Más de tres años después del inicio de la pandemia, muchos sobrevivientes del Covid-19 siguen con dificultades. Algunos, especialmente los que enfermaron tan gravemente que fueron hospitalizados y no pudieron respirar por sí mismos, sufren daños pulmonares duraderos.
Para comprender mejor el impacto de largo plazo del ataque del Covid a los pulmones, The New York Times habló con tres pacientes que fueron hospitalizados durante las primeras oleadas de la pandemia, entrevistó a los médicos que los trataron y revisó las tomografías computarizadas de sus pulmones a lo largo del tiempo.
Uno de los pacientes pasó un tiempo conectado a un respirador artificial; los otros dos estaban tan debilitados que necesitaron meses en una máquina de bypass cardiopulmonar llamada ECMO. Estos pacientes aún no habían sido vacunados: para dos, las vacunas no estaban disponibles y el tercero había planeado vacunarse pero se contagió antes de poder hacerlo.
Andy Muñoz, de 36 años y residente de La Porte (Texas), era inspector de soldaduras y le gustaba pescar en kayak antes de contraer Covid en julio de 2021. Pasó más de seis meses conectado a una máquina ECMO.
La madre de un paciente de coronavirus asiste a la unidad de terapia intensiva en el St. Mary Medical Center in Apple Valley California, en febrero de 2022. Foto: Reuters“Estos pulmones no son capaces de mantener la vida”, describió el Dr. Howard Huang, que trató a Muñoz en el Hospital Metodista de Houston, un escáner pulmonar realizado seis semanas después de que Muñoz se infectara. “Uno mira eso y se pregunta: ¿Esto va a mejorar alguna vez?”.
Un segundo escáner, realizado dos meses después, mostró una ligera mejoría, y los pulmones parecían más cercanos al tamaño normal. “No se han marchitado tanto”, dijo Huang.
Dieciséis meses después del contagio, los pulmones de Muñoz se habían recuperado algo, pero no del todo.
Para algunos pacientes, el daño pulmonar era menos extremo, pero seguía dejando huella. Tom Kennedy, de 59 años, abogado de una empresa de servicios industriales, fue hospitalizado con Covid en noviembre de 2020.
Kennedy, que vive en Houston, estuvo hospitalizado unos 80 días. Estuvo en terapia intensiva durante aproximadamente un mes y conectado a un respirador durante unos 15 días. “Recuerdo que hacía todo lo que podía para inspirar una vez más”, dijo.
Una médica asiste a una paciente de Covid, en noviembre de 2021. Foto: AFPMarlene Rodríguez estaba embarazada de 34 semanas cuando contrajo Covid en diciembre de 2020. Rompió bolsa 10 días después, y los médicos trajeron al mundo un bebé sano por cesárea. Pero el estado de Rodríguez empeoró.
Incapaz de respirar, Rodríguez necesitó dos meses de ECMO. Sufrió un neumotórax (aire atrapado entre el pulmón y la pared torácica) de cada lado. Fue necesario extraer el aire para evitar que colapsaran los pulmones.
“Estaba gravemente enferma”, explicó el doctor David Sayah, que la trató en el Centro Médico de la UCLA. Una vez en casa, Rodríguez, de 32 años y natural de Atwater (California), necesitó oxígeno suplementario durante 14 meses, pero no ha vuelto a requerirlo desde entonces.
Dos años y medio después de la infección, Rodríguez puede realizar la mayoría de las actividades cotidianas, pero se queda sin aliento y respira con dificultad cuando carga a su hija pequeña o hace tareas como fregar el piso. Utiliza un broncodilatador para tareas agotadoras como subir escaleras.
“No tiene mucho pulmón que dar”, señaló Sayah. “Sin duda corre el riesgo de acabar teniendo más complicaciones si tiene más problemas respiratorios en el futuro”.
Un médico habla con un paciente de Covid en el United Memorial Medical Center de Houston, en julio de 2020. Foto: AFPMuchos pacientes que sufrieron daños pulmonares tan graves como estos al principio de la pandemia no se recuperaron. Muchos murieron por una combinación de lesiones directas del virus y tormentas de citoquinas, que producen inflamación, incitadas por los intentos del sistema inmunitario de combatir la infección. Estos tres pacientes han podido recuperar la función pulmonar en diversos grados, pero las diferencias entre sus experiencias reflejan lo impredecible que puede ser el impacto del Covid.
Los efectos varían en función de lo sanas que estuvieran las personas antes de la infección y de cómo respondiera su sistema inmunitario al virus. Rodríguez ha estado más cerca de recuperarse, probablemente ayudada por su juventud y su buena salud previa.
Kennedy tenía sobrepeso, padecía diabetes y había sufrido un infarto seis semanas antes de contagiarse, factores que aumentaron su riesgo de sufrir un desenlace grave.
“Si hubiera cuidado mejor mi salud antes del Covid”, dijo, “el Covid probablemente no me habría hecho lo que me hizo”.
Muñoz estaba muy sano y había tenido la intención de vacunarse, pero no lo había logrado antes de infectarse en el verano de 2021. Huang dijo que debido a que el sistema inmunológico de Muñoz no estaba preparado por una vacuna para reconocer el virus invasor, lo más probable es que reaccionara de manera excesiva, causando un aumento de la inflamación que empeoró su enfermedad.
Mejor de lo que se esperaba
Los tres pacientes figuraban en la lista de candidatos a trasplante de pulmón, opción que los médicos esperan evitar porque los pacientes trasplantados necesitan fármacos inmunosupresores y suelen morir entre cinco y diez años después del trasplante. Ahora, los médicos dicen que Kennedy y Rodríguez probablemente no necesiten trasplantes, pero Muñoz puede necesitar uno con el tiempo.
En cierto modo, estos pacientes han progresado más de lo que los médicos preveían. “Estamos viendo ejemplos de personas que mejoran,aunque empezaron con un TAC de aspecto terrible”, dijo Huang. Pero es poco probable que se recuperen del todo. “No creo que nadie salga completamente indemne si está tan enfermo de Covid”, afirmó.
Además de los escaneos pulmonares, los médicos utilizan varias medidas para evaluar la función respiratoria. Una prueba de caminata de seis minutos evalúa la salud cardiovascular y el estado físico de los pacientes, haciendo un seguimiento de la distancia que recorren y la forma en que responden sus pulmones y su corazón. En marzo de 2022, Muñoz caminó 200 metros en seis minutos. Un año después, caminó más de 440 metros.
La distancia a pie de seis minutos de Kennedy había aumentado de 454 metros en mayo de 2021 a 617 metros en abril. Pero sus niveles de oxígeno siguieron bajando después de caminar durante varios minutos en la prueba de abril.
Otra medida se denomina capacidad vital forzada, que es el volumen de aire que una persona puede exhalar tras inspirar profundamente. Aunque los tres pacientes han mejorado gradualmente en esta medida, ninguno ha vuelto al rango normal del 80% de la capacidad pulmonar total.
La capacidad vital forzada de Muñoz ha aumentado del 29% al 43%. La de Kennedy ha pasado del 38% al 59%. La de Rodríguez ha pasado del 39% al 55%.
Estas cifras, e incluso escaneos pulmonares más detallados, sólo cuentan una parte de la historia de la infección y la recuperación. La novia de Muñoz, Melissa Raymundo, dijo que al principio, el personal médico le indicó que sus posibilidades de sobrevivir eran bajas y discutieron con ella la posibilidad de dejarlo morir. “Nadie pensaba que fuera a sobrevivir”, afirmó.
Muñoz se perdió meses con sus dos hijos pequeños. Recuerda que les dio las buenas noches en una llamada desde el hospital justo antes de ser conectado a la ECMO. “Me desperté tres meses después”, dijo.
Durante esos meses, los médicos lo mantuvieron fuertemente sedado para que no se moviera e interfiriera con la máquina que le salvaba la vida. Tardaron meses más en quitarle los sedantes y en fortalecer sus pulmones para que pudiera respirar por sí mismo.
Casi dos años después del contagio, no puede trabajar y necesita oxígeno las 24 horas del día en casa. Ha desarrollado hipertensión pulmonar, una grave afección de presión arterial alta en los vasos sanguíneos que van del corazón a los pulmones.
“Todavía me cuesta respirar”, dice. “Pero estoy en casa, estoy con mis hijos”.
“Lo más importante es que estás vivo”, dijo Raymundo.
Kennedy ahogó las lágrimas al relatar su internación en el hospital.
El momento más dramático
“Recuerdo que le dije a mi mujer que les dijera a mis hijos que los quería”, contó. Y recordó estar conectado al respirador mientras su mujer, Gayle, leía en voz alta uno de sus libros favoritos, “Las cartas de Screwtape”. Durante su hospitalización, sufrió delirios y alucinó que había sido secuestrado.
Poco a poco ha vuelto a su trabajo como asesor letrado de USA DeBusk, que presta servicios a empresas petroleras y químicas. Trabaja desde casa porque está continuamente atado a una voluminosa máquina de oxígeno con tubos que él llama “esta correa que me tira de la nariz”.
Dijo: “No me gusta nada, pero es mucho mejor que el lugar a donde pensaba que me dirigía”. Con el tiempo, la cantidad de oxígeno que necesita ha disminuido y, con un tubo portátil, puede jugar al golf.
“Me canso, me siento mal muchas veces, pero ésa es mi nueva normalidad”, expresó Kennedy. Está agradecido.
“Cualquiera sea la etapa final antes de morir, ahí es donde estuve”, dijo. “Pero ahora sólo estoy en el grupo de la gente que tiene los pulmones muy mal”.
Rodríguez no conoció a su hija recién nacida, Vianney, hasta que la desconectaron de la máquina ECMO, dos meses y medio después de que naciera la niña.
Volvió a trabajar brevemente como recepcionista en un vivero, pero tras ser despedida e intentar otro trabajo, ella y su marido José, que padece una enfermedad crónica, decidieron irse a vivir con los padres de él por motivos de salud y económicos. Ahora, ella pasa los días cuidando de sus tres hijos pequeños.
“Ya no me siento como antes”, reveló. Se queda sin aliento cuando levanta objetos pesados o realiza actividades enérgicas y recientemente una segunda infección por Covid aumentó su fatiga y su dificultad para respirar. Ha sufrido dolores de espalda y toma medicación para la ansiedad.
Sin embargo, es “una de las recuperaciones más notables”, dijo Sayah. “No quiero decir que haya recuperado la función pulmonar normal, pero cuando la expectativa era que esta persona moriría con toda seguridad sin un trasplante de pulmón, pasar de la muerte a vivir en casa sin oxígeno suplementario es una especie de éxito enorme”.
Hoy, con las vacunas contra el coronavirus, los tratamientos antivirales y otros avances, los médicos afirman que se encuentran con pocos pacientes tan gravemente afectados. Pero les preocupan los que luchan contra los efectos duraderos del Covid.
“La gente cree que se trata de algo pasajero, que se puede superar como un resfrío común”, advirtió Huang. “Nos quedamos con una población de personas como ésta que están en una especie de limbo”.
Texto: Jeremy White, Pam Belluck, Noah Bassetti-Blum y Eleanor Lutz
The New York Times. Especial
Traducción: Elisa Carnelli
PS