Roi Juan López es bombero forestal desde hace 22 años. Está acostumbrado a las situaciones límite a las que arrastra el fuego, un enemigo conocido en la provincia de Ourense. Sin embargo, lo que vivió ayer nunca lo había experimentado: llegó a pensar que hoy no podría contarlo.
Trabaja en la brigada de Lomba do Corvo (Ourense) y ayer le tocó hacer frente al gran fuego del municipio de Maceda, que ya lleva consumidas más de 1.200 hectáreas. Estuvieron todo el día sin parar, haciendo frente a seis focos, cuando se percataron de que los vecinos de una de las parroquias afectadas habían iniciado un cortafuegos para salvar sus casas. Tenían que escapar o podrían quedarse acorralados por las llamas. Salieron como pudieron de allí y fue entonces cuando ocurrió el accidente que ahora mantiene a López encamado.
“Una motobomba se quedó sin frenos y vino despedida contra el coche en el que estaba yo. El capataz de la brigada y el conductor del camión acababan de bajarse y el camión se descontroló. Vino hacia mí, que estaba abriendo la puerta del vehículo en ese momento. Salí disparado y aterricé sobre la cuneta“, relata.
El camión que impactó contra el bombero que abría la puerta del coche. / FDV
“Me hice contusiones en la pierna, en la cadera y en el costado. Pero por precaución no podían moverme. Tenía que esperar al helicóptero”, prosigue. Quedó en una posición complicada, cabeza abajo e inmóvil. Contactaron con emergencias, pero no había visibilidad. El helicóptero no podía aterrizar.
Las horas pasaban y él esperaba lo peor: “Pensaba que ya no saldría de allí, que se acababa todo“, confiesa. Con todo, parecía que su vida no corría peligro, por lo que decidieron emplear los medios aéreos en apagar fuegos primero, sumando más tiempo de espera a su rescate.
La opción de sacarlo por tierra fue un descarte inmediato. Estaban en una zona alta, en Casetas del Rodicio, y el peligro de bajar una ladera arriesgándose a que el fuego subiese podía ser catastrófico. “Era una locura, me quedé cabeza abajo con el fuego al lado”, dice.
Por el aire
El helicóptero, tras tres horas, llegó, pero no se acabó la pesadilla. No podía aterrizar, por lo que había que subir al herido de otra forma. Lo colocaron en una estrecha camilla sujeta por cuerdas al Pesca 2 (la aeronave que lo sacó de allí) y lo alzaron 30 metros sobre tierra firme. “Lo pasé casi peor que con el golpe. Eran cuatro hierros”, cuenta López.
Al final pudieron trasladarlo al Comjelo Hospitalario Universitario de Ourense, donde se sometió a varias pruebas.
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