25 agosto, 2025

El efecto Inditex sitúa a Galicia a la cabeza del gasto en moda en España

La imagen de la calle Real y de la calle Torreiro en A Coruña, antaño corazón del comercio textil, ha cambiado de forma radical en apenas una década. Donde antes se agolpaban escaparates de Zara, Pull&Bear o Massimo Dutti, hoy conviven otro tipo de comercios, pero sin rastro de tiendas de Inditex. El pulso de la moda se ha trasladado a unas pocas manzanas, a menos de un kilómetro, a la plaza de Lugo, donde la multinacional ha concentrado sus cadenas. El movimiento no fue casual: el gigante gallego decidió agrupar su oferta en espacios más amplios, modernos y con mayor capacidad de atracción. El resultado no solo transformó el mapa comercial coruñés, sino que dejó al descubierto una realidad más amplia: la moda se ha convertido en uno de los principales ejes del consumo en Galicia, con un liderazgo indiscutible en el conjunto de España.

El año pasado, cada gallego gastó de media 736 euros en ropa y calzado, un 19,2% más que el año anterior, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística. Esta cifra sitúa a la comunidad gallega en primera posición, tanto en gasto absoluto como en peso relativo sobre el presupuesto familiar: un 5,2% del total de los hogares. Ni Cataluña ni Comunidad Valenciana, históricamente punteras en consumo textil, superaran a Galicia.

El liderazgo actual no surge de la nada. En 2019, los gallegos destinaban 651 euros por persona a moda, lo que suponía casi un 6% de su desembolso total. La pandemia redujo drásticamente esa partida: en 2020, el desembolso cayó hasta los 437, con un peso del 4,25%. Pero a partir de 2021 comenzó la remontada. Primero hasta 535 euros, después a 617 y finalmente al actual récord de 736.

Recuperación más rápida

La recuperación ha sido más intensa que en otras comunidades y revela un fenómeno particular: en Galicia la moda no solo se ve como un gasto, sino que tiene rasgos culturales y aspiracionales. Mientras comunidades con mayor renta per cápita concentran más recursos en vivienda o transporte, los hogares gallegos priorizan la moda en su cesta de consumo.

¿Cuál es la razón? Hay varias. El conglomerado fundado por Amancio Ortega no solo emplea a miles de gallegos y coordina desde Arteixo su maquinaria global, sino que también ha moldeado hábitos de consumo. La cercanía a la oferta, la renovación constante de colecciones y la familiaridad con las marcas del grupo han convertido a los gallegos en clientes intensivos.

A esta influencia directa se suma un tejido industrial complementario: Adolfo Domínguez, Bimba y Lola, Roberto Verino, Sociedad Textil Lonia (Purificación García, Carolina Herrera) o Florentino forman parte de un ecosistema que refuerza la idea de Galicia como capital textil. Cada firma contribuye a ampliar la oferta y a generar un entorno cultural en el que el consumo de moda se percibe como algo natural.

En la práctica, la presencia de estos grupos ha generado un efecto de proximidad: acceso inmediato a nuevas colecciones, tiendas emblemáticas en las principales calles, precios competitivos y una constante exposición de los consumidores a la industria.

La centralidad de la moda en Galicia tiene también una dimensión social. Miles de empleos, tanto directos como indirectos, dependen del sector. Este vínculo refuerza la familiaridad de la población con la moda como elemento cotidiano e ilustra, en parte, la prioridad que adquiere en el gasto.

La fuerza de la moda en Galicia no se explica solo por la presencia de tiendas. También tiene que ver con el empleo, la identidad y la estructura del gasto familiar. Aunque el desembolso medio de los hogares gallegos (33.700 euros anuales) se mantiene por debajo de la media nacional (34.044), la distribución difiere. La vivienda absorbe un 28%, la alimentación un 17% y el transporte un 13%. La moda, con un 5,2%, se cuela entre las primeras partidas, por delante de otras como actividades culturales o deportivas. Estas cifras significan que, pese a no tener los ingresos más altos, los gallegos realizan un esfuerzo relativo mayor para destinar parte de su presupuesto a ropa y calzado.

El caso de A Coruña ilustra cómo la moda reorganiza el espacio urbano. El traslado a la plaza de Lugo no solo modificó la distribución del comercio local, sino que alteró la geografía de la ciudad. El centro comercial de la urbe gira ahora alrededor de la calle Compostela donde Zara inauguró en septiembre de 2016 su macrotienda de cinco pisos.

Este fenómeno refleja un efecto arrastre: allí donde Inditex ubica sus establecimientos, se multiplican los flujos de consumidores y aumenta la vitalidad del entorno. Esto beneficia al resto de comercios, aunque al mismo tiempo genera una mayor dependencia de un único actor económico.

El impacto trasciende lo local. Inditex proyecta desde Galicia una red de distribución global que conecta con más de 200 mercados en todo el mundo. Esta centralidad convierte a la comunidad en un referente para la moda mundial, no solo como lugar de producción y logística, sino como laboratorio de consumo.

El hecho de que la comunidad gallega encabece el gasto en moda en España refuerza la idea de que funciona como un escaparate representativo y, al mismo tiempo, como un mercado testigo para estrategias globales.

La consecuencia es que Galicia se ha convertido en un faro textil, capaz de liderar estadísticas de gasto y al mismo tiempo exportar moda y cultura empresarial.

La moda, en Galicia, no es solo vestir: es un fenómeno cultural, social y aspiracional.

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