13 julio, 2025

Puede sacar Feijóo 10 millones de votos? Las 10 escollos que debe superar el líder del PP

Diez millones de papeletas es la cifra que obsesiona al PP desde que perdió la hegemonía del voto conservador. El objetivo que se ha fijado Alberto Núñez Feijóo de cara a las próximas elecciones para poder llegar a la Moncloa no está elegido al azar: José María Aznar y Mariano Rajoy rebasaron ese listón cuando lograron sus respectivas mayorías absolutas, en 2000 y 2011, pero desde entonces ningún otro candidato del PP ha podido repetir la hazaña. ¿Es factible que Feijóo recupere ese botín tan preciado para volver al Gobierno? El análisis de los resultados electorales de 2023 y de las tendencias de voto que marcan las encuestas indican que el reto es muy complicado porque tiene dos fronteras de voto antagónicas (PSOE y Vox), aunque la volatilidad del voto no hace imposible el objetivo. En todo caso, el jefe de la oposición aún debería superar varios obstáculos para alcanzar su meta.

La gran diferencia entre el momento actual y aquellas mayorías absolutas es que Aznar y Rajoy no tenían rivales en la derecha y aglutinaban todo el voto conservador. Aznar cosechó 10.321.178 sufragios en 2000 y Rajoy recabó 10.866.566 papeletas en 2011. Desde que el bipartidismo saltó por los aires, en 2015, esa bolsa de votantes se ha repartido entre dos o tres formaciones (PP, Vox y Ciudadanos), pero la suma de todo el bloque se ha movido siempre por encima de los 10 millones de votos. Por eso es la cifra fetiche para Feijóo. En las últimas elecciones, el PP obtuvo 8.160.837 apoyos y Vox, 3.057.000. Es decir, a Feijóo le faltarían unos dos millones de votos para alcanzar su objetivo, lo que implicaría absorber a dos de cada tres votantes de Santiago Abascal, o bien atraer a los electores ‘de centro’ desencantados con el PSOE de Pedro Sánchez.

¿En cuál de las dos fronteras de voto le sería más fácil pescar? Del tono bronco que ha empleado esta semana puede intuirse que Feijóo se lanza a por el voto de Vox. Se ha demostrado que ambos electorados son vasos comunicantes, pero en las encuestas Abascal no da por ahora síntomas de flaqueza. El último barómetro del GESOP para Prensa Ibérica pronosticaba un leve retroceso del PP y un fuerte crecimiento de Vox. La fidelidad de voto a los ultras roza el 70%, mientras que la de los populares se queda en el 63%. Feijóo y Abascal se roban mutuamente el mismo porcentaje de votantes, el 14%, lo que significa que el PP perdería más de 1.142.000 papeletas respecto a 2023 y recuperaría unas 428.000 por su frontera derecha.

El desgaste de Sánchez por la corrupción y los episodios de machismo de algunos excargos puede ser un terreno más propicio para pescar votos. El GESOP también apuntaba a un ligero descenso del PSOE y a que el 7% de sus votantes apoyarían ahora al PP. Eso se traduciría en unos 547.000 votos para Feijóo por su frontera izquierda. La suma de las dos fronteras arroja una cosecha de casi un millón de nuevos sufragios para los populares. Todavía les faltaría, pues, la mitad de su objetivo. Es decir, aunque el PP pueda crecer más hacia el centro, si no concentra mucho más voto conservador, será complicado que evite la dependencia de Vox.

El voto femenino, tradicionalmente decantado hacia el PSOE, es una oportunidad de oro que el PP está aprovechando al hurgar en los comentarios machistas de la trama Cerdán y en los negocios en prostíbulos del fallecido suegro de Sánchez. El viernes, el barómetro del CIS reflejaba una pronunciada caída en la intención de voto a Sánchez entre las mujeres: del 26,2% al 19,4% en un mes. En cambio, el PP ha pasado del 16,2% al 18,5% en el segmento femenino del electorado. El retroceso del PSOE también se da entre los hombres, pero menos acentuado, del 21,4% al 17,2%. Hace dos años, en el sondeo del CIS posterior a las elecciones de 2023, el 30,8% de las mujeres declaraban haber votado a Sánchez y el 23,2%, a Feijóo. Dentro del voto femenino hay que subrayar que una de las ocupaciones entre las que el PSOE tiene más tirón y que el PP puede ahora buscar son las empleadas del hogar. Una de cada tres votarían socialista, según el GESOP.

En el caso de los jóvenes, y sobre todo de los jóvenes hombres, el foco de atracción es Vox. Hace tiempo que las encuestas muestran una derechización de la franja de edad más joven que Feijóo puede aprovechar para captar adeptos. El pasado viernes, el barómetro de CIS elevaba al 25% el voto a Abascal entre los españoles de 18 a 24 años, y al 20% entre los ciudadanos de 25 a 44 años. El PP sí es ya el partido preferido para quienes tienen de 45 a 64 años, mientras que el PSOE es la primera opción a partir de los 65 años. El GESOP, que desglosa los resultados por ocupaciones, concluye que Vox es el primer partido entre los estudiantes (23,4%). La falta de regeneración de los partidos tradicionales y su estrategia de embarrar los debates explican a buen seguro esta fascinación por Abascal, que Feijóo puede intentar neutralizar situando en el centro del debate cuestiones como la vivienda.

Por lo que respecta a los siempre buscados indecisos, esa porción del pastel representa alrededor del 17% del electorado, según el CIS. El PSOE es, con el 18%, la formación que tiene más indecisos entre sus votantes, cuatro veces más que Vox (4,3%), por lo que puede resultar un caladero más fértil para el PP. Pero, a la vez, Feijóo no puede descuidarse de que tiene indecisos a uno de cada 10 votantes, que probablamente se sienten desencantados por los equilibrios de su líder para contentar a las dos fronteras de voto. Y es que si bien el 52,2% del electorado del PP se considera de centroderecha, hay más votantes que se declaran de centro (34,9%) que de derecha (25,9%).

La diferencia entre el electorado del PSOE y el de Vox es que el segundo siempre está movilizado y no cambia de bloque: el PP es la segunda opción del 31,5% de los votantes de Vox, según el CIS. En cambio, la fidelidad del voto socialista es más difícil de medir porque suele activarse cuando hay una convocatoria electoral y, cuando el PSOE le decepciona, tiende más hacia la abstención. Ese es el caladero de voto más grande de todos, los abstencionistas, pues en 2023 se dio el récord histórico (33,41%). Aunque entonces pudo influir el hecho de que se votase en pleno julio, lo cierto es que ni siquiera de movilizó con el anzuelo del espantajo de la derecha que tanto agitó Sánchez. Es decir, se trata del votante menos fiel y más fácil de hacer cambiar de papeleta.

Analizados los perfiles de voto, volvamos al objetivo inicial de Feijóo para advertir de que llegar por sí solo a los 10 millones de votos no garantiza gobernar. De hecho, PP y Vox consiguieron hace dos años el récord histórico de apoyo al bloque de derechas con 11.217.837 sufragios y no fueron suficientes para entrar en la Moncloa. La clave es el reparto de escaños, pues en muchas provincias pequeñas se juega el último diputado por un puñado de votos. En las últimas elecciones, los populares se quedaron a las puertas de hacerse con seis escaños que fueron a parar a los ultras y siete que se adjudicó el PSOE. Asimismo, Sánchez estuvo a punto de quitarle 17 diputados a Feijóo, y Abascal se quedó cerca de hacer lo propio con otros tres. En definitiva, el PP se jugará en las próximas elecciones 24 escaños con el PSOE y 9 con Vox, por lo que puede sacar más petróleo si mira hacia el centro.

La importancia del reparto de escaños obliga a Feijóo a mantener en forma sus principales graneros de voto. Hay tres muy claros donde el PP gobierna con mayoría absoluta: Madrid, Andalucía y Galicia. Apelando en ambos casos al voto útil, el andaluz Juanma Moreno, que se examina el año que viene y sigue fuerte en las encuestas, podría atraer voto socialista moderado, e Isabel Díaz Ayuso puede contribuir a erosionar a Vox. Pero hay dos fortines mucho más frágiles: en Castilla y León, la cita electoral más cercana en el calendario, es una incógnita si el PP será castigado por su alianza con los ultras (que fue la primera de todas); y la gestión de la dana de Carlos Mazón podría penalizar al partido en la Comunitat Valenciana, donde Vox ya tiene bastante tirón.

En todas las encuestas hay un voto oculto que va cambiando de partido en función de la coyuntura. Los ciudadanos evitan confesar que votarán a aquella formación que se encuentra débil, ya sea por su gestión de gobierno, por una crisis interna o por el impacto de alguna polémica. Ahora mismo cabría pensar que es el PSOE quien tiene más voto oculto, además del mayor porcentaje de indecisos. Pero una convocatoria electoral activaría e inclinaría a buena parte de ese voto indeciso y oculto. Por eso es tan importante la fecha de las elecciones. Sánchez ha reconocido que ahora perdería el Gobierno, de ahí que necesite aguantar todo lo posible para ver si la tormenta escampa y pasa el tiempo suficiente para que el electorado ‘se olvide’ de la corrupción.

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