“De la primera a la última fila, esta noche no la olvidaré nunca”, dijo varias veces Natalia Lafourcade ayer jueves en su primer gran estadio en Buenos Aires, en el Movistar Arena.
La cantante mexicana presentó su disco más intimista y personal, De todas las flores, ante una sala casi completa.
Natalia Lafourcade en Movistar Arena. Fotos gentileza PopArt Music/Ignacio Arnedo La artista ingresó a la escena a las 21.30 luciendo un larguísimo vestido negro, se acomodó en una silla de madera a un lado del escenario para cantar con su guitarra en lo que más tarde llamaría “un living gigante”.
Con su característico pelo suelto, con ondas y raya al medio empezó a entonar la canción que abre el disco, Vine Solita, seguida de la que le da nombre al álbum.
Natalia Lafourcade en Movistar Arena. Fotos gentileza PopArt Music/Ignacio Arnedo El concierto, que repite mañana sábado en el Espacio Quality de Córdoba, tuvo dos claros momentos. La primera mitad enfocada en la presentación del álbum, con una estética apoyada en el blanco y negro, en una escena casi estática, que cobraba movimiento a través de las pantallas. Y un segundo momento dedicado a repasar los clásicos de su repertorio.
La puesta estuvo armada en semicírculo, con una Natalia a un lado y la impecable banda de siete músicos al otro.
Un show conceptual
La presentación de De todas las flores el décimo álbum de Lafourcade tras siete años sin disco fue absolutamente conceptual, testimonial, con una Natalia reflexiva y, por momentos, contenida.
Natalia Lafourcade en el inicio del show, con una estética apoyada en el blanco y negro. Fotos gentileza PopArt Music/Ignacio Arnedo Cuando sonríe, se la ve genuina, contenta, emocionada y ahí la contradicción se hace evidente. Frente a su rigidez corporal, la opresión de las pantallas con rostros cubiertos, la opulencia del vestuario está el poder de una banda impecable, la musicalidad profunda de sus palabras y la alegría del reencuentro.
Natalia cuenta su cuento, con sus elementos, con sus colores, con sus melodías, melancolías, y alabanzas a la vida y a la naturaleza. “La vida es un hilito”, dice y pasan Pajarito colibrí y María, la curandera con su mantra “entrega tus dolores que se vuelvan polvo y vengan nuevas flores”.
Natalia Lafourcade armó su concierto con dos tramos bien diferenciados.. Fotos gentileza PopArt Music/Ignacio Arnedo Su teatralidad se evidencia en Pasan los días, desde el clip de las pantallas, hasta hacerse carne y llenar la escena en Muerte, lo que se convierte casi en un ritual pagano donde la artista se desprenderá de sus telas, rodará y se volverá nido hasta servir de ofrenda, en medio de la sutileza y a la vez estridencia de una banda que acompaña y sirve al rito.
El renacer será entre flores, con Natalia luciendo un vestido, ahora con flecos y ondas plateadas. Parada en el medio del escenario respira aliviada y habla de la “prueba superada”.
Vienen 100 años, Tonada de luna llena y La Llorona y la mexicana agradece a la música que la ha ayudado a encontrar su voz y sus raíces. Es que Lafourcade se ganó un lugar como referente de las voces latinoamericanas, de la búsqueda y la antropología que hace con su cultura. Como Carlos Vives en Colombia, por citar un ejemplo, va al rescate de la música de su tierra, de sus sonidos y tradiciones para darle su impronta y su propia coloratura.
Natalia Lafourcade y su banda en el amplioe scenario del estadio Movistar Arena. Fotos gentileza PopArt Music/Ignacio Arnedo Es una investigadora y difusora del repertorio popular, algo que hizo en sus discos Musas, y repite en cada uno de sus conciertos.
Los invitados
La primera invitada es Adriana Varela con quien canta Alfonsina y el mar acompañadas del acordeonista Gabriel Medina. La versión chamamecera no le hace justicia a una de las canciones populares más profundas y poéticas de nuestro folklore. Luego hacen juntas Volver y sellan la amistad que pregonan desde que se conocieron en la última visita de la mexicana
Natalia Lafourcade con Adriana Varela, con quien cantó «Alfonsina y el mar» y «Volver». Fotos gentileza PopArt Music/Ignacio Arnedo A partir de ese momento llega la Natalia más suelta, donde el disfrute de un público que comulgó y conectó con la propuesta más introspectiva de la cantante, contagia al escenario.
Soledad y el mar aparece como un bálsamo donde las luces de los celulares empiezan a iluminar el estadio, que termina de pie y bailando Lo que construimos.
Uno de los momentos más emocionantes de la noche fue la compartida con Mateo Sujatovich (Conociendo Rusia), Para qué sufrir, en un coreográfico, divertido y seductor encuentro de almas.
Mateo Sujatovich junto a Natalia Lafourcade en Movistar Arena. Foto gentileza PopArt Music/Ignacio Arnedo Con sus clásicos, a Natalia se la vio más cómoda, relajada, menos contenida, hablando con la gente, mostrando su carisma y conexión con el público.
https://www.clarin.com/espectaculos/musica/kevin-johansen-feliz-temas-ajenos-buena-cancion-desafia-tiempo-_0_pyimbU6MW2.htmlAsí llegarían Hasta la raíz, Mi tierra veracruzana, Nunca es suficiente, Tu sí que sabes quererme y un bis, Tu ve y La fugitiva, junto a Kevin Johansen, luego de más de dos horas y media de concierto.
Kevin Johansen cantó con Natalia Lafourcade en su multitudinario show en el estadio Movistar Arena. Fotos gentileza PopArt Music/Ignacio Arnedo A la medianoche, Natalia se retira sonriendo, ante un público que la disfrutó en todos sus climas, y que confirmó su lugar en la música de raíz. Aunque, como dijo, la prueba fue superada, queda la sensación de que podría haberla transitado con más soltura, la que demostró cuando se quitó su pesado ropaje. Pero así fue la propuesta de Natalia, quien no oculta sus sombras, pero menos aún su luminosidad, visceral y transparente. Auténtica.
MFB