La pasada semana, el Barcelona activó el patrocinio con la República Democrática del Congo. Así, los integrantes de su primer equipo de fútbol comenzaron a lucir en la espalda la publicidad del país centroafricano (RD Congo – Coeur de L’ Afrique) por la que la entidad presidida por Joan Laporta recibirá alrededor de 44 millones por los cuatro años que dura el contrato firmado. Dicho lema está impreso en la parte posterior de las equipaciones de entrenamiento de todos los equipos profesionales en una iniciativa que, según el club azulgrana, tiene “el objetivo de promover el fútbol, la cultura del deporte y la paz”.
El acuerdo con el Congo, claro, hay que enmarcarlo en la constante búsqueda de nuevos inversores por parte del Barcelona para cuadrar sus desajustes con el ‘fair play’ financiero.
El Barça, pionero en su día cuando Joan Laporta (“hemos ganado la Champions social”, dijo en 2006), durante su primera era en la silla presidencial, llevó Unicef al frontal de la camiseta (después llegarían los acuerdos con Qatar por parte de la directiva de Sandro Rosell), ha tomado el camino a la inversa. Algo que no ha pasado desapercibido para ONG’s como Amnistía Internacional, que este lunes arremetió con dureza contra el Barcelona por el acuerdo de patrocinio con el Congo, donde existe un conflicto armado con Ruanda, además de ser “origen de violaciones de los derechos humanos de tal calado que (…) pueden constituir crímenes de guerra”.
El Congo, que tiene también firmados contratos publicitarios con el Milan y el Mónaco, ha avanzado en el fútbol para acercarse a su gran rival territorial, Ruanda, que lleva una década explorando el ‘sportwashing’ con tratos de primer nivel con el Arsenal, el PSG, el Bayern o el Atlético,
“En este conflicto, que tiene lugar sobre todo en el este del país, tanto el Movimiento 23 de Marzo (M23), respaldado por Ruanda, como Wazalendo, una coalición más o menos estructurada de grupos armados apoyados por el ejército congoleño, han cometido violaciones colectivas de mujeres y abusos generalizados contra los derechos humanos de la población civil. Esta zona, donde el M23 ha tomado el control de varias localidades y donde los grupos Wazalendo han recibido grandes cantidades de municiones y armas suministradas por el ejército congoleño (las Fuerzas Armadas de la República Democrática del Congo, FARDC), se ha convertido en un lugar donde la brutalidad de las partes enfrentadas no conoce límites y donde las atrocidades tienen como objetivo castigar, intimidar y humillar a la población civil, mientras cada bando intenta imponer su control. Un control decisivo en una región decisiva, por su riqueza en minerales como el oro o el coltán”, expone Aministía Internacional
Condenas de muerte
La ONG apunta a que en el país centroafricano existen restricciones a la libertad de expresión, que “es común que se detenga y encarcele arbitrariamente, que se niegue juicios justos a activistas, miembros de la oposición, periodistas y otras personas”, además de contar con “indicios de casos de tortura” y “un elevado número de condenas a muerte”
A pesar de que la República Democrática del Congo y Ruanda firmaron un acuerdo de paz el pasado 27 de junio, Amnistía Internacional duda de las consecuencias de éste, mientras arremete con dureza contra la política del Barcelona: “Lejana parece la posibilidad de que los 44 millones de euros que el Fútbol Club Barcelona va a ingresar para sanear sus maltrechas cuentas sirvan para mejorar la situación del 73% de la población congoleña que vive en niveles extremos de pobreza, de acuerdo con el Banco Mundial”.
El Barcelona, mientras, ha prometido desarrollar programas de actividades deportivas “destinado a los niños de la región, para promover un desarrollo estructurado e inclusivo en diversas disciplinas clave: fútbol, baloncesto, balonmano, fútbol sala y hockey patines”. También anunció que desde el Barça Innovation Hub (BIHUB) deberían desarrollarse “programas específicos para adultos”.
Se ha rendido el deporte a la cultura del dinero para sostener las necesidades de la industria. Con el Mundial de fútbol en Qatar como colofón, se han normalizado la celebración de todo tipo de competiciones (véase las Supercopas de España de fútbol en Arabia Saudí), y de cualquier disciplina (baloncesto, Fórmula 1, golf, tenis, ciclismo, pádel…) en países con graves deficiencias en el respeto de los derechos humanos.
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