A Juan Manuel Roldán se le derrumbó el mundo el 10 de agosto. El último sábado cumplió 43 años. En lugar de una torta preparada por el amor de su vida, Ana Carolina Fiorino (41), hubo soledad. En lugar de un festejo, hubo lágrimas. A ella se la robó, en segundos, el accionar criminal del abogado Maximiliano Insaurralde (42), quien cruzó el semáforo en rojo y chocó el auto en el que iba la pareja, en pleno centro de La Plata, a 110 kilómetros por hora.
«Hoy estoy sentado mirando una pared. Sé lo que es la soledad y lo que duele que hoy no esté esa parte que a uno lo acompañaba, que uno pensó que era para toda la vida, hasta que de golpe y porrazo vino un loco y te la arrebató, te dejó desnudo, sin agua y sin comida en el medio del desierto. Y lo peor es que no te importa, te preguntás por qué el sol no te cocina y te deja seco«, dice.
Para Roldán, su vida giraba alrededor de la de Ana. Estuvieron 14 años juntos. Ahora ve todo negro. Sus días son horas en la cama, llorando, recordando. Los dolores por las graves lesiones que sufrió no le importan. A tal punto que cuando estaba internado en el Hospital San Martín, los médicos se equivocaron y le dieron una dosis más leve de la medicación para sedarlo. Sin tener el alta, él decidió irse a la casa de su mamá, en Mar del Plata.
Ahora volvió a Pergamino, adonde vivía con Ana y sus dos perros, Nino y Nina. Su suegra, Stella Rosso (75), es quien se ocupa de levantarlo, de animarlo para seguir adelante. La mujer lleva el dolor en sus entrañas: también perdió a otro hijo y a su marido en distintas tragedias en las rutas.
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El hecho ocurrió en la intersección de la avenida 7 y 49, a pocos metros del Museo de Arte Contemporáneo Latinoamericano, y dejó varias personas heridas.
«Hoy lo que me duele es el corazón, pero tras el choque físicamente no puedo ver bien. El ojo se me había salido, tenía medio cerebro afuera, perdí líquido cefalorraquideo, tenía el brazo derecho desarmado por completo, la pierna derecha también. Ahora camino medio de costado y encima no veo», le cuenta Roldán a Clarín.
Aquella mañana del 10 de agosto, la pareja se había levantado temprano para volver a Pergamino. Juan era de llevar a todos lados a Ana. Habían ido a Buenos Aires porque ella tenía un curso de estética. Era médica clínica, forense y legista. Siempre buscaba capacitarse. Como trabajaba para el Ministerio de Seguridad bonaerense, era más económico pasar la noche en el hotel del Círculo Policial, en La Plata.
Ana Carolina Fiorino, con su mamá, Stella Rosso, y su pareja, Juan Manuel Roldán.Eran las 7.30 del sábado. Hicieron apenas dos cuadras por la calle 49. Al cruzar la avenida 7, a metros de la Casa de Gobierno y de la Legislatura bonaerense, el Renault Clio de Insaurralde pasó en rojo y chocó contra la puerta del acompañante del Nissan March, donde iba Ana. La muerte llegó en segundos.
Insaurralde, que trabajaba en una importante constructora, declaró este 5 de septiembre que antes de la tragedia consumió cocaína, vino y clonazepam, pero que no recordaba nada del momento del choque.
El Nissan March en el que iba la médica Ana Carolina Fiorino (41), con su pareja, un policía retirado.«Gracias a Dios, de ese día no me acuerdo nada. Me acuerdo que me fui a dormir el viernes a la noche, abrazado a Ana, le di un beso y me dormí. Después me desperté el martes en terapia intensiva. Es todo lo que me acuerdo», afirma Roldán, al hablar por primera vez de lo ocurrido.
Se había conocido con Fiorino en 2010, cuando él trabajaba en la comisaría 1ra. de Pergamino y ella estaba en la Policía Científica. «Apenas la vi que entró, se me fue la cabeza, me enamoré. Y de ahí en más, quedé estupidizado con ella y ahí nos convertimos en novios», señala.
El agente resultaría herido de bala en un acto de servicio y se jubiló para dedicarse «tiempo completo a ella».
El abogado Maximiliano Insaurralde chocó y mató tras cruzar en rojo en La Plata.«Nos pasábamos el día juntos y, de un día para el otro, todo eso se terminó. Y acá estoy, solo y respirando solamente. Porque eso lo hace el cerebro sin que uno se lo pida, porque si fuera que se lo tengo que pedir, le digo que lo deje nomás por ahora, que ya no quiero más«, se sincera.
Ana quería dejar su trabajo como forense «porque era duro el tema de las autopsias, las víctimas de abuso, ya casi que no lo soportaba». Ahora quería ser médica estética. Además, nunca dejaba de visitar a los jubilados a los que atendía en un geriátrico y la esperaban de manera especial. «Hoy viene la doctora», celebraban.
Así quedó el Renault Clio conducido por el abogado Maximiliano Insaurralde, que causó una tragedia en La Plata.Juan destaca que es su suegra la que está poniendo la piel para luchar porque Insaurralde, preso en la Unidad Penal 22 de Lisandro Olmos, no salga libre. En los últimos días le agravaron la imputación, que pasó de «homicidio culposo agravado» a «homicidio simple con dolo eventual«, con una pena prevista de 8 a 25 años de cárcel.
«Esto no fue un accidente de tránsito, fue un homicidio. El tipo sabía que podía matar, y mató, y no le importa, le da igual. Con alcohol y sin alcohol, le da lo mismo. Él sabía que sus acciones tenían las consecuencias que mataba a alguien», apunta el sobreviviente.
«Fue una locura. Es el día de hoy que no puedo creer que nos haya pasado eso en ese lugar, donde sabés que es pleno centro de La Plata», amplía.
La pericia que mostró el recorrido del Renault Clio conducido por el abogado Maximiliano Insaurralde, que causó una tragedia en La Plata.Además, resume su día a día: «Me levanto a la mañana, que me despiertan los perros. Los saco, para que hagan pis y caca, los entro, les doy de comer, me fijo que tengan agua, me acuesto, se acuestan conmigo en la cama y después nos levantamos para volver a salir. Me siento afuera, en la mesita que tenemos en el frente, a tomar mate, la perra se sienta atrás de la puerta de calle, de la reja, para ver si en algún momento aparece Ana. Yo desde la silla miro a ver si en algún momento aparece, y así nos pasamos el día esperando, y nunca llega«.
Pasión por la Patagonia
Ambos eran fanáticos del sur del país. «Lo recorrimos completo», dice y enumera desde la legendaria ruta 40 a todas las que atraviesan la Patagonia. Sus lugares favoritos eran San Martín de los Andes y Villa Traful, en Neuquén. Y siempre había un lugar para Stella.
Ana Carolina Fiorino, con su pareja, Juan Manuel Roldán.Juan insiste en describir un panorama sombrío: «Ahora la nieve ya no me llama tanto, el frío tampoco. No me gusta la primavera, ni el verano, el sol no brilla como antes. Ya no imagino preparando un asado al lado del río, ni en un lago, ni aunque la vista sea hermosa».
Debido a su cuadro depresivo, ve a una psicóloga una vez por semana y una psiquiatra una vez cada 15 días. Le recomendaron tener más consultas, pero él no tiene ánimo.
El 7 de octubre, como cada cumpleaños de Ana, lo iban a pasar en Villa General Belgrano, Córdoba, para la Fiesta de la Cerveza.
Ana Carolina Fiorino amaba a sus perros Nino y Nina.«Me paso horas llorando, yo nunca fui así, me convertí en algo que no soy. Ahora estoy obligado a respirar hasta el último día de mi vida. Me tengo que quedar en este mundo hasta que decida el de arriba que me tengo que ir, no puedo decidirlo yo, lamentablemente», resalta con la voz quebrada.
Por último, se pregunta algo sobre el abogado que causó la tragedia, quien presentó testigos para acreditar sus problemas por la adicción a la cocaína: «¿Por qué insiste con tratar de zafar del desastre que hizo? ¿Por qué no se hace cargo? ¿No siente culpa como para decir: merezco lo que estoy pasando?«.
Las imágenes del auto que conducía Maximiliano Insaurralde en La Plata.EMJ