31 agosto, 2025

Jim Jarmusch seduce en la Mostra con su discreta radiografía de la familia

La trayectoria de Jim Jarmusch está estrechamente vinculada a la del festival de Cannes, el más prestigioso del mundo: nueve de sus largometrajes, nada menos, han competido allí a lo largo de las décadas. Su nuevo trabajo, en cambio, forma parte ahora del concurso de la Mostra de Venecia, y muchos han interpretado su ausencia en el certamen francés el pasado mayo como una señal de que, simplemente, no está a la altura. ¿Podría de verdad ser una obra aún más fallida que ‘Los muertos no mueren’ (2019), hasta ahora considerada la peor con diferencia en la carrera del de Ohio y que aun así no solo compitió en Cannes sino que ejerció allí de película inaugural? Las alarmas, afortunadamente, han resultado ser falsas. ‘Father Mother Sister Brother’ sí es, en cualquier caso, una película menor en la filmografía de su director, y decir eso es decir mucho si se tiene encuenta que su director es alguien de quien, sin ánimo alguno de ofender, puede decirse que solo hace cine pequeño.

Nos explicamos: Jarmusch es el gran cineasta de la falta de pretensiones, los tiempos muertos y la emoción creada a partir de la laxitud dramática o incluso de la falta de drama, y un autor excepcionalmente capaz de descubrir lo trascendente en lo aparentemente banal. En la nueva película, con ese fin presenta tres relatos independientes pero obviamente relacionados entre sí a nivel temático: en el primero, dos hermanos –-Adam Driver y Mayim Bialik— visitan a su padre –-Tom Waits–, un viudo de quien se permite adivinar un pasado turbulento y a quien sus hijos, con los queda claro que no hay muchos temas de conversación, tratan como a un niño; en el segundo, una escritora de éxito —Charlotte Rampling— invita a su casa a sus hijas —Cate Blanchett y Vicky Krieps— para tomar té y pastas, y al contemplar su interacción se adivina una relación basada en la intimidación, no necesariamente consciente, por parte de la progenitora; en el tercero, dos gemelos –-Indya Moore y Luka Sabbat— se encuentran en París poco después de la trágica muerte de sus padres en un accidente aéreo, y visitan el apartamento en el que los cuatro vivieron para decir adiós.

Especialmente como en las otras películas episódicas de su carrera, ‘Mistery Train’ (1989), ‘Noche en la Tierra’ (1991) y ‘Coffee and Cigarettes’ (2003), aquí Jarmusch se comunica a través de la repetición y la variación, incorporando elementos que se reiteran en las tres historias –viajes en coche, tazas de té o café, frases de diálogo– aunque, eso sí, cada vez con variaciones a través de las que, si observamos bien, quizá encontraremos significados profundos.

En conjunto, ‘Father Mother Sister Brother’ invita a reflexionar sobre asuntos como las mentiras que circulan en el seno de las familias por egoísmo o inseguridad, las presiones que se ejercen, y cómo el paso del tiempo y la muerte reconfiguran las relaciones entre sus miembros. Y lo hace, decimos, eludiendo cualquier atisbo de grandilocuencia dramática o el tipo de gesticulación emocional propio del cine más convencionalmente comercial.

“Yo soy un cineasta independiente”, ha afirmado hoy Jarmusch ante la prensa en dos ocasiones; la segunda de ellas, tras ser preguntado por la participación en la película del gigante del ‘streaming’ MUBI, recientemente envuelto en la polémica por sus relaciones económicas con un fondo de capital de riesgo que invierte en armamento israelí. “He aceptado dinero de una variedad de fuentes para hacer mis películas, y doy por hecho que todo el dinero corporativo es dinero sucio. Pero evitarlo por completo significaría no poder hacer películas, y yo necesito hacerlas para poder expresarme”.

Jude Law se convierte en Putin

Hasta su caída en desgracia en 2020, Vladislav Surkov fue considerado arquitecto del putinismo –así le gustaba a él mismo ser descrito– o, dicho de otro modo, uno de los principales ideólogos del actual líder del Kremlin. Tuvo un papel instrumental en la caída de los oligarcas rusos, la eliminación de la disidencia en el país y el uso de las redes sociales para manipular la opinión pública internacional, y sobre todo en el rol jugado por Moscú en las rebeliones separatistas en diferentes zonas de Ucrania. Ahora, Surkov es la fuente de inspiración principal del protagonista de ‘El mago del Kremlin’, la película con la que Olivier Assayas vuelve a competir en la Mostra, y a través de la que ofrece un concienzudo aunque superficial repaso al pensamiento y los métodos políticos encarnados por Vladimir Putin desde 1999 hasta mediados de la década pasada.

“Habla de cómo la política del siglo XXI fue inventada, y de la importancia que el ascenso al poder de Putin en Rusia tuvo en ese proceso”, ha afirmado hoy el director francés acerca de una película que se esmera por resultar políticamente instructiva pero que entretanto descuida sus quehaceres dramáticos y se contenta con retratar a sus personajes a brochazos. Su protagonista, en concreto, resulta especialmente unidimensional tanto por la torpeza con la que el guion de Emmanuel Carrère traza su arco narrativo, como por lo poco convincente que el actor Paul Dano se muestra dándole vida; Jude Law, eso sí, se muestra impecablemente impenetrable en la piel de Putin, y captura a la perfección su lenguaje corporal sin caer en la imitación.

En última instancia, lo mejor que puede decirse de ‘El mago del Kremlin’ es que resultará esclarecedora para muchos espectadores, en concreto para quienes no conozcan ya la historia que cuenta a través de las noticias o de alguno de los incontables documentales centrados en la figura del presidente ruso que han visto la luz en los últimos años.

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