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16 noviembre, 2024

Cómo saber si tuviste dengue y si te conviene vacunarte

Después de que Nicolás Kreplak, el ministro de Salud de Axel Kicillof, advirtiera que viene un brote de dengue que «va a ser desquiciante para la gente”, y que el Gobierno de Javier Milei le contestara que «la salud es una responsabilidad primaria de las provincias», se intensificó una duda recurrente para un sector que ya estaba haciendo los cálculos de días (y de pesos) para darse o no la costosa vacuna, y llegar a tiempo «a salvo» contra esa amenaza latente.

Si se dispone del dinero ¿habría que dejar de esperar y aplicársela? ¿O lo más «redituable» sería testearse para saber si ya se tuvo dengue y, en ese caso, sí «invertir» en la inyección que proteja de una peligrosa segunda vez con dengue?

Su adquisición de forma particular -con aumentos del 90% para las dos dosis, porque desde noviembre, cuando llegó al país, cada inyección pasó de $ 37.500 a $ 71.293- el Gobierno acaba de comprar vacunas para sumarlas al plan que busca evitar una nueva epidemia de la enfermedad.

Como eso va muy lento y está muy sectorizado, hay algunas respuestas en la espera.

«Para darse la vacuna del dengue no es necesario testearse para saber si se tuvo antes. Primero, porque el costo-beneficio para el sistema de salud no es ideal. Segundo, porque habría que ir dos veces al sistema, esperar los resultados de laboratorio y ahí recién ir a vacunarse. Y no en todos los centros está disponible el testeo», arranca Eduardo López, jefe del Departamento de Medicina del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez.

López da a Clarín su sentencia: «En ningún país que se esté dando la vacuna del dengue públicamente se utiliza el testeo previo».

Esto sucede porque es posible testearse para saber si se tuvo dengue alguna vez. En el sector privado, con cobertura de los planes más altos del país.

Pero el infectólogo tampoco lo ve «útil» ni siquiera en modo particular. «Se pierde tiempo en la extracción de sangre y en la espera de resultados -asegura- Y si hay que pagarlo, son test costosos».

«Por eso es que en la estrategia de los gobiernos del mundo que deciden vacunar por dengue -refuerza- se apunta a una acción focalizada: a los grupos que quieren vacunar, independientemente de un testeo previo que no se justifica«.

En el hipotético caso de que, igualmente, se decida recurrir al test para tomar la decisión de ir y comprar la costosa vacuna del dengue si se confirma la infección previa, el epidemiólogo marca que «salvo que sea un centro de investigación, los laboratorios no especifican el serotipo de la infección. Dicen: tuvo dengue/no tuvo dengue«.

Durante el brote de marzo-abril, el Centro Rossi llevó a cabo pruebas serológicas y de biología molecular para entre 50 y 70 pacientes por día.

Durante la fase inicial de la infección, desde el inicio de los síntomas hasta los siguientes 5-7 días, se realizan técnicas de diagnóstico directo, como la PCR (identificación del ácido nucleico viral) o la detección del antígeno NS1. En promedio hoy cuestan $ 22.000. Después de 5-7 días, se pueden utilizar las pruebas serológicas, basadas en la respuesta inmunitaria del huésped a la infección del virus (IgM o IgG), unos $ 60.000.

«Las pruebas serológicas que detectan anticuerpos de tipo IgM, indican estadíos tempranos de la enfermedad (infección aguda), mientras que la detección de anticuerpos de tipo IgG hace referencia a inmunidad adquirida, ya sea por haber cursado la enfermedad o posterior a la vacunación», explica a Clarín Verónica Vergini, especialista en Inmunología de ese laboratorio.

Saber el detalle del serotipo es vital para la vigilancia epidemiológica, que permite rastrear qué serotipos circulan en el país, cuál es el predominante, y tomar acciones de salud pública acorde. Pero «en lo práctico, para darte o no la vacuna, no te sirve saberlo. Porque la inyección protege contra los cuatro serotipos», aclara López.

¿A quiénes conviene darles la vacuna primero? Al grupo que clínicamente -por evaluación clínica, no necesariamente porque un test lo diagnosticó- tuvo dengue previamente.

¿Por qué? Entre los primeros seis y ocho meses después de haber tenido dengue, independientemente del serotipo de la infección, hay una protección contra los cuatro tipos de dengue. Se llama inmunidad heterotípica. Pero luego desaparece. Quedan anticuerpos sólo para el serotipo que enfermó.

«Hay que proteger a esas personas, porque el segundo serotipo que los infecte (uno distinto al del «primer» dengue) tiene mayor riesgo de gravedad», detalla. Ese es el consenso mundial sobre el dengue: la segunda vez es peor.

El problema es que por cada persona que clínicamente tuvo dengue hay entre 5 y 6 más que lo tuvieron pero sin síntomas.

Esta marcada falta de detección se da en zonas endémicas o cuando el brote es de la magnitud del que padecimos en gran parte del país al comienzo de este año, con un récord histórico de casos y de muertes: para mayo fueron más de 430.000 los confirmados y 301 las personas fallecidas desde enero.

En Argentina la ANMAT aprobó la vacuna del dengue Qdenga, del laboratorio japonés Takeda, desde los 4 años y sin límite de edad, aunque en los estudios sólo se evaluó su eficacia y seguridad en personas de hasta 60 años.

Es la única disponible en el país y tienen que pasar 3 meses entre la primera dosis y la segunda. La vacuna empieza a generar anticuerpos desde el primer pinchazo, pero en cantidad y calidad, la protección deseable recién se alcanza a los 20 días de la segunda dosis.

Su aplicación -además de no conocerse resultados sobre los mayores de 60- está contraindicada en las embarazadas o durante la lactancia y en inmunosuprimidos, porque es una vacuna a virus vivos atenuados del dengue.

En línea con las recomendaciones redactadas por la Comisión Nacional de Inmunizaciones (Conain), en el sector público las dosis se destinarán de manera focalizada a la población de entre 15 y 39 años de las provincias con mayor amenaza de brotes, en el norte y centro del país.

En paralelo, varias jurisdicciones avanzan con sus compras y van anunciando cómo convocarán a la población que no haya recibido ya la vacuna en los primeros meses de este año a través de campañas públicas locales o de manera privada.

«Hay varias estrategias para controlar el dengue. La vacuna es una herramienta fundamental. Pero ni el dengue ni el vector que lo transmite, el mosquito, se van a eliminar con la vacuna. Lo principal es la prevención: descacharrar, evitar facilitarle al aedes aegypti recipientes donde se acumule agua y pueda poner huevos, y usar repelente», cierra López.

Pero también refuerza la necesidad de que se aplique acá el proyecto wolbachia, que con una bacteria inofensiva para las personas, podría anular la peligrosidad del mosquito.

Cuando los mosquitos wolbachia (así se llama a la población que se hace crecer infectada con la bacteria) se reproducen con los mosquitos Aedes aegypti, las hembras tienen huevos anembrionados (sin embrión), lo que reduce la población de mosquitos y dificulta que virus como el dengue, el Zika y la fiebre chikungunya se reproduzcan en el huésped y se transmitan a las personas.

En Río de Janeiro ya liberaron a ese ejército de esterilidad para prevenir una nueva epidemia, antes se hizo en Indonesia, en Singapur y en Colombia.

Dengue y cambio climático

Para Tomás Orduna, jefe del Servicio de Medicina Tropical y Medicina del Viajero del Hospital de Infecciosas F. J. Muñiz, tampoco es necesario testearse antes de darse la vacuna del dengue. El especialista apunta al cambio climático como el factor que explica por qué los brotes son cada vez más seguidos y fuertes, no sólo en este virus.

«La inmensa mayoría de personas hoy en el país tienen que pagar la vacuna para dársela, y no hace falta haber tenido dengue. De hecho, si voy a testearme me van a decir si tuve o no tuve antes, pero no podrían decirme cuál de los cuatro serotipos tuve. Y hay que tener cuidado con las serologías cruzadas (los falsos positivos) porque puede detectarse respuesta de anticuerpos para dengue cuando en realidad son de otro flavivirus. De otro patógeno del mismo género, como el Zika», explica Orduna a Clarín.

En esa gran familia de virus, el calor tiene mucho que ver.

Como consecuencia del cambio climático en el planeta, inducido por la emisión de gases de efecto invernadero, se registraron aumentos en la temperatura mínima promedio en el país.

Eso crea un escenario que prolonga los meses en que los mosquitos transmisores del dengue (también del Zika y la fiebre chikungunya) encuentran las condiciones adecuadas para existir.

«La primera epidemia de dengue de Argentina fue en 2009 y la segunda fue en 2016, pasaron siete años. La tercera fue en 2020, cuatro años después. La cuarta llegó a los tres años, en el 2023, y la de principios de 2024 fue una continuidad de la del año anterior. La realidad demostró que los intervalos entre epidemias hoy son totalmente aleatorios», puntúa.

En la Ciudad y el Gran Buenos Aires la actividad del aedes aegypti comienza a mediados/fines de noviembre y va in crescendo. Con el agua y la temperatura que sube, eclosionan los huevos, desde donde salen las larvas acuáticas, que maduran a pupas, y de esas pupas salen los mosquitos.

Cuando el clima es más tropical, como pasa en zonas como Misiones o Salta, eso arranca en septiembre.

«Algunos de esos huevos (en las zonas endémicas) dan a luz mosquitos que ya están infectados con el virus. No hace falta que llegue una persona portando el virus desde otra región. Se puede generar un brote con esos aedes«, alerta Orduna.

AS

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