En la cuneta, entre cristales rotos y restos de chapa, suena un móvil. No hay respuesta. Cuando los agentes de la Guardia Civil de Tráfico llegan al lugar del siniestro, ya saben qué se esconde detrás de esa llamada insistente en el asfalto: una pantalla encendida, un WhatsApp sin enviar, una llamada perdida con nombre propio —”mamá”, “cari”, “Carlos”y emojis de corazón—. Porque en la era del scroll infinito, el teléfono no solo acompaña: también mata. Al volante, cada notificación puede ser la última. Durante esta semana, las patrullas reforzarán la vigilancia de las distracciones en carretera, con el uso del móvil como uno de los principales causantes de los siniestros mortales. En Galicia, uno de cada cinco conductores fallecidos usaba el teléfono.
Ahora, la mayoría de quienes atienden una llamada al volante lo hacen con manos libres. En esta era de hiperconectividad, los que son interceptados con el móvil en la mano lo hacen para leer o enviar un WhatsApp, o ver el último contenido de Instagram. Pero son cada vez más los conductores que quieren amenizar su viaje con vídeos de YouTube e incluso con alguna serie de Netflix.
Desde el Sector de Tráfico, el teniente coronel Antonio Hidalgo advierte de la importancia de estar atento a la carretera. “Y no solo el móvil; cualquier despiste puede causar un siniestro grave. Yendo a 120 kilómetros por hora en autovía, por cada segundo sin atender a la conducción se recorren 30 metros”, apunta el jefe de la Agrupación de la Guardia Civil de Tráfico en Galicia, al tiempo que señala que el año pasado se registraron en la comunidad varios siniestros mortales de peatones con averías en el arcén.
En poco más de diez minutos, tres denuncias por utilizar el móvil. En un intervalo tan corto, los agentes abren un expediente sancionador tras otro. Durante la campaña que arrancó este lunes y se prolongará hasta el domingo, el goteo de denuncias ha sido continuo. Tras interponer la correspondiente denuncia a un infractor que contestaba un WhatsApp o veía Instagram, nada más poner en marcha el vehículo, otro conductor interceptado se suma a la lista, y así hasta tres o cuatro seguidos.
Luego están los considerados infractores premium: aquellos que ven vídeos cortos en YouTube o incluso series mientras hacen el trayecto al trabajo, al domicilio o en una escapada de ocio. Esta misma semana fue interceptado en las carreteras gallegas un conductor viendo Netflix en su móvil, un tipo de infracción que suelen protagonizar los conductores profesionales en sus recorridos de cientos de kilómetros al volante de un camión.
Aunque algunos accidentes no se judicializan, dejan huella. Son una voz de alarma de lo que pudo haber sido. Es el caso de un siniestro ocurrido este verano en la A-6, en la salida Montesalgueiro, dirección A Coruña. Un Audi A6 RS terminó patas arriba con dos niños en el asiento trasero. Les salvó la vida que llevaban cinturón y el coche tenía seguridad máxima. Un par de segundos con la mirada en la pantalla bastaron para que el vehículo se saliera de la calzada y acabara por el talud arriba. No hubo heridos, pero pudo acabar en tragedia.
Los hay que no corren la misma suerte, y esa llamada o ese mensaje son letales. Para los agentes, lo más impactante es llegar al accidente con heridos y ver entrar una y otra vez una llamada de “mamá” o “cari”. Y al responder el equipo trasladado al lugar, escuchar un “¿Qué pasó, Juan? Se cortó la llamada”. Y tener que decir: “Su marido/hijo ha tenido un accidente, está camino del hospital… o está grave”. Pero hay ocasiones en las que el teléfono no suena; solo se ve la pantalla con el último mensaje enviado.
El año pasado, un conductor se salió de la carretera e invadió el carril contrario en una vía de Pontevedra. Falleció como consecuencia del impacto. El móvil fue su copiloto letal: iba whatsappeando. El dispositivo quedó abierto en el momento del siniestro, como una ventana al instante previo, y se veían los mensajes de minutos antes.
En los accidentes mortales, los agentes que se desplazan al lugar del siniestro no responden al teléfono. Si el conductor o el pasajero resulta fallecido, se trasladan al domicilio para comunicar lo ocurrido. Pero si la persona está herida, aunque sea grave, y el móvil suena insistentemente con un contacto familiar, suelen responder porque al otro lado ya se espera el desenlace.
La excusa más repetida por los conductores cuando son interceptados en un control rutinario o en una campaña de vigilancia es: “No voy hablando por el móvil”. Pero los agentes no necesitan que haya una llamada en curso. “Yo no le he dicho que le paro por ir hablando, le digo que le paramos por utilizar el móvil con la mano“, les explican los agentes. El uso del móvil, incluso para consultar el GPS o responder un mensaje, implica distracción visual, manual y cognitiva, por lo que su sanción, además de los 200 euros de multa económica, supone la retirada de seis puntos del carné (tres más que antes del endurecimiento del sistema por puntos en 2022).
La campaña de este año ha detectado una tendencia alarmante: repartidores en moto chateando mientras conducen, recogiendo los pedidos en marcha. Llevan soportes, ven la pantalla, responden el pedido y meten las coordenadas en el GPS sin perder un minuto para llegar cuanto antes al destino. A esta infracción, que les pone en peligro a ellos y al resto de usuarios de la vía, se suma que muchos no tienen permiso de conducir válido, ya que se trata de ciudadanos extranjeros con permisos comprados o falsos de sus países.
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