Una bicicleta estática / Shutterstock
Veo puertas como el otro veía muertos. No las que están a la vista del público, sino las que se esconden en lugares de apariencia inocua. Cené en la casa de un amigo, por ejemplo, en cuyo salón había una de esas librerías que se abren al sacar un volumen. Lo difícil era averiguar el volumen que actuaba como resorte. Traté de imaginar a dónde daría esa puerta secreta y se lo comenté a mi amigo.
-Ahí no hay ninguna puerta secreta -dijo extrañado de que le planteara esta cuestión.
El hecho mismo de que pareciera molestarle me confirmó en la idea de que algo rara pasaba detrás de aquellos libros.
Hay puertas reales o imaginarias, detrás de los espejos, debajo de las escaleras, hay puertas hasta en algunos árboles de tronco ancho que vete a saber tú qué esconden.
En cierta ocasión, mi quiosquero me invitó a entrar en su cubículo, que era muy estrecho. Pero había domesticado aquel espacio en el que disponía de una mesita abatible sobre la que comía la ensalada que llevaba en un túper. Tenía también una almohada para apoyar la cabeza y descabezar microsueños que por lo visto le dejan como nuevo. Pero en lo que yo me fijé enseguida fue en el suelo donde descubrí el dibujo de una puerta en forma de trampilla.
-¿Adónde da esto? -pregunté.
-A ningún sitio -dijo-; tengo ahí un pequeño depósito de revistas económicas que colecciono.
Pero a mí me dio por imaginar que daba a un túnel por el que se viajaba a la Bolsa de Nueva York. Ya sé que, desde Madrid, donde se hallaba el quiosco, a Nueva York hay muchos kilómetros y mucho océano por medio, pero lo imaginario es un atajo para llegar a cualquier sitio. Recordé, además, que cuando visité hace años el ombligo financiero de Occidente descubrí en la fachada del edificio de la Bolsa una suerte de puerta secreta solo visible a mis ojos. Me pregunté adónde se abriría y ahora lo supe: a un túnel que conectaba misteriosamente con el quiosco de periódicos de mi barrio. Le pregunté al quiosquero en qué debía invertir mis ahorros y no dudó un solo segundo:
En movilidad -dijo.
No me atreví a preguntar qué se entendía por movilidad. ¿Sillas de ruedas? ¿Piernas ortopédicas? ¿Coches eléctricos? ¿Bicicletas estáticas?