“Las similitudes son asombrosas. Incluso mirándole a los ojos, es como cuando miras a un recién nacido y ve todo el universo con cada parpadeo”, dijo a CNN Staples sobre “Kaius”, el bebé gorila de ojos grandes que ha criado desde su nacimiento.
Durante los primeros meses, “Kaius” durmió en la habitación de Staples, y el cuidador del zoo lo alimentaba regularmente con leche y le cambiaba los pañales, una tarea difícil de realizar en un primate que es mucho más fuerte que un bebé humano y capaz de agarrarse con las manos y los pies.
“Con un bebé, solo tienes que lidiar con unas manitas que te pueden ayudar, pero con un gorila, realmente se empeñaba en hacerlo muy difícil”, aseguró. “Me reía y pensaba: ‘Madre mía’”.
A medida que crecía, el gorila “Kaius” se aseguraba a la espalda del cuidador mientras paseaban por el zoo.
El viernes, Staples observó con asombro -pero sobre todo con alivio- cómo “Kaius”, de 10 meses, compartía un desayuno de batatas y tomates con G-Anne, una gorila hembra de 42 años que no tiene parentesco con él y que, por ahora, parece feliz de asumir las tareas de crianza en la casa de los gorilas del zoo.
“Me hace muy feliz verlos a los dos juntos ahora”, remarcó Staples. “Ha sido una travesía tremenda”.
Un nuevo bebé
Kaius nació en el parque el pasado mes de octubre, hijo de “Kipensi”, madre de 10 años, y “”Kisane, padre de 17, un corpulento gorila de espalda plateada que pesa unos 220 kg.
Los gorilas recién nacidos suelen ser más pequeños que los bebés humanos nacidos a término y, con 2,2 kg, “Kaius” parecía ir bien hasta que “Kisane”, su padre, un gigante comparado con su diminuto recién nacido, se lo arrebató a su madre.
“Fue aterrador, porque no sabías si iba a hacer alguna estupidez”, relata Staples. “En realidad, estaba sosteniendo al bebé con bastante delicadeza. Pero “Kaius” pesaba poco más de 2 kilos, así que la diferencia de tamaño era enorme”.
Durante 14 horas, el personal del zoo trató de convencer al padre “Kisane” para que devolviera al bebé, ofreciéndole comida que necesitaría agarrar con las dos manos y llevando a las hembras, “Kipensy” su madre “Kriba”, a distintas zonas del lugar de los gorilas para que las siguiera y dejara al bebé.
“En realidad nunca vamos a saber por qué, pero me gusta pensar que quizá el papá intentó involucrarse porque vio que a la mamá le pasaba algo”, dijo Staples.
La mamá, “Kipensy” no había expulsado la placenta, lo que preocupaba a los veterinarios por el riesgo de infección, y no exigió a su pareja que le devolviera el bebé, como Staples dijo que se habría esperado que hiciera en la naturaleza.
Al final, papá “Kisane” dejó al bebé y el personal del zoo se apresuró para cobijarlo y ponerlo a salvo. Para entonces, el bebé tenía hambre, así que le dieron una mamadera e intentaron devolvérselo a su madre y a su abuela al día siguiente.
“Se acercaron a él, lo miraron y se marcharon”, explica Staples. “Luego pasaron por encima de él para agarrar comida y se mostraron algo interesados, pero no como realmente esperábamos”.
El personal del zoo tenía intención de darle de comer y volver a intentarlo, pero cuando Staples lo recogió, dijo, “su comportamiento cambió”.
“Había perdido color, tenía los ojos muy apagados, así que lo llevamos corriendo al veterinario y se desplomó con bastante rapidez”.
Una lucha por seguir con vida
Al pequeño “Kaius”, que entonces solo tenía un día de vida, le diagnosticaron neumonía por sepsis.
“Sufrió probablemente media docena de colapsos en los que, básicamente, se le reanimó con inyecciones de adrenalina y todo lo necesario para que su pequeño cuerpo volviera a funcionar”, detalla Staples.
“Los veterinarios hablaban de eutanasia. Los médicos hablaban de que probablemente no pasaría la noche”.
Así que Staples pasó toda la noche sentado con el pequeño gorila durmiendo sobre su pecho.
“Eso fue lo que más le reconfortó y lo que consiguió controlar su ritmo cardiaco y su respiración, ese contacto piel con piel y sentir los latidos del corazón como los sentiría de su madre”.
Desde ese momento, Kaius empezó a mejorar, y a crecer.
Abandonó los pañales cuando empezó a salir más al exterior, y luego vino el proceso de presentarle a otros trabajadores del zoo, para que Kaius no se encariñara demasiado con su cuidador principal.
Kaius se trasladó de la casa de Staples -que está dentro del zoo- al recinto de los gorilas, en un espacio contiguo al de G-Anne, su nueva madre adoptiva.
El objetivo era que ambos interactuaran lo suficiente como para acabar compartiendo recinto. Pero reasentar a una cría de gorila conlleva un riesgo tremendo.
¿Su mayor temor? “Que el gorila lo matara. Porque eso ha ocurrido con gorilas y chimpancés en todo el mundo”, remarca Staples.
Los días después, esos temores se fueron disipando y G-Anne se ha adaptado a su nuevo papel.
“Es una chica preciosa y siempre ha dado muestras de que quería esto tanto como nosotros”, dijo. “Eso ya no me preocupa. Ya sabes, siempre está en el fondo de tu cabeza. Ya sabes, ¿y sí…? Pero no como antes”.
De momento, la pareja pasará algún tiempo junta antes de que Kaius esté listo para debutar en público en el zoo, que también alberga una jirafa, una cebra, leones, tigres y lémures.
Staples dice que Kaius parece reconocerlo y espera que la conexión dure.
“Una vez que estoy cerca, acerca su cara a la mía y hace grandes y hermosas respiraciones, se agarra fuerte, ya sabes, intenta besarme, todo ese tipo de cosas hermosas”, dice Staples.
“Espero que haya un vínculo de por vida. Sería muy especial”.