La ganadería ha sido recientemente señalada como una de las principales productoras de gases de efecto invernadero, específicamente metano, catalogándola como contribuyente al cambio climático. Organizaciones ambientales, científicos y también algunos gobiernos acusan a la ganadería de emitir metano. Sin embargo, investigadoras y docentes de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la UNC han emergido en defensa del sector, aclarando que, si bien el metano se emite, “las vacas no contaminan”.
MundoAgro asistió al trabajo que realizan en el tambo del Campo Escuela de la UNC la Ing. Agr. Dra. María Soraya Salloum, de la Cátedra de Nutrición Animal FCA- UNC y la Ing. Agr. Esp. Luciana Martinez Luque, de la Cátedra producción de Leche de la misma casa de altos estudios. Estas investigadoras y su equipo parten de la premisa que la emisión de metano es un subproducto inevitable del proceso natural de digestión de los rumiantes: “Cuando las vacas consumen pasturas, desechos de cosecha, henos y derivados industriales, el proceso de fermentación ocurre gracias a microorganismos alojados en el rumen (uno de los compartimentos del estómago), generando este gas, el cual es expulsado al ambiente, en un 95%, a través del eructo”, sostiene Salloum. “Nos pusimos a trabajar diversas técnicas de medición del metano para avanzar en soluciones a esta problemática. Y ya tenemos alternativas de mitigación de esas tasas de metano”, explicó Martínez Luque.
María Soraya Salloum y Luciana Martínez Luque en Campo Escuela UNC
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El Ciclo Biogénico: La Inocencia de la Vaca
En un alto del trabajo en la manga del tambo donde una vaca lechera es preparada para medir su emisión de metano, las especialistas argumentan que el carbono que genera la vaca pertenece a un ciclo biogénico o natural. Según explica María Soraya Salloum a Mundoagro, “a diferencia de la quema de combustibles fósiles o petróleo, el carbono emitido por el ganado fue fijado previamente por las pasturas consumidas por el animal. Una vez emitido como metano a la atmósfera, el ciclo se cierra cuando vuelve a ser fijado por las pasturas, lo que significa que no se trata de “carbono agregado”, argumenta la investigadora.
En este sentido, los expertos son categóricos: la vaca no solo es “totalmente inocente”, sino que además cumple una función vital como biotransformadora. Permite darle valor a subproductos como las pasturas, cáscaras de maíz, y subproductos industriales y de cosecha que no pueden ser utilizados para el consumo humano o monogástricos, transformándolos en carne y leche de alto valor proteico.
Ciencia en Acción: Cuantificación y Mitigación
El mundo ha comenzado a reclamar medidas amigables con la sustentabilidad para la produccion de alimentos. Los principales mercados internacionales están empezando a exigir trazabilidad y pruebas científicas de que la producción es amigable con el ambiente. La Unión Europea va a la cabeza de estas nuevas exigencias, especialmente para la compra de carne. Esto ha obligado a los sistemas ganaderos, como el caso de Argentina, a cuantificar las emisiones y certificar huellas de carbono para poder competir a nivel internacional. En ese rubro se inscribe, por ejemplo, la nueva exigencia para los productos bovinos de una cadena de suministro transparente y trazable que garantice que los productos no provienen de tierras deforestadas después del 31 de diciembre de 2020. Por eso, a nivel país, se han desarrollado sistemas de certificación y plataformas digitales para cumplir con este requisito y garantizar el acceso a mercados globales.
Las investigaciones que se llevan a cabo en el Campo Escuela de la Facultad de Ciencias Agropecuarias buscan demostrar la conciencia de cuánto emiten las vacas según el manejo del sistema. Una producción eficiente en ganadería resulta ser amigable con el ambiente, ya que las estrategias de mitigación aseguran una emisión menor por unidad de producto. Para medir la emisión de metano en el tambo del Campo Escuela, los investigadores utilizan dos procedimientos.
Uno de ellos es el Lector Láser, un dispositivo manual que se apunta al hocico de la vaca, a un metro de distancia, para medir las concentraciones de metano. A través de fórmulas, estos datos se transforman en emisiones expresadas en gramos por día o emisiones por unidad de producto. La práctica requiere de más de un técnico para realizar la medición y el reporte de datos, que posteriormente son sometidos a cálculos.
Lector láser de metano usado en Campo Escuela
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La otra tecnología es la Sonda Ruminal. Fue desarrollada por Luciana Martínez Luque y Mariana Larrauri, en la misma facultad. Funciona como un principio similar a una endoscopía. Según Luciana Martínez Luque, “para obtener datos fiables y de alta calidad, el equipo enfrentó la necesidad de conseguir licor ruminal que posea un buen pH y que esté libre de contaminación con saliva o mucosa”. Para ello, “desarrollamos esta sonda especial”. “Es mínimamente invasiva y poco cruenta“, representando una alternativa con altos estándares de bienestar animal en comparación con otras posibilidades existentes, como la fístula ruminal. El sistema funciona permitiendo que la vaca trague la sonda de forma voluntaria; luego, se acciona desde afuera para que se abra y se obtenga una muestra de muy buena calidad.
Luciana Martínez Luque usando la sonda ruminal
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Además de la sonda, se creó una microtécnica que permite realizar fermentaciones in vitro con un volumen reducido de licor. Mediante esta técnica, se mide la cantidad de gas generado y se determina la concentración de metano por medio de cromatografía gaseosa.
La Modulación Nutricional como Solución
Las investigaciones buscan activamente mitigar el metano, basándose en la premisa de que la actividad ganadera no solo es emisora de gases de efecto invernadero, sino que también tiene la capacidad de fijarlos, lo que sugiere una potencial ciclicidad en el sistema.
Según Luciana Martínez Luque, existe una alta potencialidad de modular la alimentación para generar un menor impacto y reducir la producción de metano al alterar la actividad de la microbiota ruminal. Esto se puede lograr con una Formulación de la Dieta, ajustando, por ejemplo, la cantidad de concentrados suministrados al animal. La otra es con “la Incorporación de Aditivos, con capacidad de modificar la actividad de microorganismos ruminales específicos, como las arqueas metanogénicas. Estos compuestos también pueden competir por moléculas como los protones libres, lo que inhibe la producción de metano”, explica Martínez Luque.
Uno de los propósitos de las investigadoras es medir el metano, mitigar la acción a través de el manejo de la nutrición animal con el dedafío de no afectar la productividad del animal, es decir, sin alterar la producción de litros de leche ni las composiciones sólidas.
Además, el equipo de investigación utiliza la posibilidad de hacer screening de alimentos en fermentaciones in vitro para demostrar fehacientemente si los aditivos pueden modular los microorganismos, obteniendo datos muy fiables con la metodología gaseosa. También disponen de mediciones rápidas in vivo, como los lectores láser, que permiten evaluar a una mayor cantidad de animales.
El objetivo final de estas técnicas y de la búsqueda de alternativas nutricionales es que los productores agropecuarios puedan trasladar estos avances a la práctica para reducir las emisiones.
La Vaca, ¿Culpable o Potencial Mitigadora?
Al evaluar el rol del ganado, la especialista confirma que la vaca “fehacientemente produce metano, emite metano”. Sin embargo, el metano generado por las vacas no tiene la misma significancia que la polución derivada, por ejemplo, de la quema de combustibles. Además, el sistema ganadero tiene la posibilidad de fijar carbono, y ofrece una alta potencialidad para modular su nutrición y así demostrar menores emisiones.
Las algas y el tegumento del maní, dos productos mitigadores
Consultadas si “la vaca es culpable de las emisiones de metano”, tanto Salloum como Martínez Luque señalan que las emisiones son parte de un proceso natural. En ese camino, el equipo científico perteneciente a la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la UNC han logrado medir el metano, pero han corroborado que sí es posible reducir su impacto.
Entre las estrategias de mitigación más prometedoras probadas, destaca el uso del alga marina Asparagopsis, obtenida a través de un convenio con una empresa privada. Esta alga, de origen australiano, ha demostrado mitigar hasta un 30% las emisiones de metano al ser mezclada con la alimentación de la vaca.
Algas suman a la tecnología de nutrición
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Si bien el proyecto de las algas ha culminado y está en proceso de publicación, la investigación continúa probando otros productos, como aquellos basados en taninos surgidos del tegumento del maní, cuyos resultados han sido positivos en la mitigación del metano.
Cáscara de maní
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“Estos hallazgos son cruciales para el futuro de la producción, pues permitirán a los sistemas ganaderos demostrar que son sostenibles en todas sus facetas (productiva, económica y ambientalmente), logrando que la ganadería siga siendo productiva y eficientemente económica a la vez que amigable con el ambiente”. Salloum y Martínez Luque reconocen que “los resultados de estas investigaciones buscan comunicar no solo a través de publicaciones científicas, sino también mediante congresos y notas de divulgación, los avances en la medición de metano y el camino para mitigar su efecto”.
