Los finales felices suelen ser construcciones para el cine que aspira a los premios Oscar y pocas veces resuelven una trama de carne y hueso. La historia en Zambia que protagonizó Martín Shatal –un argentino que llegó a ese país para ser videoanalista de un club del ascenso- tenía todo para que alguien la guionara y al menos la llevara a la pantalla en capítulos. Pero faltó el necesario happy end.
Lo último que hizo Shatal para el New Hope Waves fue una colecta «a lo Maratea» -aunque sin comisiones- para proyectar una cancha de otra categoría. El equipo era local en la tercera división regional en un campo de juego desnivelado, con pozos y, por supuesto, sin pasto. Envalentonado por la recaudación, terminó de atravesar al club con una huella argentina: los partidos se empezaron a jugar en el rebautizado «Diego Armando Maradona Ground».
Esa era la despedida de Shatal de un destino que nació impensado, pero que se convirtió en uno que lo marcaría. Tras publicar los datos de la recaudación, pagar los impuestos para transferir el dinero en pesos de la billetera virtual a dólares, partió del lugar dejando los fondos y la ansiedad de ver terminada la obra a la distancia.
En paralelo a la que organizó Santiago Maratea para salvarle el pellejo a Independiente, la de Shatal tenía un propósito más austero: necesitaba un millón de pesos, que en mayo de 2023 tenía más valor que hoy. Alcanzaba para comprar tierra, cambiar los postes y poner buenos arcos y, como final de obra, césped.
Uno de los partidos de este año, en camino al ascenso a la segunda división regional de Zambia.Casi con las valijas armadas, Shatal negoció en vivo con la constructora –como parte de la transparencia que pregonó en la recaudación- y consiguió que el presupuesto inicial de 3.000 dólares, quedara en 2.100, con una audiencia promedio de 500 espectadores en poco más de una hora que duró la reunión.
Con el acuerdo cerrado, el dinero transferido al club y la sensación de la tarea cumplida, le anunció entonces a este diario: «Me voy a Ghana por otro proyecto y luego a trabajar a España. El año próximo regreso a Argentina y mi idea es volver a Zambia una vez por año». El “año próximo” no es otro que este, pero la cancha, no tiene pasto.
El terreno fue trabajado para lograr un nivel homogéneo y sin pozos, pero no se completó la obra pautada. Los poco más de 1.500 dólares quedaron en un bolsillo y motivaron un cambio de presidente: Auldridge Chibbwalu ya no pisa siquiera el barrio Maramba.
El nuevo presidente Aubrey Ngosa además destituyó a Chibbwalu de su nuevo cargo como secretario general, tras una auditoría que determinó que una parte de los fondos recaudados no se empleó en la construcción de la cancha sino en financiar viajes del club, comidas para los jugadores y otros gastos relacionados con viáticos. Como dando vuelta de página, Shatal, de todas formas, festeja el ascenso que se avecina. El equipo está segundo, a un punto del líder. ¿No terminó mal la aventura, entonces?
“Sí, pero no”, le responde a Clarín el argentino, para descomponer el asunto y no sintetizar toda la experiencia en una única impresión. Al margen del imprevisto caso de corrupción, Shatal también hace una autocrítica para explicar el faltante de dinero. “Debería haber empezado la campaña de donaciones con anterioridad, cosa de estar allá controlando la ejecución. La hice unos 10 o 12 días antes de irme y a 10 mil kilómetros es difícil controlar”, admite. El faltante está estimado en 1.200 dólares.
Los chicos sobre el cartel que renombró la cancha del New Wabes Hope con el nombre de Diego Maradona.Ahora Shatal está en Buenos Aires y seguirá la huella que dejó marcada en el continente africano. Como responsable de una academia intentará una nueva variable de mercado futbolístico: traerá al fútbol argentino y al de otras ligas de Sudamérica a los talentos del norte africano. “Faltan firmar algunos papeles, pero ya hay charlas muy avanzadas y clubes con interés, algunos de mucho renombre”, adelantó el argentino.
Según las pocas precisiones que puede ofrecer, el proyecto que se propone implica un cambio de rumbo de juveniles de África. “En la actualidad cumplen 18 y se van a Europa. Si bien en la Argentina hubo casos de jugadores africanos, fueron movimientos esporádicos: acá tenemos un plan”, destaca.
¿Y la pata social del proyecto? Va por otro lado. En paralelo, está culminando la estructura de una organización civil que presidirá y que va a darle espacio a casi 200 chicos en situación de vulnerabilidad. “No solamente comida, están previstas actividades, apoyo académico, talleres de oficios y se va a financiar de manera privada. Vamos a ser la organización social más innovadora”, pronostica y se guarda los detalles.
Sin un final netamente feliz, pero con una vida de película, Shatal ya tiene claro sus próximos pasos y planea retornar, aunque sea de visita, a Zambia para ver a “su” equipo en Segunda División, con la esperanza de encontrar “el verde césped” en una cancha que nunca lo tuvo.