Este sábado 4 y domingo 5 de mayo se presenta en el Centro de experimentación del Teatro Colón un espectáculo muy original, creado e interpretado por dos artistas franceses: François Chaignaud y Aymeric Hainaux. Mirlitones, tal es el título de esta obra, une la danza con el zapateo, el canto y el beatbox, una forma de expresión vocal nacida en la década del ’80 y que consiste en producir sonidos rítmicos con la boca.
Buenos Aires es el último punto de una gira que ha llevado a Mirlitones por Quito, Bogotá, Caracas y, la ciudad boliviana de Santa Cruz.
¿Qué significa la palabra mirlitón? Es un pequeño silbato que usan los niños y también un poema sencillo, sin pretensiones. Pero Chaignaud y Hainaux agregan otras definiciones más antiguas: una moneda de oro que lleva el número 2; un gorro militar; un pastel relleno de crema.
Así, el público -a partir de los 9 años de edad- tendrá frente a sí un gran juego en el que los dos artistas se sumergen en una estrecha cercanía con los espectadores.
Chaignaud y Hainaux se encontraron por primera vez en 2010, cuando el primero había asistido a un recital de solo de beatbox del segundo. Cinco años después Hainaux vio un espectáculo de Chaignaud titulado Dublove (que también se vio aquí en una sala del Complejo Teatral de Buenos Aires en el año 2016) y continuó siguiendo su recorrido con curiosidad pero un poco a la distancia.
-Y en un momento dado comenzaron a pensar este proyecto conjunto.
François: Tengo una formación de bailarín, pero también comencé a sumar el canto, particularmente la música antigua y barroca. El beatbox, con su sonoridad de nuestro tiempo y de alguna manera industrial me atrajo mucho. En 2020 nos reunimos Aymeric y yo para comenzar a trabajar exclusivamente sobre el ritmo del cuerpo y de la voz.
Aymeric: Poco tiempo después comencé a entender el fondo del corazón de François, su manera de apropiarse del arte y de digerirlo; y a entender su sensibilidad, que es la mía propia. Comenzamos con algo muy difícil: limitarnos a utilizar solamente compases de siete tiempos que nos sacó de nuestra zona de comodidad y nos forzó a movernos de otra manera.
François: Yo ya había comenzado a explorar un poquito el compás de siete tiempos, tan inhabitual en la música occidental. No quisimos “reciclar” el repertorio inmenso de Aymeric con temas de beatbox y de hip-hop en compases de cuatro tiempos (Nota: es el compás en general predominante en la música de Occidente); de esta manera, con el compás de siete tiempos, nos lanzábamos hacia lo desconocido, a inventar algo nuevo.
Francois Chaignaud y Aymeric Hainaux traen a la Argentina «Mirlitones», un espectáculo que ha girado por el mundo. Foto: Guillermo Rodriguez Adami
Improvisaciones y desafíos
-¿Fue un desafío entonces esta decisión respecto del ritmo?
Aymeric: Sí, un desafío y también como un modo de colocarnos fuera de las referencias culturales habituales. Por otra parte es un compás impar y esto también tiene un carácter simbólico.
François: Y esa característica impar también pone al cuerpo y al sonido al borde de la inestabilidad, de la caída. Una sensación de algo que no concluye, pero que llega a quien ve y a quien escucha. También incorporamos pequeños poemas de siete sílabas, algunos de los cuales recreamos en español para esta gira latinoamericana.
-¿Hay momentos de improvisación en la obra?
François: Mirlitones tiene una estructura fija, que es el esqueleto de la obra; pero que es también flexible, no rígida: pueden surgir otras cosas durante la función, dependiendo del público, del espacio donde transcurre o de nuestro estado de ánimo. Fuera de esto, siempre tenemos a los espectadores muy cerca de nosotros. Esta fue una condición desde el momento mismo en que comenzamos a crearla.
En acción. Una imagen de «Mirlitones», que podrá verse en el CETC. -¿De dónde proviene concretamente el título?
Aymeric: Puede tener muchos significados pero hoy el más común es el de un silbato sencillo y pequeño fabricado a mano.
François: Y este es otro aspecto que tomamos en cuenta; la referencia a algo muy modesto. No pretendimos hacer algo épico o un relato mitológico. Es una expresión de lo que describo como “arte de la pobreza”.
Aymeric: La sencillez de Mirlitones es también simbólica: producir muchos sentidos con los medios más simples. Algo bruto, sensual y liberado de todo los que no nos parecía innecesario.
-¿Cada uno mantiene su rol? ¿El de bailarín-cantante por un lado y el de beat-boxer por otro?
François: Trabajamos en un pie de completa igualdad. No hago beatbox, pero todo lo demás está creado para los dos; yo no bailo por todo el escenario mientras Aymeric hace beatbox. Sí, hay momentos en que cada uno se expresa con sus medios de preferencia -de hecho yo tengo pasajes de zapateo-, pero no nos dividimos entre “el bailarín” y “el músico”.
Aymeric: No tengo, desde luego, tanto despliegue físico, pero me muevo y de alguna manera bailo.
Francois Chaignaud y Aymeric Hainaux cuentan que en «Mirlitones» hay algo de zapateo. Foto: Guillermo Rodriguez Adami-François, estuviste el año pasado en la Argentina y tomaste clases de malambo. ¿Podrías contar algo de esa experiencia?
Tengo una formación en danza académica y contemporánea. Pero hace unos años me fasciné por el flamenco, por la rapidez y riqueza de sus zapateos. Y más tarde empecé un proyecto con dos artistas sobre el folclore argentino y en ese marco descubrí el malambo. Vine a la Argentina, estuve en el Festival de malambo de Laborde y tomé clases con distintos maestros. En Mirlitones incluyo el repique del malambo, pero nada más.
El malambo formará parte de un espectáculo con aquellas mismas artistas que incluirá chacareras, zambas, chamamés. Pero no será una postal de la Argentina, sino una suerte de diálogo cultural.
-¿El espectáculo está propuesto para niños a partir de nueve años, no es cierto?
Aymeric: Sí, porque es muy lúdico. Pero para niños que puedan mantener la atención durante los silencios, que hay varios y prolongados.
«Mirliltones» puede ser visto por chicos desde los 9 años.
Información
Mirlitones se presenta el sábado 4 y el domingo 5 de mayo, a las 20, en el Centro de experimentación del Teatro Colón. Viamonte y Libertad.