando se usa como un bien personal es la definición de corrupción.
-T: El lema del próximo Jubileo, en 2025, será «Peregrinos de esperanza». ¿Cree que faltan mensajes así en la campaña? -R:
Faltan mensajes de esperanza hacia el pueblo en la campaña. Parte de lo que estamos viendo en la Argentina es fruto de un desencanto y de una desesperanza muy grande. Que no está perdida la esperanza, sino debilitada. La gente sencilla por lo general conserva la esperanza, y eso es lo que hay que rescatar Es siempre hacia adelante. Mientras que la desesperanza y el desencanto generan resentimiento y luego la violencia, sentarse en un sillón e insultar. Tenemos que revisar nuestro desencanto, tenemos que ir adelante con la esperanza a pesar de la realidad.
-T: Su trabajo también ha estado enfocado al combate a la droga y el juego. ¿Cómo califica hoy a estas problemáticas? -R:
La droga y el juego son dos dramas in crescendo en el país. Con la droga vemos un crecimiento alarmante en todos los ámbitos. Da la sensación de que nos desborda, ya que hay niveles que van de lo doméstico a las responsabilidades de los Gobiernos e internacionales también. Esto no existiría si no hubiera una red de complicidades, una cadena de miserabilidad en la que quizás el que va preso es el menos culpable, el que tiene hambre al que por mover un poco de droga le dan unos cuantos dólares, y se termina convirtiendo en una tentación casi lógica
Y con el juego lo mismo: en Córdoba, por ejemplo, no hay casinos, pero con el juego online cada persona tiene un casino en su teléfono celular. Eso es algo que está haciendo mucho daño, incluso en los colegios, con chicos que se endeudan. Frente a la fragilidad y la pobreza, la gente juega y luego se vuelve adicción. Son flagelos que hemos gestado todos y en el que todos tenemos responsabilidad y que ojalá se pueden moderar y suavizar, más allá de que la función de la Iglesia a veces no sea resolver los temas, pero sí aportar a la educación y prevención. Son las cosas que imitamos mal de los países grandes, las cosas miserables que les copiamos.
-T: El Papa publicará el martes 4 de octubre una nueva exhortación dedicada al ambiente. ¿Cuán importante es este tema para la Iglesia? -R:
Es un tema planetario que nos cuesta incorporar aún y que el Papa ha puesto en la vidriera, visibilizado. Por ejemplo el tema del desmonte, te liquidan el monte santiagueño, chaqueño, lo convierten en plantación de soja y a los criollos los sacan de los ranchos que son su hábitat. Y así nos vamos quedando sin el pulmón de oxígeno.
-T: En Fratelli Tutti, el pontífice marca también la importancia de la fraternidad para las relaciones humanas. ¿Cuán importante es este enfoque? -R:
Es como dice el Papa, que de esta salimos todos o naufragamos. Y esto va de lo doméstico a lo internacional, con la falta de la «caridad de las naciones» en aspectos como la guerra, el hambre o la industria armamentística. Y en lo doméstico se ve también en los muros que se levantan con los barrios cerrados, que convierten en ghettos a quienes quedan dentro. Se pierde el sentido de lo que es el vecino, el espíritu del almacén de la esquina.