En las últimas semanas, numerosos grupos de investigación dependientes del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) fueron noticia por significativos avances en sus proyectos, validados por la comunidad científica internacional.
Hablamos, por ejemplo, de cuestiones vinculadas con la salud pública, la neurociencia y la agrobiotecnología. Son trabajos radicados en Córdoba y Río Cuarto, en Rosario, en Buenos Aires, en Posadas y en Bahía Blanca. Equipos que incluyen desde investigadores con experiencia hasta becarios que recién inician su carrera. En algunos casos, asociados a grupos similares de otros países; en otros, con participación de argentinos radicados en el exterior o con la colaboración de expertos de otras nacionalidades. Generalmente, estos grupos tienen vinculaciones académicas con las universidades públicas.
En el área de la salud, un grupo desarrolló una vacuna para prevenir la enfermedad de Chagas. En nuestro país, el Chagas se manifiesta principalmente a través de una miocarditis que agranda el corazón y provoca su falla funcional. Los afectados ven perjudicada su calidad de vida y en algunos casos deben ser trasplantados. El valor de esta vacuna radica en su capacidad de prevenir la enfermedad, pero ya hay un equipo que analiza otra de carácter terapéutico para evitar la progresión de la miocarditis.
Otro grupo estableció que un tegumento que se extrae de la piel del maní inhibe el virus del dengue en diferentes etapas de su ciclo de replicación. Así se podrían elaborar tratamientos naturales, económicos y sostenibles contra la enfermedad. Hasta aquí, el tegumento del maní era considerado un desecho por la industria.
La investigación que impacta sobre el desarrollo agrobiotecnológico obtuvo el desciframiento del genoma de la yerba mate, que permitirá comprender cómo se produce la cafeína, uno de sus componentes principales, además de permitir mejorar genéticamente la planta y su aprovechamiento. Cuando la planta tiene mucha cafeína, al consumidor le provoca acidez.
En el campo de la neurociencia, una intervención metabólica dietética podría abrir nuevas posibilidades de tratamiento de pacientes con trastornos del espectro autista, utilizando la alimentación como aliada.
Estos cuatro ejemplos de lo que representa sostener e impulsar un organismo como el Conicet contradicen la política científica implementada por el actual Gobierno nacional.
A la reducción presupuestaria del año pasado, que repercutió negativamente en la renovación de recursos humanos y en la cancelación de líneas de investigación que no contaban con los insumos necesarios para mantenerse en el tiempo, este año se suma una nueva y peligrosa problemática: la Secretaría de Innovación, Ciencia y Tecnología fue facultada para “dar de baja programas sobre los que se resuelva su no continuidad”, de acuerdo con un “plan estratégico” que no fue definido previamente, lo que le quita legitimidad al plan bajo el cual esos programas fueron seleccionados en su momento.
La política científica de un país necesita de estabilidad en el largo plazo, tanto de metas como de recursos materiales y humanos. Cada país puede fijarle objetivos estratégicos temporales. Pero no se puede no tener una política científica o sesgarla ideológicamente, según el gobernante de turno.