Después del inicio de esta primavera, suave y excepcionalmente lluviosa, la estación finaliza con un tiempo seco y más cálido de lo habitual. Varios días de mayo han sido registrados como los más calurosos de las últimas décadas. Asimismo, todo indica que nuevamente nos espera un verano más cálido de lo normal.
Algunas plantas aprovechan este periodo más seco y soleado para florecer. Este año, gracias a la mayor disponibilidad de agua, podemos disfrutar de una temporada especialmente rica en diversidad vegetal, tanto en colores como en formas de vida. Un buen ejemplo es la familia botánica de las umbelíferas (‘Apiaceae’), cuya mayoría de especies suelen florecer a finales de primavera o durante el verano. Esta evolución fenológica ha ido de la mano de la adaptación de sus polinizadores. En la mayoría de los casos se trata de dípteros (ejemplo, moscas), aunque también pueden intervenir himenópteros (ejemplo, abejas y avispas) o coleópteros, todos ellos más activos en condiciones de altas temperaturas y abundante luz.
Además de sincronizar su floración con la actividad de estos insectos, las umbelíferas presentan una estrategia floral muy particular para su atracción, la umbela. Este tipo de inflorescencia, cuyo nombre proviene del latín ‘umbella’ (paraguas o sombrilla), se caracteriza por pequeñas flores dispuestas radialmente desde un único punto del tallo, con pedicelos de diferente longitud hasta llegar a alcanzar una superficie plana o ligeramente curva, como un paraguas pero, en este caso, invertido. Esta estructura resulta muy atractiva para los polinizadores, y también para nosotros, por su armonía y belleza. Aunque especies de otras familias botánicas pueden presentar inflorescencias similares, en la mayoría de las umbelíferas esta disposición alcanza una complejidad mayor, al formar umbelas compuestas, como miniaturas de arquitectura natural, que pueden cubrir una mayor extensión. Este año, por ejemplo, se observa una buena representación de algunas especies, como la zanahoria (‘Daucus carota’), el hinojo (‘Foeniculum vulgare’) o la bardanilla (‘Torilis arvensis’), entre otras.
Muchas de estas plantas son conocidas por su valor culinario. Algunas se utilizan como verduras (como la ya mencionada zanahoria, el perejil o el apio); otras como condimentos (el hinojo, el comino o el eneldo); y también como plantas medicinales, gracias a su riqueza en aceites esenciales (como el comino, el apio o el hinojo, mencionados anteriormente). Sin embargo, no todas son inofensivas, algunas especies resultan tóxicas, como es el caso de la cicuta (‘Conium maculatum’) presente en los bordes de cursos de agua de nuestros paisajes, tanto en la sierra como en la vega o la campiña; u otras especies que no se encuentran en nuestro paisaje, como el nabo del diablo (‘Oenanthe crocata’), una de las más peligrosas, presente a lo largo de la costa atlántica europea.
La ingestión de cicuta provoca riesgo para la salud debido a la presencia de alcaloides piperidínicos, que pueden generar trastornos digestivos, vértigos, cefaleas y, en los casos más graves, alteraciones respiratorias que podrían derivar en muerte.
La toxicidad de esta especie es conocida desde tiempos remotos, como lo demuestran diversas referencias literarias. En el año 399 a.C., Sócrates, acusado y condenado por corromper a la juventud, fue obligado a beber una copa de cicuta semanas después de haber sido encarcelado en Atenas.
Por ello, aunque la belleza de esta especie contribuye, sin duda, a un paisaje singular, es importante extremar la precaución en caso de considerar su posible uso, ya que esta especie puede confundirse fácilmente con otras de valor culinario o medicinal, sobre todo en edades tempranas de crecimiento, lo que supone un riesgo para la salud.
Sin embargo, este es un ejemplo más que ilustra cómo muchas plantas, al no contar con movilidad, han desarrollado estrategias defensivas (como la producción de alcaloides y otros compuestos químicos), en paralelo a las atractivas para polinizadores, un aspecto que sigue siendo objeto de estudio en la investigación científica.
*Catedrática de Botánica de la Universidad de Córdoba