Dean Huijsen
Nada hacía sospechar a Alfredo di Stéfano que aquel caladero madridista que él acuñó como La Fábrica derivaría en una factoría de exportación, con escaso peso de la importación. La cantera blanca, más bien de raquítica en el primer equipo, es hoy un yacimiento cuyo principal objetivo es la venta de jugadores. Y no es una partida contable cualquiera. En la última década el Real Madrid ha ingresado 386 millones de euros con transacciones de futbolistas filiales. Periodo en el que apenas Carvajal, Nacho y Lucas Vázquez han tenido recorrido con el Madrid absoluto. Joselu resistió una temporada, Fran García no se ha asentado y Asencio acaba de graduarse. Un vivero que ni siquiera ha servido para el despegue hacia el Bernabéu del legendario Raúl, ya fuera de la entidad tras seis años en el Castilla.
Nacho emigró hace un curso, Lucas lo hará en breve y Fran García no parece relevante -el club rastrea el mercado de laterales zurdos-. A Carvajal y Asencio se les ha buscado competidores. El inglés Alexander-Arnold (26 años) discutirá en el lateral derecho con el capitán madridista. El hispano-holandés Huijsen (20 años) será un reto para Asencio en el andamiaje central de la defensa.
El exjugador del Liverpool, estupendo en ataque y en las acciones a balón parado, deficiente en defensa, llega curtido. Huijsen, un centinela con tacto en los pies, gran cabeceador y mucha personalidad, responde a la política institucional de rejuvenecer año tras año la plantilla: Vinicius llegó al Real dos días después de cumplir 18 años; Rodrygo también lo hizo con 18; Güler, con 19; y Endrick, con 17. La misma edad con la que está a un paso de firmar el argentino Mastantuono.
En general, el Madrid alista fuera lo que no parece fecundarle en casa, pese a su enorme tirón y múltiples recursos para dominar con puño de hierro el semillero infantil o cadete. Máxime cuando quien sería su principal oponente, el Atlético, es igual de proclive que su vecino a indagar en zocos externos antes que en los internos. Lo contrario que el Barça, más dispuesto a pescar en La Masia. Muchas veces por convicción, otras por necesidad ante las llagas financieras. Entre palanca y palanca, Hansi Flick se ha manejado de maravilla con Balde, Cubarsí, Casadó y Lamine, por ejemplo. En el Real, hoy con mucho más margen económico, Carlo Ancelotti, conservador, siempre fue reticente con la prole. Salvo por urgencias, como el caso de Asencio ante la plaga de lesiones en la zaga. No consta que el desapego del italiano por el manantial propio inquietara a la dirigencia, a la que no le ha ido mal con su modelo estándar: títulos del primer equipo y los satélites de las categorías inferiores como fuente de renta. Mientras luce la quinta de Lamine, la última gran quinta madridista evoca al “buitre”.
Nada hace presagiar un cambio de rumbo con Xabi Alonso, por mucho que al inminente Mundial de Clubes haya convocado a diez canteranos como relleno en una lista de 34. De no darse en Estados Unidos algún impacto imprevisto, el técnico vasco, que hizo prácticas en Valdebebas, mantendrá su esperanza en la llegada de Zubimendi. Un producto de Zubieta, granero que Alonso conoce al dedillo. El del Real cuenta poco o nada. La cadena de producción no funciona o falta fe.